Si bien en 1535 los conquistadores españoles suprimieron el Corpus Christi o el Inti Raymi, “Fiesta del Sol y la Cosecha” por considerarla pagana, este ritual ancestral se mantiene a pesar del paso del tiempo.
El Corpus Cristi o Inti Raymi celebra la espiritualidad del mundo indígena andino que pervive a pesar del paso de los años, gracias a la convicción de nuestros indígenas de defender sus tradiciones, el amor a su tierra, y ante todo agradecer al Sol por la luz y a la Madre Tierra por la fecundidad. Celebración que liga con mayor fuerza al ser humano con la naturaleza.
Fiesta que se remonta a los inicios del imperio de los incas en el Cusco (Perú) y marca el cambio estacionario o ciclos agrícolas. Es conocida con diferentes nombres según la localidad y la influencia española, por ejemplo: la Octava de Corpus Cristi en Pujilí, la misma que es “móvil” y que se lleva a cabo durante junio. A diferencia del Inti Raymi que se festeja el 21 de junio.
CORPUS CHRISTI
Luego de ser testigo de esta celebración en Pujilí, regresé a Quito con el espíritu agradecido por una jornada cargada de emotivas vivencias que tuve al visitar parte de la provincia de Cotopaxi; y en especial una de sus fiestas tradicionales el Corpus Cristi en Pujilí, la celebración más representativa de esta ciudad, declarada Patrimonio Intangible de la Nación, evento en el que los participantes se disputan los Danzante de Oro, Plata y Bronce.
Pujilí es una de las ciudades más antiguas de Ecuador, donde cada año, sus calles se convierten en escenarios en los que comparsas provenientes de diferentes lugares del país y delegaciones de países amigos se suman a esta algarabía llena de colorido y expresiones culturales.
Desde luego, lo que más llama la atención es su Danzante o Tushug (Sacerdote de la Lluvia), por su traje multicolor lleno de encajes, bordados, monedas antiguas, sobre sus hombros un penacho con enormes espejos e impregnaciones de pedrería y plumas, que simboliza el poderío de las aves andinas.
El Danzante es un personaje que bailaba con alegría por la cosecha del maíz mediante ritos de guerra en honor al Inca o Cacique principal. A manera de esclavo, el danzante rendía culto con sus brazos y ritmo al cóndor de los andes. Portaba en su diestra una planta de maíz, que fue reemplazada por un alfanje (puñal), costumbre que se mantiene desde la época colonial.
Al danzante le acompaña los sonidos del tambor y el pingullo. Las mujeres a su alrededor visten hermosos trajes multicolores, con una trenza cruzada de cintas de seda. En la cintura fajas amplias, sombrero de paño y vistosos collares. Pero lo más llamativo su sonrisas que cautivan a los espectadores, nos reseña un documento del ministerio de Turismo.
En fin, esta es una fiesta de sanación con gran sentido de lo sagrado y lo mitológico. En esta fiesta, las clases sociales se rompen y todos se prestan para agradecer a la Tierra y al Sol. En Pujilí esta es una fiesta donde el Ecuador profundo se da cita con sus diversas expresiones culturales. Realmente es un lugar de reencuentro, de unidad nacional, en torno a la gratitud al Inti (Sol) y a la Pachamama (Madre Tierra).
Un documento del Ministerio de Cultura y Patrimonio nos describe sobre los rituales ancestrales que practican algunas comunidades en esta época : toma de baños de purificación en vertientes o cascadas y las conocidas “limpias” con hierbas especiales realizadas por los yachas o taitas curanderos que practican esta medicina ancestral para curar los males del cuerpo y el espíritu. También como fruto de la evangelización están las misas en las vísperas de las celebraciones y entrega de ofrendas, prueba de ello es el nombre de Corpus Christi que se le da a la fiesta, sobre todo, en Pujilí.
