Una de las fechas históricas más importantes en la historia de Ecuador es el 24 de Mayo de 1822, cuando se sellaron las luchas emancipadoras del coloniaje español; por lo que instituciones estatales y gubernamentales, a nivel central y local, instituciones particulares y privadas y, en general, la sociedad civil celebran esta fecha cimera con agendas repletas de actividades históricas, cívicas, culturales, artísticas, turísticas, sociales, y recreativas, a nivel nacional e internacional.
La idea central de los festejos por los 200 años de independencia definitiva, según los organizadores, es desarrollar propuestas enfocadas hacia las nuevas generaciones como principales beneficiarios y dueños legítimos del patrimonio de la Independencia de Ecuador, quienes se empoderarán de los procesos y personajes que participaron en este episodio, incluyendo y reconociendo a los indígenas, afro- ecuatorianos y mujeres.
Adicionalmente, recordar que el personaje central de esta victoria es el comandante general de División Sur, el venezolano Antonio José Francisco de Sucre y Alcalá (1795-1830), conocido como el Gran Mariscal de Ayacucho, respetado militar, prócer de la independencia sudamericana, cuyos restos mortales descansan en la Catedral Metropolitana de Quito.
Él dirigió el enfrentamiento militar que consolidó la emancipación del territorio de la Real Audiencia de Quito frente al imperio español. Episodio que puso fin al dominio ibérico sobre lo que hoy llamamos Ecuador.
El escenario fueron las faldas del Pichincha, situadas sobre los 3 mil metros del mar, aquí se enfrentaron el ejército independentista al mando de Sucre al realista comandado por el Mariscal Melchor de Aymerich. La derrota de las fuerzas realistas leales a España condujo a la liberación de Quito y posteriormente de las provincias que pertenecían a la Real Audiencia de Quito.
Jorge Núñez Sánchez, destacado historiador, ya fallecido, relató los detalles que se dieron en esta gesta en su conferencia La Batalla de Pichincha: Epopeya Sudamericana “Mucho se ha escrito sobre la Batalla de Pichincha, casi siempre entre la exaltación y la hipérbole. El fulgor de ese durísimo combate pareciera relucir todavía, entre el ruido de explosiones, toque de corneta,gritos de rabia, quejas de heridos y proclamas de victoria. Y parece sentirse todavía el temblor anímico de la ciudad entera que, con el alma en suspenso, presenciaba desde los balcones, calles y plazas los movimientos de la lucha que se desarrollaba desde arriba, en las laderas agrestes del volcán, y en la que se jugaba su destino.
Las cifras de las bajas habidas aquel día muestran con brutal elocuencia la dureza de esa batalla: 400 muertos y 190 heridos en las filas realistas; 200 muertos y 140 heridos en las filas nacionales.
Además, los vencedores capturaron alrededor de 1.200 prisioneros, entre soldados y oficiales, más de 14 piezas de artillería y muchas cajas de guerra. Al firmarse la capitulación del día siguiente, Sucre con gran caballerosidad, garantizó la libertad y seguridad personal de los vencidos y retorno a España de los jefes oficiales españoles, cuyo pasaje sería pagado por la República”.
Fue el enfrentamiento final de las campañas independentistas de la Real Audiencia de Quito. Fue el cierre de un proceso que tuvo la participación de una población compuesta por variados movimientos sociales, incluidos luchadores de diversas nacionalidades.
Este proceso partió el 10 de agosto de 1809 en Quito, camino que llevó a la liberación de varios países sudamericanos. Tras el 24 de Mayo el país se incorporó a la Gran Colombia y en 1830 se separó para constituir la República de Ecuador.
Al respecto, el reconocido historiador, Juan Paz y Miño remarca que hay que entender la Independencia y la Batalla de Pichincha como un proceso histórico. El 10 de agosto de 1809 se instaló en Quito, la Junta Suprema de Gobierno con la que se inició la “revolución quiteña” que culmina el 24 de mayo de 1822, tras 14 años de luchas libertarias.
Añade que el proceso de independencia de Ecuador no es aislado en el contexto de América Latina así: en 1804 se independiza Haití, en 1809 se dan las primeras Juntas de Gobierno en La Paz- Bolivia y Quito, en 1810 se constituyen Juntas Supremas en Caracas, Bogotá, Santiago de Chile, Buenos Aires y estalla la revolución popular, indígena y campesina en México, en 1811 se suma Paraguay y Centroamérica, procesos que duraron una década. Para 1820 y los siguientes años, se van independizando distintos países que iniciaron una década antes, estos procesos.
