La percepción negativa que exponen algunos sobre los puertorriqueños es el resultado de una campaña negativa orquestada para subestimar su potencial creativo y limitar su desarrollo empresarial. Los puertorriqueños poseen todas las herramientas necesarias para ser exitosos en cualquier renglón de la economía, asegura, Mario Mancera, empresario y motivador personal y empresarial.
Las mentiras cuando se repiten constantemente se convierten en verdades aceptadas por la mayoría sin cuestionar los paradigmas que estas disfrazan. En el caso de Puerto Rico se han promovido ideas erróneas que refuerzan una imagen negativa de los puertorriqueños que no es real. Los conceptos de que el país carece de recursos y de que a su gente no le gusta trabajar están diseñados para promover una baja autoestima que a su vez sustenta la dependencia y el estatus colonial.
Estos planteamientos preconcebidos por mentalidades foráneas con intenciones cuestionables son repetidos hasta la saciedad por los mismos puertorriqueños sin percatarse que se auto afrentan. Es imperativo modificar las limitaciones mentales impuestas por conceptos inexactos desvinculados con la realidad, expone Mancera.
“El primer paso para el éxito es eliminar del pensamiento y la expresión verbal expresiones degradantes tales como que los puertorriqueños son vagos y cuponeros. Esta es una falacia que se reafirma constantemente y que se ha probado que no es cierta. Cambiando el pensamiento y vigilando las palabras que pronunciamos nos programamos para dar lo mejor de cada cual y consumamos el precepto de que somos los más exitosos del mundo”, asevera Mancera.
“Todavía no he conocido un puertorriqueño que no esté dispuesto a trabajar y que cuando le pone ganas, sea exitoso”, afirma Mancera. “Es imperante analizar las limitantes que nos autoimponemos para extraer lo mejor que tu tengas, desarticular los prototipos negativos y construir sobre fundamentos cónsonos que nos empoderen y motiven”.
Mancera es dueño de su propia empresa y motivador personal. Desarrolló su método de motivación basado en su propia experiencia. Tiene un compromiso con los demás porque su vida se basa en la constante de que cuando se logra el éxito “se debe compartir la receta. No podemos ser egocéntricos y pensar en solo para mí”.
Mario Alberto Mancera López es mexicano, llegó a Puerto Rico a los 17 años. Conoce muy bien de luchas, derrotas y éxitos.
“A Puerto Rico le debo todo lo que soy hoy día. Tengo tres hijos puertorriqueños. No permito que nadie menosprecie la capacidad de los boricuas ni de los mexicanos. Sé muy bien lo que podemos dar cuando nos los proponemos”.
Mancera ama la Isla. Acepta ser un mexicano entre puertorriqueños, aunque se sienta parte del país.
“Lleguè a Puerto Rico como mariachi junto a mi padre Isidro Mancera Paredes y cuatro amigos más. Vinimos a cantar a un restaurante. Estaba emocionado con la idea de ser artista. El sueño del estrellato duró poco, al salir de la terminal aérea nos montaron en la parte de atrás de una “pick up” como si fuéramos vacas”.
El grupo se hospedó los primeros días en el antiguo Hotel Tamaná. A la semana los seis integrantes del mariachi Azteca de Oro terminaron residiendo en la calle Estela González en Río Piedras.
“Era un apartamento de dos habitaciones. Tiraron dos colchones viejos en el piso y nos dieron un abanico. Todas las noches jugábamos frontón en la pared de la sala para determinar quién obtenía como presea el abanico y dormía en los colchones”.
En Río Piedras conoció a los puertorriqueños.
“Cuando llegué a Puerto Rico me pareció que había llegado a la Isla de la Fantasía. Había dejado la preparatoria para ser mariachi. Veníamos con muchos sueños, pero las promesas laborales que nos habían hecho se disolvieron cuando llegamos a San Juan”.
“Fue la gente que conocimos en Río Piedras, en la calle, en el mercado, los que nos llevó a enamorarnos de Puerto Rico. Los puertorriqueños son gente hospitalaria, platicadora, te brindan ayuda sin conocerte. Te aceptan como uno más, a pesar de que tu acento te delate como extranjero”.
