COLOMBIA: DESAFÍOS POST ELECTORALES

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Las elecciones presidenciales que tuvieron lugar en Colombia,  marcan una nueva etapa en el proceso de paz de la nación cafetalera y suponen nuevos desafíos para las fuerzas políticas que se expresan en el vecino país. El triunfo del candidato derechista Iván Duque -impulsado por Álvaro Uribe- con diez millones de votos (53,85%) y 12 puntos porcentuales de diferencia sobre su oponente Gustavo Petro que obtuvo 8 millones de votos, supone una nueva correlación de fuerzas y una diversa realidad política local.

Colombia inaugura así una etapa crucial para su transición un año y medio después de la firma de los acuerdos con las FARC, a los que Duque pretende aplicar modificaciones: “que las víctimas sean el centro del proceso para garantizar verdad, justicia y reparación”. Más allá de la promesa electoral, Duque, se enfrenta al reto de reducir la polarización, contener la violencia que aún golpea a algunas zonas rurales y mejorar la economía.

En un país dividido que muestra un cambio de época, los retos son múltiples. La recuperación económica y la regeneración política, prometida por Duque no debe suponer “hacer trizas” lo pactado, en términos de las negociaciones de paz con los grupos insurgentes FARC y ELN. Por el contrario, el nuevo gobierno deberá pacificar en los hechos los territorios abandonados por la desmovilización guerrillera e imponer políticas sociales de restauración social y reconciliación ciudadana. Al mismo tiempo, deberá imponer la presencia estatal para neutralizar a los 12 grupos disidentes y narcotraficantes  que aun operan en las zonas abandonadas por la guerrilla.

En esa línea de acción Duque, ofreció “unir a nuestro país”, y superar “la polarización, los agravios y la página de las ponzoñas”. No voy a gobernar con enemigos, dijo, al tiempo que se propuso  como meta “la lucha frontal contra la corrupción, la politiquería y el clientelismo”.

La nueva Colombia

En el nuevo contexto colombiano existen 7 mil combatientes de las FARC que entregaron las armas y “se desmovilizaron, con la salvedad de unos grupos disidentes que siguen delinquiendo sobre todo en las fronteras”. Los ex guerrilleros de las FARC, agrupados en la Fuerza Alternativa Revolucionaria del Común, FARC, no participaron en las elecciones, según observadores,  por un “rechazo casi absoluto que genera en los electores”. La izquierda colombiana agrupada tras el candidato Gustavo Petro -ex militante del grupo guerrillero M-19- reconocen el triunfo de Duque que, no obstante, se debe a que “nos ganaron diciendo que éramos ateos, que hemos matado a gente, que íbamos a volver a Colombia como Venezuela. Todo eso es mentira”.

De cara al futuro, el nuevo gobierno colombiano debe asumir ingentes tareas pendientes: consolidar el proceso de paz, unificar al país y superar una crisis política que dura más de medio siglo. Las condiciones no se presentan tan expeditas y los riesgos son altos. El mayor riesgo que se debe evitar, es que Colombia pierda soberanía en sus decisiones. El vecino país debe imponer su propia política interna y externa, sin escuchar los cantos de sirena estadounidenses que la llaman a sumarse a una estrategia geopolítica continental de restauración conservadora en contra de todo lo que signifique cambio y justicia social.

En segundo término, el nuevo gobierno debe definir con claridad las relaciones con la guerrilla y  resolver la negociación con el Ejército de Liberación Nacional (ELN), que comenzó en febrero de 2017 y apenas ha registrado avances con la excepción de una tregua de 100 días pactada el pasado septiembre con ocasión de la visita del papa Francisco.

En definitiva, el pronóstico político colombiano no puede ser sino reservado. Si bien la ausencia de violencia en las dos últimas elecciones y la baja en la abstención, es una señal de cambio político que nace inspirado en los acuerdos de paz de La Habana, no obstante no existe consenso en torno a la paz duradera. En Colombia persiste el enfrentamiento de dos opciones políticas diametralmente opuestas, lo cual refleja el descontento de millones de colombianos con el sistema económico y social vigente, y que “comienza a surgir una alternativa política, distinta a las que tradicionalmente han gobernado” al país cafetalero.

La significativa votación de Gustavo Petro de ocho millones de sufragios, representa “un paso adelante en la conciencia de un número muy importante de colombianos y colombianas que, con su participación electoral, asumen posición por el cambio y transformación social”. Mal haría el nuevo régimen en desconocer esa determinante realidad y destruir lo transitado por los acuerdos de paz, soslayando los compromisos adquiridos: eso conduciría a nuevas formas de violencia en Colombia y en la región.

El tortuoso camino de la paz pasa por reconocer una distención social duradera, que alcance “una paz integral” basada en el bienestar común, la verdad, la justicia, la reparación integral a las víctimas de la guerra. El primer paso es la unidad de los colombianos en torno a estos desafíos que permitan mirar hacia el futuro de una nueva Colombia.

Acerca del Autor: Periodista chileno- ecuatoriano, fotógrafo,productor de TV. Actual colaborador de las revistas ROCINANTE y BABIECA (Campaña de Lectura Eugenio Espejo). Director-Editor de la revista digital LAPALABRABIERTA. Autor de varios  libros. 

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