NAVIDAD EN PUERTO RICO: ¡Como cambian los tiempos!!

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Doña Rosa Quiñones, de 80 años, recuerda sus navidades

La Navidad es una fiesta religiosa en la que se celebra el cumpleaños más importante y más grande de la historia de la humanidad: el nacimiento del Niño Dios.  Alrededor del mundo se celebra de diferentes maneras pero siempre llevando la alegría que trae consigo el nacimiento de El Niño Salvador del mundo.

En Puerto Rico se celebra con una singular alegría porque es el país de las Navidades más largas del mundo y aún después del Día de Reyes, hay 8 días más de fiesta y celebración llamado “las octavitas.”

Hace unos 80 años no existía el poder adquisitivo de hoy día pero se celebraban con la misma alegría de hoy y con una gran pasión acentuada en el plano religioso y la familia.

La Sra. Rosa Quiñones de 84 años, nacida en el pueblo de San Sebastián nos cuenta los recuerdos que ella tiene sobre la Navidad y cómo se celebraba cuando ella era niña. 

-“Éramos 7 hermanos (6 hembras y un varón), mi padre trabajaba tumbando árboles para luego hacer la madera y mi mamá lavaba y planchaba ropa para gente pudiente para poder mantenernos. Para esa época no se compraba la comida como en el presente y había que comer lo que se sembraba en el patio de la casa, como la yuca, ñame, yautía, calabaza, plátanos y cuando se podía, arroz y habichuelas.

Y algo muy típico del puertorriqueño, tanto de esa época como de la actualidad, los vecinos compartían lo que sembraban con los más cercanos. Había mucha pobreza pero dentro de ella también compartíamos alegrías”.

– “Sabíamos se acercaba la Navidad por el frío que comenzaba a hacer en la madrugada. Mi papá se levantaba de madrugada a ordeñar la vaca para tomarse el café acabadito de hacer antes de irse a trabajar. Todos los hijos ayudábamos en las tareas del hogar”.

– “La Navidad era la fiesta más esperada del año, con ansias que llegaran esos días porque siempre había alegría en los hogares. Recuerdo que mis papás nos llevaban a visitar sus hermanos y todo era algarabía porque nos encontrábamos con los primos y nos poníamos a jugar los juegos de aquella época: el “chequi morena, “doña Ana no está aquí “y esos juegos de niños que ya tú no ves ni existen por ahí.  Lo mismo sucedía cuando visitabamos los compadres e igual cuando eran ellos quienes nos visitaban en ese tiempo de Navidad tan diferente al de ahora que ya nadie se visita”.

“Con tiempo, en mi casa se desgranaban los gandules para la gran cena de Nochebuena y el arroz con gandules se hacía con hoja de plátano encima. Las nueces y las avellanas, los turrones no podían faltar, tampoco los dátiles que ya no se ven por ningún lado. Mamá procuraba que no faltaran las frutas para los más pequeños y el olor a pasteles recién hechos en leña recorría toda la colinda con la carne del cerdo que algún vecino mataba y repartía en el vecindario. Los pasteles se hacían de masa de guineo, yuca o arroz.

El arroz con coco era otra cosa; hecho con coco de verdad, guayao en guayo y no con lo que los hacen ahora con coco enlatado, que no es ni sabe lo mismo.

 

Se hacían almojábanas con la harina de arroz. El dulce de tembleque con leche de coco exprimida en la casa, todo bien natural, ahora lo hacen con leche de lata y más nunca será lo mismo… también se hacía la mazamorra que es un dulce hecho con la leche del maíz.

Desde temprano en la tarde comenzaba la música dentro de las casas y se llevaban parrandas a los familiares, vecinos y amigos. Los que tenían promesas hacían los “rosarios cantaos.” Los que tenían instrumentos de música los llevaban a la casa y con panderetas, maracas, cuatro y guitarra comenzaban a cantar. Allí podía estar la familia, los vecinos, los amigos festejando con los rosarios cantados en una casa pero, a las doce de la noche había que ir a la Misa del Gallo, eso era sagrado. Todo el mundo entraba con respeto y solemnidad y en señal de devoción, con seriedad. Allí iba todo el pueblo, menos los que se habían emborrachado bebiendo pitorro, el ron que se hacía con la dulce melaza de la caña de azúcar y que se entierra para fermentarlo; ahora lo hacen de diferentes sabores y formas.

Ya en la iglesia, las mujeres usaban una mantilla española en su cabeza y se inclinaban, siempre en traje, decentemente vestidas, nunca en pantalones, jamás! Eso hubiese sido una falta de respeto, hoy día a nadie le importa y dicen que lo importante es tu corazón, hay cosas que yo no entiendo…

Todo el mundo bien vestido, con sus mejores galas: los hombres se quitaban el sombrero para entrar a la iglesia. Hoy día lo que hay es una falta de respeto terrible; la gente va mal vestida, sin vergüenza ni pudor.

Esa misa del gallo era única y especial, era cuando se anunciaba que El Niño había nacido y se cantaba “Pastores a Belén,” y “ALEGRÍA ALEGRÍA”. Había mucho respeto por el cura de la iglesia. Hoy día no se sabe ni qué nombre tiene el cura ya que lo cambian cada momento.

Recuerdo que antes de finalizar la misa, el sacerdote tomaba un muñeco en sus manos que simbolizaba al Niño Jesús y se hacía una fila para darle un beso en una piernita en señal de Adoración. Eran lindos tiempos, eso se ha perdido.

Al otro día era Navidad y los que tenían un poquito más de posición social estrenaban ropa nueva y los que no, que éramos la mayoría, pues se lavaba, se almidonaba y planchaba la mejorcita que tuviéramos y si se podía, se iba a dar una vuelta a la plaza del pueblo, los más devotos volvían a visitar la iglesia y luego regresaban al hogar a compartir en familia y a veces a continuar la fiesta.

Santa Claus no existía en mi tiempo y nunca me regaló nada, esa es una tradición americana muy de moda ahora. Las familias vecinas se obsequiaban algún plato típico hecho en la casa en señal de agradecimiento y amistad.

Hoy día hay muchas luces y decoración pero, se olvidan del elemento humano que quizá es su vecino y que también necesita la alegría de La Navidad .

 

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