Teatro Principal

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Corría el año de gracia de 1613 y los vecinos de la nobilísima ciudad de los ángeles se aburrían demasiado por no tener un sitio propio en donde las familias acomodadas y decentes se reunieran en busca de solaz esparcimiento.

Las familias de la ciudad de los Ángeles Puebla, en la época colonial, frecuentemente se veían obligadas a retirarse a sus hogares al sonar en la Santa Iglesia el toque de queda y al no tener otro pasatiempo que el murmurar acerca de los demás. Es sabido que siempre ha sido éste el sabroso platillo para el paladar de los desocupados, entretenerse en el vicio del juego de las cartas o en las prácticas religiosas, como el rezo del santo rosario. Que amén de poder reunir a la familia en torno al ejercicio espiritual, se intentaba así mismo apartar a los más conspicuos de las tentaciones pecaminosas que con frecuencia a muchos hacia caer en el ocio.

Al principio del siglo XVII vivía en esta ciudad un laborioso artesano de nombre Juan Gómez Melgarejo aficionado a ver y representar comedias. Con el fin de dar rienda suelta a su predilección favorita hizo construir en una casa un teatro al que acudían en tropel no solamente vecinos de las calles cercanas del improvisado teatro, sino aún de los más alejados y apartados barrios.

Fue tal el buen tino de este hombre creativo, que junto con sus más allegadas amistades “echaba” comedias por las noches y era tal la algarabía y el regocijo que causaba en el público que materialmente se deshacían para obtener acceso a ese sitio de recreo.

Las autoridades del Ayuntamiento no veían con buenos ojos tales representaciones clandestinas fuera de orden y decidieron ponerle punto final a los artísticos esparcimientos del comediante carpintero en virtud de que en altas horas los cantos y gritos de los representantes de comedia, más los pasos y risotadas de los que ya tarde salían del teatrillo, rompían con la tradicional quietud de la conventual población.

Ante el claro descontento de los asiduos concurrentes, el Ayuntamiento de la ciudad se dio cuenta de la imperiosa necesidad de proporcionarle al público aficionado a esta clase de representaciones un amplio y decoroso corral de comedias donde pudiera divertirse sin desorden ni perjuicio. El 17 de octubre de 1626 el Ayuntamiento poblano consiguió del Virrey Rodrigo Pacheco y Osorio Márquez de Cerralvo permiso para tal edificación.

Es oportuno observar que si bien la construcción del coliseo de comedias, en los primeros años del siglo XVII, a España le dio orgullosamente el titulo del siglo de oro. (Ej. Cervantes en el Quijote de la Mancha), por el brillo de la exaltación en las artes. Contrariamente en México mereció más bien el sobrenombre del siglo del hambre y de la peste, cortesía recurrente en la producción del maíz y el azote del sarampión que golpeó con atroz saña a los naturales.

Ante las vicisitudes para que el Ayuntamiento concluyera la edificación del coliseo para comedias, se convocó a la colaboración de patrocinadores para tal fin; así el 9 de abril de 1743 se otorga a Francisco Xavier Salazar, vecino de esta ciudad, permiso para erigir un coliseo con el fin de promover la diversión de comedias y para que la juventud se alejara de la ociosidad, logrando levantar en poco tiempo los espesísimos muros, las gruesas bóvedas y las toscas almenas que coronan al edificio que hoy conocemos como Teatro Principal.

En 1753 se traspasa el contrato a Juan Ruiz de Ayala, pero no se cumple el objetivo de Salazar pues el interés del segundo patrocinador fue netamente religioso , ya que quiso destinar las rentas del teatro a la erogación de los gastos necesarios para celebrar anualmente una fiesta al Sagrado Corazón de Jesús. Como podemos ver, aún no concluían los trabajos de erección y ya se daban los enfrentamientos entre el ayuntamiento y los contratistas por haber pasado los 10 años estipulados entre las partes.

El ayuntamiento prosiguió la obra por su cuenta, mientras, se hicieron nuevas diligencias para encontrar un arrendatario solvente que cubriera las formalidades y exigencias de ser el nuevo empresario del teatro: Domingo Betancourt (sic) y Acuña fue el primer arrendatario y empresario del teatro que después se llamaría “Principal”.

Este teatro desde su fundación se ha dado a notar por haber sido el primero en América Latina y que sigue en uso, consolidándose día a día con la participación de la familia poblana que se reúne a disfrutar de las diferentes disciplinas artísticas como son: el teatro, danza y la música.

La presente información proviene de una transcripción del trabajo de investigación que el C. Eduardo Gómez Haro realizó con el archivo municipal de esta ciudad en el año de 1902.

Historia del Teatro Principal de Puebla, antiguo coliseo o corral de comedias desde los primeros pasos para construirlo.

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