Todas las enfermedades degenerativas —y el envejecimiento en sí mismo, que empieza a ser considerado una enfermedad—, llevan al menos tres factores principales: aumento de la tasa de oxidación celular, disminución de la regeneración o mitosis celular y una caída en la producción del ATP, la molécula de la energía.
El envejecimiento siempre se ha visto como un proceso de desarrollo natural, contra el cual no se puede hacer nada, porque va a ocurrir sí o sí. Pero, las cosas van cambiando, ya que el deterioro es distinto en cada uno de nosotros. Es decir, el ADN, las mitocondrias y la labor del sistema inmunológico son diferentes, según el estilo de vida y el ambiente en que nos desarrollemos. Por consiguiente, el estrés y la herencia genética determinarán el grado de calidad de vida.
¿Cómo ralentizar el envejecimiento?
Todo empieza por el ambiente. Aquí el trabajo juega un papel fundamental: gastamos al menos ocho horas diarias. Son horas de producción de cortisol y radicales libres.
Lo que nos metemos en la boca, es crucial. Todo lo que lleve grasas saturadas, azúcares o siropes edulcorantes, nos quita años de vida al taponar las arterias y crear un daño permanente.
Comer hojas verdes es una obligación. Sin ellas no hay ácido fólico, que es fundamental para la reparación y replicación del ADN.
El pescado debe ser nuestro pan de cada día. Si no, pregunte a los japoneses, que lo tienen bien aprendido. Para ser longevos, el pescado lo primero.
Caminar al menos 4 o 5 kilómetros diariamente, visitar el gimnasio al menos tres días a la semana (45 minutos cada vez).
Darte importancia como persona y dejar de pensar en preocupaciones y temores. Ese sentimiento anula la producción de testosterona, hormona de crecimiento y células madre.
Lo digo una y otra vez: no educar a nuestros hijos en la comida basura, para obtener generaciones más sanas.
Asumir que existen plantas adaptógenas, que nos ayudan a lidiar de forma natural con el estrés celular. Por ejemplo, el ginseng coreano y el americano, ambos antioxidantes. El ginkgo biloba, que aumenta la circulación cerebral y en todo el organismo. El hongo cordyceps y el ganoderma, que activa el sistema endocrino y regula el funcionamiento del metabolismo celular.
Los omega 3 hacen que la sangre fluya mejor y proteja a las membranas de las células ante la oxidación. El extracto de corteza de sauce contiene ácido salicílico, ideal para dolores musculares y de cabeza, y es antiinflamatorio.
El aloe vera, digestivo antioxidante, calma la inflamación del cuerpo; el té verde, el café negro (en dosis bajas), el café verde, el resveratrol. Son los secretos de la naturaleza para ayudarnos a vivir menos oxidados y preservar mejor el ADN.
De todos, hay que valorar cuáles son los idóneos para nuestra realidad biológica. Para ello, lo ideal es consultar con un médico o especialista en metabolismo y medicina natural. Vivir más y mejor, sí se puede.