Destaca que hay que tomar en cuenta que en el proceso de independencia hay una serie de complejidades, porque no solo están presentes los criollos que son la punta de lanza, también están esclavos, negros, montuvios, campesinos, indígenas, sectores barriales de las ciudades ya nombradas. En otras regiones, como en Venezuela están los llaneros.
Sostiene que esto lleva a dos preguntas: ¿es revolución criolla o popular? ¿es revolución social o no? ¿por qué se instalan las oligarquías después de estos procesos? Todo esto trae complejidades y con las investigaciones que se han realizado sobre las mujeres, hoy sabemos la dinamia de la participación femenina en estos procesos. Lo cual vuelve más compleja y al mismo tiempo más interesante y atractiva la comprensión de nuestra independencia.
Respecto a ¿qué significa la independencia de 200 años atrás con lo que vive América Latina hoy? ¿qué significa para el Ecuador de hoy? ¿cómo celebrar? ¿qué nos queda? ¿hacia dónde vamos?
Paz y Miño alude a que en los procesos independentistas se forjaron y movilizaron los ideales de la independencia, libertad, democracia, constitucionalismo, republicanismo, soberanía. Ideales que se mantienen hasta nuestros días. Naturalmente concretarlos nos ha resultado muy difícil. En Ecuador tras 200 años, al parecer el proceso continua; sobre todo, cuando se constata que se han producido restauraciones de capas conservadoras de mentalidad atrasada que parece que no quieren ningún cambio social como el que sí se soñó en la etapa independentista.
Al mencionar sobre el esfuerzo de integración latinoamericana, desde esas épocas hasta el presente, el historiador dice que uno habría pensado que si teníamos una misma historia, cultura, religión, idioma, excepto la colonia portuguesa, durante tres siglos, y si a eso sumamos los antecedentes de los pueblos aborígenes, éstas podrían ser la base para constituir una gran nación hispanoamericana.
Empero, el problema de la Independencia, muy a pesar de los líderes como Simón Bolívar, José de San Martín y otros, la independencia produjo una división de las anteriores colonias. Entonces, surgieron una veintena de naciones e incluso durante el siglo XIX, se subdividieron, como es el caso de Centroamérica.
En el caso de Sudamérica, inicialmente se formó una Confederación Peruana-Boliviana, que con el paso de las décadas en el siglo XIX se desintegró. Nosotros formamos la Gran Colombia desde 1819 como un proyecto, fundado por Simón Bolívar. La Batalla de Boyacá permitió la liberación de Nueva Granada de la actual Colombia y la Batalla de Pichincha la liberación de Quito. Con lo cual Venezuela, Colombia y Ecuador pudieron conformar la Gran Colombia. De la cual, con el paso de los años, también, nos separamos.
La Independencia que forjó este ideal de unidad que se perdió con los años, la pregunta histórica que tenemos que hacernos es ¿por qué? El problema de la independencia es que destapó fuerzas regionales y promovió a clases sociales tan fuertes y poderosas en las distintas regiones (terratenientes, hacendados, dueños de plantaciones), prácticamente, ellos se tomaron el poder.
De todas maneras, se cultivó entre nuestras poblaciones de clases medias e intelectuales, un espíritu hispanoamericano hasta el siglo XIX que se convierte en un espíritu latinoamericano sin la influencia de España. En este sentido hemos reconstituido un ideal para el siglo XXI: unir a nuestra América en un solo bloque, que permita integrarnos mejor sobre esa base histórica, una vez que derrotemos esas fuerzas que impiden la integración, como es, entre otros, el modelo económico neoliberal, señaló en el programa La Oreja Libertaria del Colectivo de periodistas, Espejo Libertario.
Considero que la ocasión es precisa para recordar con unción a los nombres de los precursores de nuestra independencia como Simón Bolívar, Eugenio Espejo, Manuela Sáenz, Manuela Cañizares, Juan de Dios Morales, Juan Salinas, Antonio Ante, Juan Pío Montúfar, José Joaquín Olmedo, León de Febres Cordero, José de Antepara, José de Villamil, Luis Ordaneta, entre otros.
En definitiva, puedo afirmar que la batalla de Pichincha fue el triunfo de la voluntad nacional y de los pueblos de América Latina por su libertad y soberanía. Empero, hoy tenemos otras cadenas que nos sujetan como la injerencia extranjera, la extrema pobreza, el analfabetismo, la violencia, el desempleo, el narcotráfico, la mendicidad, la insalubridad y decenas de etcéteras.