Las noches del sur de Puerto Rico vibran al ritmo de atabales y panderos. Es tierra mágica, tierra de brujos, tierra de cimarrones. Las noches claras y frescas convidan al baile de bomba. Los bailadores se juntan para cantar bombas a los ancestros y bailarles a los dioses ancestrales que le permitieron proliferar en un terruño donde llegaron encadenados.
Los atabales construidos con barriles de madera marcan el ritmo para el baile de bomba. La bailadora contonea las caderas seduciendo a los presentes hasta llevarlos a una catarsis profunda donde el bailar es lo único que importa. Por un lado el baile, por otro el verso, porque el sur es tierra de poesía negrista. Ambos son expresiones de un pueblo orgulloso de sus raíces africanas. Estamos en Guayama, ciudad del Guamaní, tierra de brujos.
En medio de la noche, la figura imponente de la folclorista Nora Cruz Roque se yergue para danzar. Todas las miradas se dirigen hacia su figura. La gente le abre paso y la saludan inclinando sus cabezas. Nora es conocida como la Madre de la Cultura del Sur y la Matrona de la Puertorriqueñidad. Se ha ganado el reconocimiento por su trabajo como folclorista y sus investigaciones como culturóloga. Conserva las tradiciones, educa y promueve el sentido identitario.
Nora Socorro Cruz Roque es la directora de la Liga de Poetas del Sur y la encargada de la Casa del Poeta Luis Palés Matos en Guayama. Todos los fines de semana la casa se vuelve un templo a las musas, decenas de escritores, bailadores de bomba y plena, tríos, folcloristas… se reúnen en el patio de la centenaria casa para declamar versos, bailar bomba, cantar boleros, repicar panderos y gestar cultura.
“Nora es reverencia”, expresa la poeta y escritora Mayra “Lala” González, directora del Colectivo Literario Las Musas Descalzas. “Es esencia de Patria hecha mujer y espíritu de lucha constituida en verso y ritmo de bomba”.
“Nora es Madre porque ella encarna los atributos más profundos de la puertorriqueñidad”, declara el poeta y escritor sangermeño, Luis Enrique “Tite” Vázquez Vélez, director del Colectivo Literario En los Bordes. “Nora rescata la poesía y las tradiciones del sur e inicia una peregrinación a través de la Isla que nos une a todos los colectivos literarios para congregarnos en Guayama y gritarle al mundo que en Puerto Rico hay poetas y se hace poesía”.
“Nora es venerada en los montes y valles del sur. Idolatrada en los círculos culturales y literarios del país, no solo por su talento, sino por su gran humanidad”, indica el gestor cultural y poeta David Figueroa de Caguas. “Nora es sabiduría. Es un avatar de la Madre Atabey que crea conciencia de la mezcla de los grupos culturales que se unieran para parir la cultura puertorriqueña, pero a su vez nos enseña a sentirnos orgullosos de la ascendencia africana de la puertorriqueñidad”.
Nora Socorro Cruz Roque es definida como cultura puertorriqueña. Nació el 19 de febrero de 1947 en Guayama. Fue maestra de inglés y es una de las folcloristas culturóloga y poetas más respetadas en el Archipiélago Borincano. Inició su última hazaña cultural en el 2009 cuando fundó la Liga de Poetas del Sur. Nora recorrió Salinas, Arroyo, Patillas y su natal Guayama haciendo un llamado a los poetas para unirse y proclamar a viva voz que en el “sur hay poesía”.
La profesora retirada llevaba más de cuatro décadas gestando cultura, pero su última hazaña llegó en momentos en que la nación enfrentaba tiempos de profunda oscuridad. La Isla enfrentaba una de sus peores crisis identitaria; sus hijos se avergonzaban de sus raíces. Nora unió al sur e inició una cruzada para fortalecer el orgullo patrio. Identificar poetas, escritores y artistas en el sur no fue tarea fácil Esa región se conoce como el “Corredor del Hambre” debido al alto desempleo y la extrema pobreza creada por la salida de las fábricas de la Sección de Incentivos Federales 936.
“Muchos piensan que cuando el hambre aprieta, la gente no piensa en cultura”, expone Nora con esa voz dulce, pero potente que la caracteriza. “Eso no es cierto. La necesidad te sublimiza e inspira. El dolor y las vicisitudes te impulsan a crear y plasmar la agonía para inspirar a otros, para denunciar, para crear conciencia”.
“El sur es tierra de cimarrones. Descendemos de negros rebeldes, somos hijos del amancebamiento entre africanos, arahuacos y europeos. Somos un pueblo resistente, como lo es la nación puertorriqueña. Es por eso que la canción dice que somos una raza pura, pura rebelde”.
Es una profesional forjada en la fragua de la pobreza, pero vive orgullosa de sus padres y agradecida por sus enseñanzas. Fueron sus padres don Esteban Cruz Ventidos y doña Antonia Roque Escalante. Desde niña se forjó como bastión del folklore afroboricua. Don Esteban fue su gran maestro. Cortador de caña, analfabeto, pero de grandes valores que supo inculcarles a sus hijos el amor a su herencia afroboricua.
“Mi padre, siendo un anciano analfabeto, fue un hombre sumamente sabio quien me educó en valores y retos que me han traído a lo que soy hoy día: una mujer trabajadora y en constante crecimiento y creatividad”, recuenta la maestra retirada.
La formación educativa de Cruz Roque fue en las escuelas públicas del Guayama de mediados del siglo pasado. Siempre demostró una inteligencia preclara que le permitió obtener becas para costearse sus estudios.
