La India es uno de mis destinos favoritos. Casi nueve millones de turistas viajaron a ese país en 2016. Yo mismo he tenido la suerte de visitarlo en varias ocasiones, porque siempre me llena de energía. Podría decir incluso que es un descanso para mis rutinas. India es la mezcla perfecta entre el caos y el entendimiento; es un subcontinente lleno de contrastes.
Aunque muchos lo consideran el país de los mil colores, yo prefiero llamarlo el país de las mil emociones. En cada uno de mis viajes he descubierto un nuevo secreto de cada lugar y, al mismo tiempo, un pedazo de mí mismo.
Siempre digo que soy un ciudadano del mundo, porque mi pasión es explorar culturas diversas y conocer gentes; pero no solo para hacerme fotos en los monumentos más conocidos. Hablo de un turismo con sentido, para descubrir lo desconocido, abrir nuestra mente y dejar atrás la zona de confort limitante.
Cuando viajamos solos, a no ser que vayamos con un objetivo claro de desarrollo personal, acabamos centrándonos en lo estético. Sin embargo, si lo hacemos en equipo, podemos juntos decretar una intención, reflexionar, meditar en común y crear una nueva comunidad de intereses.
Por eso cada año incluyo la India entre los destinos de Cala Mundos. La primera vez fundamos una familia alrededor del viaje y aprendí que ir en grupo crea una convivencia totalmente diferente, un reconocimiento de alma a alma.
La familia que creció en el primer Cala Mundos India aprendió que existe un orden dentro del caos. Y que para poner rumbo a nuestra vida, primero debemos soltar los lastres que arrastramos durante años. Así hicimos en el río sagrado Ganges, en aquella experiencia única de transformación que tuvimos en Delhi, Varanasi o Mumbai.
La India me completa. Es un lugar que nos enseña a soltar los apegos, los miedos y los límites. Por eso coincido con el escritor francés Romain Rolland: «Si hay un lugar sobre la faz de la tierra donde todos los sueños de los hombres han encontrado un hogar desde el primer día en la existencia del hombre, es la India».