El misticismo y la espiritualidad son parte esencial de este ritual. Empero, también los festejos se manifiestan con grandes tradiciones como la toma de la plaza, la entrada con la rama de gallos, el baile expresado con el famoso “zapateo” y la música acompañando a comparsas, cánticos, coplas, comida especial, bebidas como la chicha de jora o maíz, dulces, juegos y castillos pirotécnicos, bandas de pueblo, vacas locas. Todo esto lo pudimos vivir en la Escuela Politécnica del Ejército de Latacunga, con un grupo de estudiantes que haciendo gala de su juventud nos contagiaron de su alegría y bullicio.
Esta celebración es, también, una buena oportunidad para entonar la música ancestral o popular, en las que se utilizan instrumentos autóctonos y contemporáneos; al ritmo de ella se “zapatea” con el ánimo de despertar a la tierra para que reconozca su fuerza y riqueza que tiene. Y qué decir de los personajes infaltables de las comparsas como los campanilleros de Angla, aricuchicos, diablo humas, chinucas, payasos, carishinas, chagras, priostes etc. quienes con sus ocurrencias producen una alegría desbordante.
LA PROVINCIA DE COTOPAXI
Para los eventuales visitantes a esta provincia les recordamos que en el lugar hay otros centros turísticos para conocer, como la famosa laguna del Quilotoa, el Santuario del Niño de Isinche, la hacienda de Tigua cuna de las mundialmente pinturas naif de Tigua. Y por qué no hablar del hermoso nevado Cotopaxi con más de 6 mil metros sobre el nivel del mar, atractivo de los expertos y aficionados al andinismo.
Y por cierto, para los golosos están los famosos helados de la ciudad de Salcedo, conocidos porque en una sola unidad se puede degustar varios jugos de frutas, distribuido en capas de coco, naranjilla, mora, taxo, mora, mango, etc. se suma crema de leche y suficiente azúcar. En definitiva, hay para helados para todos los gustos. Por lo que, resulta difícil pasar por Salcedo y no servirse este delicioso postre.
Para los románticos o simplemente admiradores de las rosas ecuatorianas, en la provincia existen numerosas florícolas, donde se dan estas flores que han conquistado al mundo por su belleza y durabilidad. ¿Quién alguna vez no ha adquirido una rosa para expresar amor, respeto o admiración?
Recordemos que la rosa ecuatoriana es una de las más valoradas y premiadas en el mundo por su tallo largo, el tamaño del botón, la firmeza de sus colores y su fragancia, nos cuenta el Miguel Sansur, gerente de “Nevado Roses”.
Asimismo, hay recuerdos con los que se puede retornar a casa y se los puede adquirir en el barrio La Victoria. Los alfareros del lugar elaboran con arcilla, barro o cerámica objetos utilitarios, adornos, juguetes, etc. pintados con habilidad reconocida por sus colores llamativos y de buen gusto.
Latacunga, la capital de la provincia de Cotopaxi, a dos horas de Quito, también nos ofrece su espectacular fiesta de la “Mama Negra”, en noviembre, manifestación popular en la que se funden representaciones populares de aborígenes, mestizos, españoles, religiosas y afro ecuatorianas.
Una visita a su Centro Histórico y sus haciendas, en sus alrededores, permitirá a los visitantes quebrar su cotidianidad y disfrutar de unas merecidas vacaciones, sin dejar de mencionar su reconocida infraestructura hotelera acompañada de su excelente atención. ¿Y qué decir de su gastronomía con sus ricas chugchucaras, allullas y queso de hoja?
En fin, tras visitar los principales atractivos turísticos y las manifestaciones culturales de la provincia de Cotopaxi, me queda en la memoria que la identidad de un pueblo no puede ser mutilada o fracturada así no más. La pérdida de identidad produce intimidación, miedo y pesimismo. Por ello, hay que conocer, reconocer, preservar y difundir el patrimonio cultural y natural toda vez que impulsa sentimientos de afirmación y pertenencia.
Al respecto, el venezolano Fernando Báez dice “el patrimonio es lo que recuerda al padre, por lo que su devastación produce una orfandad contundente”.