«Lo que sucede, conviene», pero…

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«Lo que sucede, conviene» es una frase atribuida usualmente a Shakespeare y hasta al budismo. Su sentido más positivo depende del para qué. ¿Para justificar la procrastinación, el inmovilismo y la pretensión de ser simples espectadores de la vida o para pasar página?

A le gente del primer caso, «todo lo que sucede, conviene». Todo siempre viene bien, porque la pereza mental les ha convertido en un papelillo al arbitrio del viento, sin opinión propia ni objetivos.

En cambio, la frase también sirve para aceptar las transformaciones ajenas a nuestro control. Aquí «lo que sucede, conviene» no es una justificación a la chapucería ni a la desidia. Es el resumen de una etapa sin resultados positivos, después de habernos trabajado un objetivo, sin lucha descarnada, pero con enfoque y perseverancia.

Si objetivamente no podemos cambiar un acontecimiento, regodearnos en el obstáculo sería fatal para el estrés y la ansiedad. Entonces, como parte de la sanación inteligente, asumimos que «lo que sucede, conviene». Y si es posible, replanteamos las metas y establecemos alternativas.

Cada vez que nos suceda algo parecido, preguntémonos las causas y encontraremos respuestas para acceder al siguiente paso. Pretender controlar todo lo que pasa, que no se escape absolutamente nada, es el alimento favorito de la ansiedad. Entonces, si hicimos lo correcto, todo lo posible a nuestro alcance, digamos adiós al problema, con agradecimiento incluido por lo aprendido en el camino.

En tal caso, «lo que sucede, conviene» es una reflexión que cura y prepara para el siguiente reto. También hay que aprender a no aferrarse. El desapego nos permite evaluaciones más razonables, y emocionalmente equilibradas.

Que mueran nuestros padres y abuelos, ¿conviene? Por supuesto que no, pero terminará sucediendo por ley de vida. Entonces habrá que transitar las etapas del duelo, y aceptarlo.

Gane quien gane en EEUU, ¿conviene? Tampoco, porque se enfrentan dos programas de gobierno completamente distintos. Sin embargo, hay que aceptar lo que libremente decida la nación americana. La gente votó en coherencia con sus principios, pero el resultado de la acción de millones de personas está fuera de su control. Quien cargue con esa enorme mochila, pondrá en serio riesgo su salud mental.

En resumen, abracemos el cambio y fluyamos con los acontecimientos. De ello depende el equilibrio emocional y, en definitiva, la felicidad.

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