Quisiera que mañana hubiera llegado. Me gustaría poder mirar el sistema educativo actual desde un punto de vista situado 30 años más adelante. Imagínate que estamos en 2050. En Estados Unidos cada niño, pobre o rico, tiene acceso a una educación de alta calidad y sus padres se han acostumbrado a decidir qué es lo mejor para ellos. Trazar líneas imaginarias que forzaban al estudiante a asistir a una escuela en particular ha sido un concepto borrado y olvidado. De hecho, la gente recuerda esas reglas y se ríe de su ridiculez.
Mientras son guiados por un museo de paredes grises, que parece más una prisión que una escuela, un chico indagará:
-¿Quién vivía en esas jaulas?
-No sé. Me cuesta creer que aquí, entre sillas alineadas como si fueran una factoría de ensamblaje, se cultivara la innovación e invención humana, respondería la madre. ¿Por qué permitimos que el sistema de fosilizara? ¡150 años repitiendo lo mismo! –se cuestionarían todos en silencio…
-Bueno, si no viene del pueblo, el cambio puede tardar una eternidad en llegar. El pueblo es quien decide cuándo es tiempo de salir del sótano para encontrar la luz—, diría en voz alta el guía, como si hubiera escuchado los pensamientos de los demás.
Si no te sirve, mi hijo, ¡salte! Ese fue el grito que encendió la llama en el corazón de aquellos reformadores que lucharon por una salida, un escape para miles de niños atrapados en escuelas desastrosas. Esos pioneros abrieron el camino hacia una nueva frontera en la educación escolar, fundamentada en el acceso a recursos para gozar de otras opciones, un derecho que vendrían a ser como aquel tren clandestino que sacó a los esclavos del sur para que pudieran vivir en libertad.
Finalmente, el sistema empezó a reajustarse, a aceptar la co-existencia alternativa, hasta que el derecho de los padres a controlar el destino educativo de sus hijos se convirtió en lo normal.
De la misma manera que los cambios ocurrieron en otras áreas, la educación fue reinventada, como se reinventaron los matrimonios inter-raciales o el derecho de la mujer a votar y la desegregación de las escuelas públicas. ¿Desegregación?, ¡un momento por favor!
¿Por qué la brecha académica entre blancos y negros nunca acaba de cerrarse? ¿Por qué la senda entre escuela y prisión sigue pavimentada por chicos de piel morena? ¿Por qué el sindicato luchó tan duro para impedir el progreso? La lógica que ha permitido la persistencia de un sistema de escuelas públicas monolítico sonará tan bárbaro en 2050, como suena en la actualidad que en los tiempos medievales los médicos no se lavaran las manos antes de una operación por desconocer la existencia de bacterias.
En estas navidades, es mi deseo que, sin tener que esperar a un futuro lejano, en todo el país se adopten opciones escolares y que este sea uno de los tantos derechos que cualquier familia pueda gozar.
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