“Crónica de San Gabriel” novela del escritor peruano Julio Ramón Ribeyro

Es el mismo autor del cuento famoso “Gallinazo sin plumas”

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Estando en la ciudad de Lima, asistí a la Feria de Libros en Miraflores para la presentación electrónica de la novela “Crónica de San Gabriel “del famoso cuentista peruano Julio Ramón Ribeyro, ya fallecido, quien ha sido el autor de la obra que lo llevó a la fama “Los Gallinazos sin Plumas” publicado en Lima hace más de medio siglo.

El famoso cuentista peruano Julio Ramón Ribeyro

“Desde hoy “Crónica de San Gabriel” podrá leerse a través del internet porque estamos presentado esta nueva edición digital para que todo el mundo pueda conocerlo, declaró Carlos Vela, gerente general de la editorial Peso Pluma en Lima. Esta obra fue publicada por primera vez en 1960. “A más de 20 años de la muerte de su autor, tenemos la oportunidad de volver a leerlo…” escribió Marco Garcia Falcón, autor del prólogo.

Los lectores que gustan de las novelas y cuentos latinoamericanos pueden acceder a la página web: www.pesopluma.net.books.

Código de descarga: E45QCE5J9.

“Crónica de San Gabriel” ha sido escrita por Ribeyro, nacido en 1929, cuando solo tenía 26 años de edad. Sus biógrafos dicen que por siete años era mayor edad del laureado escritor peruano Mario Vargas Llosa.

Esta novela narra las peripecias de un joven peruano nacido en Lima que es llevado a caballo a una hacienda familiar en la región andina alrededor de la provincia de Santiago de Chuco, al este de la ciudad de Trujillo. El autor relata los descubrimientos de la explotación, el maltrato a los pobladores indígenas y la injusticia laboral de los hacendados y sus caciques. Además, destaca su atracción amorosa y desdichada a una joven (su prima) de su propia edad que conoció y se enamoró de ella en la hacienda.

Los indios eran indolentes aceptaban su suerte con una resignada fatalidad, pero al influjo de circunstancias, donde intervenían la embriaguez y la ira acumulada, la conciencia de su destino y el instinto de su fuerza, se volvían osados y eran capaces de las más feroces represalias” (Crónica de San Gabriel, página 141).

“Este libro es la narración de una transición. El pasaje de la pubertad a la juventud, pero también de un modo más sutil, el hallazgo de una votación”, según la presentación de los editores.

Considerado su primer trabajo novelístico Ribeyro lo escribió durante los primeros meses del año 1956, en su estadía en Múnich, Alemania. Cuenta que, a causa del excesivo frío y su desconocimiento del desconocimiento del idioma alemán, se encerró en su habitación y empezó a escribir su primera novela con personajes muy conocidos en su juventud y apeló a sus recuerdos de su viaje a las serranías de Santiago de Chuco.

Los lectores latinoamericanos conocen más a Ribeyro por su cuento “Los gallinazos sin Plumas, publicado en 1955. Reúne ocho cuentos, encabezado por el que da el título, que se convirtió en uno de los cuentos emblemáticos de la literatura peruana. Es la historia de Efraín y Enrique, nietos del abuelo don Santos, que Vivian en un corralón en Lima donde había mucha pobreza. Ambos niños eran maltratados por su abuelo. Es una fotografía de la lucha por la sobrevivencia de los marginados, en una sociedad inhumana explotadora de los niños menores en la época de la década de los 50 en suelo peruano. Ribeyro también es autor de la antología “La Palabra del Mundo”

Desde 1955 hasta 1958, Ribeyro vivió entre España, Francia, Alemania y Bélgica desempeñando primero los oficios de portero, cargador y obrero para luego desenvolverse como periodista, traductor, agregado cultural en París y, finalmente, como Embajador del Perú ante la UNESCO.

Sus biógrafos señalan que el primero deagosto de 1994 se le declaró ganador del Juan Rulfo, premio considerado como el Nobel Hispanoamericano que debieron recoger, en una ceremonia realizada en noviembre en la Feria del Libro de Guadalajara, su esposa e hijo debido al delicado estado de salud del autor.Ribeyro murió poco tiempo después el 4 de diciembre de 1994. Como epitafio, en la tumba en el Cementerio Los Jardines de la Paz en La Molina, donde descansan sus restos, se lee: «La única manera de continuar en vida es manteniendo templada la cuerda de nuestro espíritu, tenso el arco apuntando hacia el futuro».

 

 

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