Con esta frase el pueblo chileno festejó el triunfo que alcanzó el pasado domingo 25 de octubre, cuando en una jornada histórica aprobó la elaboración de una nueva Constitución que será redactada por una Asamblea Constituyente Ciudadana. El sí, por una nueva Carta Constitucional, alcanzó el 78% contra un 21% que defiende la Constitución heredada de la dictadura presidida por Augusto Pinochet, quien asumió el poder por un golpe de Estado contra el presidente legítimamente elegido, Salvador Allende, en septiembre de 1973.
Se ha previsto para el 11 de abril de 2021 elegir a 155 ciudadanos, quienes conformarán la Convención Constitucional Ciudadana que redactará la nueva carta fundamental chilena. Miembros que serán elegidos por el voto popular, con escaños reservados para pueblos originarios, personas con discapacidad y sobre todo, será una Convención 100% paritaria entre hombres y mujeres, característica que se da por primera vez en el mundo.
“Un triunfo de la ciudadanía y la democracia” fue la respuesta que dio el presidente chileno, Sebastián Piñera, a lo acontecido el 25 de octubre. Añadió que “Hoy hemos demostrado nuevamente la naturaleza democrática, participativa y pacífica del espíritu de los chilenos y del alma de las naciones honrando nuestra tradición de república”. “Este plebiscito no es el fin. Es el comienzo de un camino, que juntos deberemos recorrer para acordar una Nueva Constitución para Chile”, agregó.
Para que la propuesta constitucional obtenga el mismo triunfo contundente del 25 de octubre, esta debe recoger las demandas emanadas desde la sociedad civil como el reconocimiento de derechos sociales, políticos, laborales, pensiones justas para los jubilados, acceso a viviendas dignas y otras exigencias que fueron expresadas en las movilizaciones de octubre de 2019. Movilizaciones libradas en las calles por una nueva generación opuesta a las leyes heredadas de la dictadura pinochetista de la década de los 80.
Lo sucedido el 25 de octubre es el resultado de un proceso intenso y doloroso. Chile vivió el último año momentos épicos, toda vez que cerca de un millón de personas se lanzaron a las calles a repudiar al gobierno de Sebastián Piñera que, a decir de ellos, trajo más pobreza, exclusión e inequidad al país de la “estrella solitaria”. Estallido que produjo estupor en la región, toda vez que en los últimos años, sus mandatarios habían sembrado la idea de que Chile es la Suiza de Latinoamérica. Mentira o espejismo que se quebró con estas manifestaciones en las que fueron asesinados decenas de jóvenes, unos 500 perdieron uno de sus ojos o ambos, por los carabineros y miembros del ejército. Todo este estallido social se inició cuando un grupo de estudiantes secundarios protestó por el alza del pasaje del metro.
A estas causas estudiantiles que demandaban, además, una educación gratuita y de calidad se adhirieron miles de chilenos que aprovecharon para repudiar “30 años de implementación” de un sistema neoliberal que trajo consigo los mayores índices de inequidad en la región, donde todo está privatizado, incluido el agua. Sólo el 1% de la población acumula la gran riqueza en Chile. De su parte, el mandatario chileno, en sus alocuciones, emitió mensajes bélicos.
Amerita destacar que el triunfo aplastante, del domingo 25, creó una emoción colectiva inédita, al constatar, un año después, que se pudo realizar este evento democrático, en el contexto de una pandemia con muchas restricciones sanitarias y con la participación ciudadana mayoritaria. Además, un resultado favorable que envía un mensaje claro y directo al mandatario Piñera. Ante todo a los carabineros que jugaron un papel nefasto en las protestas por lo que, hoy en día, son objeto de denuncias de abuso de poder, agresiones y delitos graves.
Para muchos chilenos, específicamente para los hijos de los asesinados y desaparecidos en la dictadura de 17 años de Augusto Pinochet, el recuerdo de Pinochet es muy doloroso porque él condujo una tiranía cruenta que, finalmente, no fue sancionada. Le acusan de dejar un sistema económico privatizador que obedece a una Constitución en la que se privilegia los negocios privados sobre el interés social. Las evocaciones ingratas de su gestión deambulan por todo el territorio, a la que le califican como la “gestión de un régimen de terror”, cuyos protagonistas, ahora, se camuflan en el olvido o simplemente se esconden para no reconocer su responsabilidad.
También acusan a los gobiernos democráticos que sucedieron a Pinochet por no desarmar lo heredado por Pinochet y, que más bien sostuvieron de forma invariable un sistema educacional y laboral que proscribió el derecho a la huelga, a la educación gratuita y a la seguridad social pública con pensiones dignas. Un régimen militar que irrespetó los derechos ciudadanos y que continúa sin saldar cuentas a cabalidad, luego de provocar el asesinato a más de 3.200 personas y torturar a 28.000 detenidos en las cárceles y lugares de confinamiento, afirma el periodista chileno- ecuatoriano, Leonardo Parrini.
Por lo que lo sucedido el pasado el pasado 25 de octubre, no es más que el entierro de una Constitución concebida en los años 80, que no surgió de la voluntad del pueblo y más bien constituyó un obstáculo para el ejercicio pleno de la democracia, la movilización social y reconocimiento de los derechos de las minorías. Una norma legal que promovió privilegios para una casta en un país caracterizado por ser racista y excluyente.
Entre tanto la versión del oficialismo y una parte de la prensa privada es que las movilizaciones que se han dado este último año fueron empujadas por terroristas que auparon actos vandálicos. A quienes salieron a las protestas les calificaron de criminales y extremistas. Es decir, las mismas descalificaciones que utilizó la dictadura pinochetista para justificar la brutal represión. La verdad, se desconoció las verdaderas razones del estallido social y se trató de acallar el descontento actual por la inequidad, explotación, falta de democracia que viven los chilenos.
Empero, queda en la retina de testigos los episodios protagonizados por multitudes de personas que salieron a las calles de varias ciudades chilenas para festejar el resultado del plebiscito. En la emblemática Plaza Italia de la capital chilena, Santiago, hubo atronadores aplausos, pitos, batucadas, fuegos artificiales, cacerolazos. Todo esto con la ilusión de que la nueva Carta Magna democratice a la sociedad chilena