“Nací pobre, con muchas limitaciones de índole económica. En cuarto grado, gracias a mi promedio, me concedieron una beca ($40.00 anual)) que me permitió estudiar. Luego estudié con beca en la universidad. Allí las limitaciones fueron más abundantes”.
“Estudié en las escuelas de Guayama (Corderito, Simón Madera y la Rafael López Landrón) A los dieciséis años comencé estudios en la Universidad de Puerto Rico donde obtuve el grado programa alterno para trabajar en la escuela elemental. Luego de dos años obtuve una beca para finalizar el bachillerato con concentración en inglés. Fui maestra del sistema público por 36 años en varias escuelas de los pueblos de Arroyo y Guayama. Durante esos años trabajé como maestra de inglés a nivel elemental y secundario, maestra de bailes folclóricos, de música y de teatro”.
Cruz Roque no se limitó solo a tareas adscritas al salón de clase. Fomentó el sentido identitario puertorriqueño a través de la cultura y motivo a sus estudiantes a descubrir sus raíces africanas.
“Tuve la oportunidad de trabajar en proyectos culturales y fundé varios grupos en las escuelas donde estuve, siendo algunos de ellos: Rondallita del Sol en la escuela Amalia Marín, Grupo Folklórico de la escuela de Guamaní, Teatreros en varias escuelas y el Ballet Folclórico Teatral Guayama de la escuela Francisco García Boyrie, Grupos de baile y teatro en el Colegio de la Inmaculada de Santurce, Guamani Private School (Festival Raíces) St. Patrick Bilingual School, Academia San Antonio de Guayama, Pontificia Universidad Católica y en la Universidad Interamericana recinto de Guayama”.
Nora es un ser trasparente, que te hace sentir acogido y te envuelve en un halo de paz. No ha permitido que el reconocimiento que hacen sus pares y los títulos de Madre de la Cultura del Sur o Matrona de la Puertorriqueñidad altere su esencia.
“Vivo orgullosa de mi puertorriqueñidad y de ser afropuertorriqueña. En los tiempos que me criaba la información sobre los afrodescendientes se limitaba a la esclavitud. Inicie a documentar la cultura afropuertorriqueña durante mi carrera magisterial”.
“Necesitaba que mis estudiantes conocieran su legado histórico. No la historia de las cadenas, sino la de los cimarrones, los que se rebelaron contra el yugo opresor, los que educaron, los que construyeron la Patria”.
“Buscaba información constantemente y la compartía. El interés que generó la investigación dio nacimiento a un ballet folklórico.
“Para el tiempo en que se inicia el Ballet Folklórico Teatral Guayama ya estaba más empapada con lo que era la plena y la bomba puertorriqueña y aunque no teníamos músicos en vivo escogíamos música bien trabajada que identificara los ritmos correctamente. Así nos dimos a conocer por más de diez años en compartires con otros pueblos y fuera de Puerto Rico”.
Las inquietudes culturales de Nora la llevaron a estudiar una maestría en investigación y gestión cultural.
“Finalizadas muchas de estas gestas estudié nuevamente y obtuve una Maestría en investigación y gestión cultural, de la universidad de Puerto Rico siendo reconocido mi proyecto de la Creación de la plataforma de divulgación e investigación sobre lo que hoy se conoce como la Liga de Poetas del Sur Inc.”.
Las luchas de Nora no terminan. El huracán María averió seriamente la Casa del Poeta. Empero, no está sola. Gestores de todo el país están colaborando con la folclorista para buscarle soluciones viables al deterioro de la sede, que es propiedad del gobierno municipal guayamés. Las circunstancias adversas no son una limitante para la poeta, que se describe así misma como “positiva”.
Ella sabe de luchas.
“Existe una diferencia abismal entre el hoy y el ayer. Antes teníamos mucha dignidad y mucha seguridad de lo que queríamos y hasta donde llegaríamos”.
“Como expresé anteriormente mi papá fue un cortador de caña y luego gallero que nunca dejó de traer el pan a nuestra casa, aunque este fuera bien humilde. Mis padres, los que hoy en día serían un foco de atención (mami de 17 y papi viudo de 55) llevaron una vida hermosamente unida y llena de respeto. Eso lo vivimos y nos hizo crecer de forma saludable y feliz”.
“No celebré mi pobreza, pero aprendí a valorizarla y a sacarle provecho”.
La folclorista cuenta con el apoyo de sus seis hijos a los que les enseñó a sentirse orgullosa de su legado histórico cultural. Nora, Elimagdy, Elimagdier, María, Ivette y Emmanuel son los primeros que apoyan las gestas culturales de su madre. A los hijos de Nora se le suma su compañero de sueños y aventuras, José Claudio Seda.
El año pasado Nora recibió un doctorado honorifico de la Academia Mundial de Educación Iberoamericana con sede en Perú. Anteriormente fue reconocida como Dama de la Cultura por el Senado de la República Dominicana. También ha recibido reconocimientos en su natal Puerto Rico, Cuba y el estado de Arizona.
Nora ha publicado cuatro poemarios; una antología de cuentos y tres cuentos de literatura infantil; una trilogía utilizando la técnica de literatura trasmediática; dos obras de teatro y un libro en verso y prosa.
Nora es antorcha de cultura, letra impresa, palabra sabia, ritmo y tambor. La reina avanza majestuosa hacia el centro del escenario, va acompañada de su hija y nieta, tres generaciones orgullosas de sus raíces y de su puertorriqueñidad.