Si hay una cualidad que más admiro en el ser humano es la perseverancia, aquella que le acompaña al dramaturgo, director, actor y maestro de teatro, Antonio Ordóñez Andrade, quien en estos 57 años ha demostrado constancia y firmeza en su vocación de crear y difundir sus producciones artísticas
En días pasados, tuve la grata ocasión de admirar su talento, en calidad de director de teatro, con la obra “Cinco Centavitos de Felicidad”, en el Teatro Prometeo de la Casa de la Cultura Ecuatoriana (CCE), obra que pone en escena textos y poemas de renombrados escritores latinoamericanos y ecuatorianos como César Vallejo, Nazim Hikmet, Manuel Escorza, Franz Fanón, Alejo Carpentier, Eduardo Galeano, Agustín Cueva, Bolívar Echeverría, Euler Granda, Humberto Vinuesa, Antonio Ordóñez y Rafael Larrea.
Viviana Muñoz y Fausto Zanafria hacen una breve descripción de esta obra y señalan “Se han cerrado las puertas, la población entre ruinas no pierde la esperanza. El coloniaje ha silenciado a los niños, las voces de los obreros y al campesino en su propia tierra. Suena una campana y advierte que el mundo entró en un estado de sitio. Pese a esto, la organización persiste en lo cotidiano, en los esposos que no se volverán a ver, en los arrestados arbitrariamente, en los hombres que son obligados a desaparecer a otros hombres. De esta manera la muerte no es un llanto que perdura en luto. La memoria es el camino a abrir las puertas, derribar las murallas y dejar entrar a los nuevos vientos”.
Cinco Centavitos de Felicidad es una de las centena de obras que Antonio Ordóñez ha logrado montar con el grupo Teatro Ensayo, grupo que ostenta una larga y fructífera representación teatral, cuyo punto de partida fue en diciembre de 1963 con la obra Réquiem por la Lluvia, del dramaturgo español José Martínez Queirolo. Circunstancia que permitió que el italiano Favio Paccioni, funcionario de la UNESCO, reconociera el talento de Ordóñez y creara el Teatro Ensayo, el Teatro de Arte Dramático y el Teatro Popular Ecuatoriano.
Tras dos años de creación del Teatro Ensayo, Ordóñez Andrade, a sus 21 años de edad, asume la dirección que interpreta obras en las que se evidencian el comprometimiento con nuestra realidad, al adaptar obras de la literatura ecuatoriana a un lenguaje teatral y dancístico. Es así como desde 1966 presenta las obras Cacao Seco, El Santo Oficio del Amor, Boletín y Elegía de las Mitas, Canto Esperpéntico.
Al respecto, Ordóñez en sus múltiples pronunciamientos ante la prensa, siempre destaca que sus obras tienen un alto contenido social; es decir éstas expresan un compromiso con la vida, el cambio, el ser contestatario al poder político que no se sintoniza con las necesidades de su pueblo, el sembrar semillas para la innovación y renovación de las nuevas generaciones que le tomarán la posta.
Es decir, Ordóñez va más allá de la actuación a través de discursos, gestos, escenografía, música, sonido; la mayor preocupación de él es dejar un mensaje que permita al espectador reflexionar sobre las diversas temáticas que pone en escena y que gravitan alrededor de la vida individual y social de los espectadores.
Se precia de haber llevado el teatro a lugares remotos del país, a audiencias especiales como sindicatos, oficinistas, obreros, campesinos, etc. a fin de ellos también conozcan y valoraren la creación literaria ecuatoriana, latinoamericana y universal.
Nacido en Quito, un 23 de enero de 1943, en el seno de una familia numerosa y dedicada al arte. Estudia en la Escuela de Arte Dramático de la Casa de la Cultura Ecuatoriana (CCE), en la Escuela de Teatro de la Universidad de Chile y varios seminarios de capacitación en México, Estados Unidos y Venezuela.
Inició su vida artística como poeta, al ser uno de los fundadores del grupo conocido como los “Tzántzicos”. Fue actor del Teatro Popular Ecuatoriano, director de la Escuela de Arte Dramático de la CCE, director de la Escuela de Teatro de la Facultad de Artes de la Universidad Central durante 11 años, profesor de la Facultad de Artes de la misma Universidad por 32 años, miembro del Instituto de la Junta General de la CCE. A lo que habría que añadir actuaciones en películas basadas en obras literarias ecuatorianas y series televisivas.
Amerita destacar que su condición de poeta le permitió ganar un concurso organizado por la Universidad Central de Ecuador, cuyos textos les integró en sus obras de teatro, en los que hace notoria su preocupación por la lucha de los pueblos, las traiciones y sometimientos de los que han sido víctimas, sobre todo en su libro El demonio de los ojos.
La polémica, también, estuvo presente en su vida artística. Cuenta que en 1972, en un festival de teatro de San Francisco- Estados Unidos presentó la obra Boletín y Elegía de las Mitas, y luego denunció que la condición de inequidad y exclusión de los indígenas se mantenía, esto en plena dictadura que vivía Ecuador, este episodio le costó su cargo de director del Teatro Ensayo de la CCE (1976-1979).
A raíz de aquello, se dedica al teatro independiente, en este tramo de su vida reafirma su línea política-ideológica, con la puesta en escena de obras de alto contenido social, como la obra “Santa Juana de América”, que exalta a la primera guerrillera que se conoce en nuestra América, “Vida y Muerte de Severina” de Joe Cabral de Melo. No obstante, hay dos obras que concitaron el interés y polémica: “Huasipungo” de Jorge Icaza y “Boletín y Elegía de las Mitas” de César Dávila Andrade.
Regresó a la Casa de la Cultura en 2003, cuando ejercía la Presidencia el escritor Raúl Pérez Torres, para nuevamente dirigir el Teatro Ensayo, época en la que desarrolla una intensa y prolífica actividad teatral. Lo que le marca como un hombre de tablas. En esta etapa afianza su línea política-ideológica y califica que su tarea teatral como teatro de la resistencia.
Amerita recordar su pasión y vocación por la poesía, en sus años juveniles, cuando fue miembro del Tzántzico (reductor de cabezas), grupo contestatario que pretendía sacudir y producir un remezón en los gestores culturales de la época (década de los sesentas), que a decir de Ordóñez pecaban de acartonados y mentirosos, no generaban nada para la posteridad. No hubo en la actividad teatral cambios radicales pero se logró sembrar la idea de no deponer los ideales de cambio y renovación en la actividad cultural, asegura.
Hoy en día, nuevamente, acechan las amenazas de sacar de la Casa a este grupo de teatro, por parte del actual presidente de la Casa de la Cultura Ecuatoriana, Fernando Cerón, quien ha manifestado que por falta de recursos económicos, no puede mantener a los 14 miembros del Teatro Ensayo. Esto ha provocado la molestia e indignación por parte de los artistas y el director Ordóñez Andrade. Se prevé que desde noviembre ya no se les renovará el contrato de trabajo.
Esto se sumaría a las precarias e incomprensibles condiciones de trabajo en las que se desenvuelve esta expresión cultural. El Estado debería fomentar e incentivar a través de un financiamiento adecuado, la continuidad de este arte que es tan importante como los demás.
Ojalá no pase de ser una mera amenaza y los amantes del teatro no se pierdan de disfrutar de esta expresión cultural y se eche a perder el aporte fructífero y ejemplar que ha hecho el Maestro, Antonio Ordóñez, en favor de las artes escénicas.