A UN AÑO DEL HURACÁN MARÍA

Se conmemora la sobrevivencia de un pueblo que sufrió el peor de los embates de un huracán categoría 5

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Hoy 20 de septiembre 2018 amanecieron Las banderas a media asta en Puerto Rico y una canción alusiva a la patria comenzó a sonar en los distintos medios de comunicación; hoy se cumple un año del fatídico paso del huracán María por Puerto Rico. Por tanto, no hay nada que celebrar, pero sí se conmemora la sobrevivencia de un pueblo que sufrió el peor de los embates de un huracán categoría 5 y que muchos enemigos de nuestro país han querido minimizar a categoría 4.

Esta fue una fecha funesta desde el principio cuando se anunció un huracán de unas 24 horas que, al final se convirtieron en 36 horas en que cada segundo, minuto y horas la lluvia y el viento golpeaban sin piedad a nuestra isla y causaron los estragos más terribles desde el huracán San Felipe en el 1928.

Casas bajo agua, viviendas sin techo, destrucción forestal alrededor de los 100 X 35 de nuestra isla, destrucción de calles sin permitir el paso, la falta de comunicación vivida en plena era de las comunicaciones en el siglo 21, la falta de agua, comida y ropa para los que perdieron todo y la pérdida de la vida de miles de personas que han enlutecido al país y nos ha llenado de tristeza para la historia frente a un presidente insensible que visitó a Puerto Rico y no perdió un segundo en humillarnos tirándole papel toalla a las personas que quizá pensaron que vendría con alguna ayuda de primeros auxilios. Todavía no hemos terminado de contar los muertos.

Ante ese trato cruel que nos dió la naturaleza, salió a la luz la esencia del jíbaro puertorriqueño que salió de su casa para ayudar al vecino aunque no le conociera, trajo una mano amiga para compartir lo que teníamos en aquél momento en que sólo una emisora de radio fue también sobreviviente y dimos una vuelta al pasado donde no existían los celulares, la televisión ni las computadoras.

Aprendimos que la radio existía y que podía acompañar nuestras noches de oscuridad, calor y necesidad. Aprendimos a llorar en los brazos de algún desconocido. Podías tener el carro más caro del mundo y tenías que hacer la misma fila que hicieron los más pobres en la gasolinera por 8, 10 horas y hasta más, algunos se amanecieron para tomar alguna gasolina ya racionada que sólo te permitía echar $10.00 diez dólares. Luego de hacer una fila kilométrica los bancos se limitaron a permitir $100.00 dólares por persona, aunque tuvieras millones en el banco, eso era lo único que te permitían.

En los supermercados no había comida porque a la gran mayoría de ellos se les dañaron los víveres y tuvieron grandes pérdidas: había que limitarse a lo que encontráramos para comer.

Las únicas farmacias que brindaron servicios fueron las farmacias de la comunidad. Las americanas cerraron sus puertas sin pensar en la necesidad de un pueblo que sufría.

Puerto Rico entero llegó a vivir en la oscuridad y se impuso un toque de queda desde las 6:00 pm hasta las 6:00 am para evitar actos delictivos en medio de la desgracia. Algunos pueblos abrieron oasis para suplirle agua a sus residentes, otros aprendieron a bañarse y a lavar la ropa en los ríos como en el tiempo de los tatarabuelos. Personas que enterraron a sus familiares en el patio de la casa.

Las ayudas no llegaban, tardaron mucho tiempo en aparecer, pero los puertorriqueños agarraron sus machetes y salieron abrir paso en las carreteras y como la necesidad es la madre de la invención, se inventaron lavadoras de mano, tablas de lavar en el río, se crearon tuberías para trasladar agua de los ríos a los más necesitados, a los que vivían lejos o tuviesen algún impedimento.

Las comunidades se unieron; cocinaban y repartían comida en sus barrios. Muchos perdieron todo y se quedaron sin nada, otros; dos semanas después del huracán aún estaban sacando agua y fango de sus casas. Desaparecieron comunidades enteras, líneas de restaurantes completos, las pérdidas fueron billonarias.

Un año después de esta tragedia, Puerto Rico aún no se recupera y estamos viviendo las secuelas del huracán María. Todavía hay toldos azules en la mitad de toda la isla y los millones recaudados por tele maratones fueron a parar a Instituciones que nada tenían que ver con el huracán María. Hoy día no se sabe de otros tantos millones recaudados y donados por artistas y empresarios de otros países.

Hace apenas dos semanas encontraron escondidas millones de botellas de agua que permanecieron por un año bajo lluvia, sol y sereno. También decenas de vagones con suministros sin repartir al pueblo, completamente dañados. El maltrato que Puerto Rico ha recibido ha sido peor que el azote del huracán María.

Recordando aquel fatídico 20 de septiembre de 2017, un año después de María, es triste notar que  aún se encuentran techos remendados entre paredes maltrechas, la energia electriza no está a su totalidad restablecida, casa en ruinas y muchos más problemas por resolver. Añadiéndole las inclemencias del tiempo que han afectado la isla durante este año, son recuerdos constantes de esas horas de angustias durante y después del huracán.

Quizás cambiaran los barrios, las calles, el recordar lo que tenía y se perdió, pero las historias de resignación en la vida del puertorriqueño después de María tiene el mismo aspecto, la tristeza, el miedo, recordando que no estamos todavía preparados para afrontar otra catástrofe de esta índole.

Aprovecharon la oportunidad de querer enterrarnos cómo pueblo. Sólo que no contaban con la astucia y fortaleza de la sangre Taína que continúa viva en las venas del puertorriqueño actual, nos quisieron enterrar como pueblo pero se les olvidó que SOMOS SEMILLAS Y VOLVEREMOS A RENACER.

 

 

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