El trabajo no afecta solo a una parte de la vida, sino que también impregna los aspectos sociales y personales. No es raro que dos personas que comparten horario laboral, esfuerzos, objetivos; deseen ampliar sus vínculos. Cuanto más se conoce a alguien, puede haber más posibilidades de amarle. ¿Qué hacer entonces?
A menudo, las empresas miran con desconfianza este tipo de relaciones, pero cuando existe un adecuado control de las emociones, tanto en los protagonistas como en los espectadores, no hay por qué temer que impacten negativamente en la productividad laboral ni en el clima organizacional.
Las corporaciones deben establecer una cultura abierta, con el fin de que los trabajadores sepan que existe una confianza plena en su profesionalidad, que sus decisiones personales serán respetadas y que no habrá prejuicios ante cualquier relación libre, adulta y consentida.
Comunicarlo al departamento de recursos humanos. Se calcula que un tercio de las parejas que surgen en el trabajo viven su relación de manera clandestina. Algunas corporaciones tienen directrices o códigos de conducta para estos casos: es posible que sea necesario asumir un cambio de puesto o cargo, un traslado, pero, en mi opinión, siempre es mejor hablar con el departamento de recursos humanos, asumir las consecuencias y hacer pública la situación.
Si la empresa exige que se firme algún documento de renuncia en caso de conflicto de intereses, violación de confidencialidad, etc., habrá que aceptarlo con responsabilidad.
Dar un paso atrás siempre que sea necesario. Quienes se embarcan en una relación de pareja en su trabajo, deben observar un comportamiento ejemplar en todo momento para evitar consecuencias.
Por ejemplo, hay que estar dispuestos a retirarse de una votación o apartarse de decisiones subjetivas que puedan poner en duda la imparcialidad. Los intereses personales nunca han de primar sobre los de la empresa. Por lo mismo, no es admisible ningún trato preferencial en cuestión de turnos o vacaciones, etc.
Comportarse con la pareja como con cualquier compañero. Igual que no hay por qué mantenerlo en secreto, tampoco es necesario ponerlo de manifiesto. Es importante ser empático con los demás para entender cómo ven ellos desde fuera la relación.
Están desaconsejadas las interacciones personales, nada de muestras de afecto, sonrisas, miradas, WhatsApp… Y tampoco se justifica un trato de excesiva familiaridad que sea distinto del que tendríamos con el resto de los colegas.
Estar preparados para las críticas. La relación de pareja en el trabajo no es fácil para quienes la viven. Habrá que hacer frente a críticas, envidias, acusaciones injustas. Es esencial entrenar la gestión de las emociones, ser honestos y hablar claramente para resolver malentendidos, asumir errores o solucionar conflictos.
Apoyarse en alguien de confianza. La pareja puede ser el mejor apoyo en la vida, pero no en el trabajo. Conviene mantener la independencia personal, no comportarse como una unidad, no hablar en plural, no salir siempre a comer juntos, etc. Lo adecuado es diversificar y tener amigos de confianza.
En numerosos casos, las relaciones de pareja favorecen la productividad, propician una mayor implicación, mejor ambiente y mayores posibilidades de éxito. Por ejemplo, Barack Obama y Michelle Obama se conocieron en el trabajo y se convirtieron en un equipo ganador.
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