De pronto, percibo que el aroma del camino me inunda de paz, que el ruido del transitar de los riachuelos me embriaga de calma, que el susurrar de las acequias me aquietan y, ante todo, miro con avidez cómo cambia la geografía de la ruta que me lleva a mi destino: me estoy alejando de la zona andina al subtrópico.
En el camino, no deja de sorprenderme la belleza natural desperdigada por doquier: cerros envueltos en una neblina azul, follajes tupidos que emanan perfume natural, árboles que se agitan a nuestro paso de un lado al otro, definitivamente, la belleza del paisaje toca las cuerdas de mi sensibilidad.
Al fin, llego a mi destino en medio de un sol declinante y una naciente llovizna: estoy en Mindo, un pueblito sugestivo y bien amado por los enamorados de la naturaleza. Mindo, una zona privilegiada, está a unos 1.500 metros sobre el nivel del mar, con una temperatura de 24 grados, a dos horas de Quito, tiene una población de cerca de 3.000 habitantes, dedicados a la agricultura, crianza de ganado y al turismo comunitario. Su gente se siente orgullosa por la fama mundial que tiene el lugar en torno a la observación de pájaros, en los meses de diciembre, por lo que ostenta cinco premios consecutivos mundiales en esta actividad.
Situado en una de las reservas naturales más importantes de mi país: el Chocó Andino, una zona que comprende aproximadamente 285.805 hectáreas, ostenta ochos pisos climáticos y es el hábitat de varias especies de osos andinos y el famoso olinguito, una especie de mapache que fue descubierta en 2013.
La zona del Chocó Andino va desde los 360 hasta los 4.480 msnm. Es decir viene desde la zona costera que comprende el bosque tropical nublado bajo, hasta alcanzar el bosque montañoso en la parte andina con temperaturas propias del páramo.
La provincia de Pichincha tiene la suerte de contar con este delicioso lugar dedicado a quebrar la cotidianidad de sus visitantes. En el camino a Mindo, desde Quito, se tiene la oportunidad de pasar por Nono, Calacalí, Nanegal, Nanegalito y San José de Minas, pueblos cuya población está totalmente volcada al comercio y a al turismo comunitario.
Mi Ecuador tierra de cumbres elevadas, playas de arenas blancas y una selva con una vegetación exótica, también, cuenta con estos pueblitos sugestivos, rodeados de cascadas, bosques húmedos que albergan 500 especies de aves, particularmente los colibríes o quindes, 90 de especies de mariposas, 170 especies de orquídeas, acompañadas de bromelias, heliconias, helechos, vides, musgos y líquenes.
Me sacudo del asombro para indagar qué actividades se puede realizar en Mindo. Me entero que, además, de la contemplación, de aves y mariposas, se puede practicar deportes de alta adrenalina como la equitación, el ciclismo de montaña, el raftin, el canopy, y tubing, descenso a las cascadas, recorridos por tarabitas, o, simplemente degustar de una gastronomía variada y rica, especialmente, de los diversos platos que se preparan con el mejor cacao de aroma del mundo, que produce esta tierra pródiga.
Otra particularidad son sus casas muy tradicionales, las mismas que en su mayoría han sido construidas con caña guadua, de chonta, de paja, en formas y colores muy pintorescas. En sus calles se puede encontrar a los moradores locales y afuereños vendiendo artesanías, entre estas, chalas, llaveros elaborados con caña guadua, figuras de tagua, sombreros, o simplemente, a los mochileros ofreciendo sus anillos, aretes, pulseras y otros, para continuar con sus aventuras.
Definitivamente, el lugar se presta para el disfrute de las personas que buscan cierta quietud. El silencio de los paisajes de sus alrededores es un aliciente para insuflarse de fuerzas para continuar con la vida citadina.
Cae la noche y se pierden los perfiles de todo aquello que a Mindo le rodea, todo está envuelto en sombras. Empero, una estampida de sonidos altisonantes salen por doquier.
La fiesta se prende para los jóvenes que visitan el lugar. Y es que, este hermoso lugar ofrece diversión para todos los gustos. En discotecas, bares y sitios pintorescos, los turistas nacionales y extranjeros se entregan al disfrute de la música y el baile.
De regreso a la ciudad, celebro haber visitado estas maravillas naturales estimulantes que se despliegan ante nosotros como un abanico de variados colores. Presiento que me alejé de todas esas pesadumbres íntimas que me oprimen, de vez en cuando, mi corazón. Ahora con la sensación de liberación y sanación, siento que ese tedio casi infinito se evapora, por lo que me apresto, con calma, a hacer realidad mis sueños.