Los primeros amigos de Mancera fueron jugadores de billar. Al principio se aprovecharon de la inexperiencia del jovencito como jugador para darle sendas “pelas”, pero este comenzó a practicar para ser el mejor. ¡Lo logró!
“Aprendí a jugar billar a la perfección. Luego con la ayuda de Georgie Pagán, un amigo que hoy es contable, comenzamos a viajar por los torneos de la Isla. Me convertí en un ganador. El dinero que ganaba, gracias a unas amigas dominicanas, lo triplique siendo prestamista”.
Para ese entonces Mancera trabajaba 3 días como mariachi y el resto del tiempo se dedicaba a jugar billar. Estaba en las nubes, pero la educación que había recibido, los éxitos empresariales que su padre había cosechado antes de decidirse a vivir su sueño de ser mariachi, le resonaban en la mente repitiéndole que había “mucho más allá de lo que estaba experimentando”.
“Estudié en algunos de los mejores colegios del DF (Distrito Federal de México). En la preparatoria te forman para ser dueño de tu compañía. Tomas un curso que se titula “Desarrollo de Habilidades del Pensamiento” donde te estimulan a pensar positivamente, a hacer uso del pensamiento crítico y a reinventarte constantemente”.
“Tenía una mente empresarial que se acabó de formar con mis experiencias en Puerto Rico”.
“Una de las personas que marcó mi juventud y colaboró en mi formación como empresario lo fue don José García, dueño del restaurante Aurorita’s. Recuerdo que había salido con una novia a ver la pelea de Julios César Chávez. Corría el año 1992. Nos encontramos con un grupo de cuatro señores que por el acento identifiqué como paisanos. Uno de ellos me preguntó por un restaurante donde ir a comer. Le recomendé Aurorita’s, fui claro, dije que no conocía el restaurante, pero que todos hablaban muy bien de él, de la comida y de su dueño. El señor me preguntó dónde tocaba el grupo mariachi con el que cantaba. Le di la información ”.
“El próximo sábado don José fue a vernos tocar. Cuando llegó al restaurante todos le rendían pleitesía. Pregunté quién era ese señor al que todos saludaban y trataban tan bien. Me sorprendió saber quién era. Nos pidió que le cantáramos “¡Qué chula es Puebla!”, canción compuesta por Rafael Hernández”.
“Tenía 18 años, imagínate. Don José me llamó para platicar y me preguntó quién era el director del grupo. Le dije que era mi padre y me pidió que lo llamará. Le hizo una oferta a papá que incluía sacarnos la residencia y pagarnos a cada uno $500 a la semana. Le reafirmó a papá que esa oferta era gracias a mí. Cumplió su promesa”.
“Don José me platicaba mucho. Me contó su historia. Me enfatizó que uno debe creer siempre en que se va a obtener el éxito y nunca rendirse. He seguido su consejo al pie de la letra”.
La vida de Mario Alberto como jugador de billar, prestamista y mariachi terminó cuando conoció a su esposa, Gloria Alicia Sortillón Tena en el 2001. Estimulado por su esposa y el profundo amor a la familia que formaron Mancera se inició como vendedor.
“Hubo días trágicos, noches de llanto y momentos en que no sabía cómo llegar a casa para enfrentar derrotado a mi esposa. Las palabras de aliento, el estímulo y la convicción de que obtendría el éxito me motivo a seguir adelante. Mis esfuerzos fueron coronados por el triunfo”.
“Conmigo trabajan muchos puertorriqueños. A todos los motivo a dar lo mejor de sí mismos, a imponerse metas realizables y a nunca rendirse. Conozco al puertorriqueño y sé que no hay obstáculo que no pueda vencer cuando se lo propone”.
“Ahora es cuando tenemos que echar ganas. Imposiciones y restricciones nunca podrán vencer el espíritu exitoso e indomable del pueblo puertorriqueño”.