La celebración del 5 de mayo acaba de concluir. Caminando por las calles de Chicago durante esta famosa efeméride, me aventuré en el barrio de Pilsen, donde abunda la algarabía y el fervor mexicano. Los mariachis acampaban en las esquinas, mientras el sol de la Ciudad de los Vientos, por fin, se animaba a calentar las tertulias y a alumbrar las filas de muchachas de tacón esperando su turno a la entrada de los restaurantes, codo a codo con la juventud anglosajona, los turistas y las parejas negras.
Todos juntos saturaban las calzadas. Por un día, Chicago se olvidaba de las líneas divisorias dentro de ciertos sectores. No obstante, pasada la fiesta, cada quien regresará a su terruño y a las profundas diferencias.
Los de piel blanca volverán a los suburbios de escuelas modernas, bien equipadas, y a sus espacios con vistas al río o al lago. Los otros, que son más oscuros, llevarán a sus niños a escuelas donde hay que pasar las mochilas por detectores de metales, presentar identificación y hacer un scan de cuerpo al «estilo aeropuerto».
Mucho ha llovido desde que el Reverendo Martin Luther King puso el pie en esta ciudad con el propósito de acabar con la desigualdad, sobre todo con respecto a la calidad de vida en algunas áreas… Generaciones después, Chicago aún mantiene cada etnia encerrada en su parcela, lo que rara vez se traduce como un beneficio para los de piel morena. De ahí que, cuando en 2017 el Estado de Illinois pasó una ley para crear una beca que permitiría a familias de bajos y medianos recursos acceder a una escuela privada con dinero recaudado a través de donaciones, la comunidad (en gran parte afroamericana y latina) respondió con tanto entusiasmo que el portal colapsó bajo el peso de la demanda.
El programa Invest in Kids goza del favor de los más desventajados, pero no de la simpatía del Gobernador Pritzker, cuyas medidas presupuestarias buscan limitar su alcance. En vez de $75 millones de dólares, él quiere que sean $50 millones. En lugar de que el programa piloto se extienda hasta enero de 2024, quiere desmantelarlo lo antes posible.
Aunque los fondos provienen de contribuyentes o donantes que reciben un crédito de 0.75 por cada dólar que inviertan en los niños, y no de las arcas públicas destinadas a subvencionar las escuelas del distrito escolar, el Gobernador sostiene su postura argumentando que lo hace para el mejoramiento de las escuelas gubernamentales.
La comunidad demanda el programa, los donantes están estimulados y los presupuestos escolares no se tocarán. Entonces, ¿cuál es el problema? El problema es que el progreso de este tipo de opciones escolares pone muy nerviosa a la National Education Association (NEA). ¿Por qué? Porque es un asunto de poder, que no tiene absolutamente nada que ver con el bienestar de los niños ni de sus comunidades.
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