«Para escribir historia hace falta ser más que un hombre, pues quien agarra la pluma de esta gran justiciera, debe estar libre de intereses, vanidades y prejuicios». —Napoleón Bonaparte
Los libros de texto no cuentan la verdad, sino una versión de ella, y por lo regular es la del ganador. El ganador de la conquista de América, el hombre europeo, nos hizo creer la historia de unos salvajes en taparrabos que había que cristianizar. El arrebato del suelo y la explotación de los recursos fue su primer acto, seguido por el pillaje de lo intangible, que consistió en borrar la historia, la cultura, la religión, las lenguas, los valores de nuestros pueblos.
Posteriormente, México, entre otros países, ha tratado de revalorizar lo criollo al recontar la historia de los hechos desde la perspectiva de los vencidos. Howard Zinn también lo hace en su libro A People’s History of the United States (La otra historia de los Estados Unidos), una lectura importante para los que hemos emigrado a territorio estadounidense.
Una perspectiva perdida, que debería ser introducida en los libros de texto de países como República Dominicana, es la llegada y posterior distribución de esclavos negros en la isla La Hispaniola. Originalmente, era un solo territorio poblado por diversas tribus. Después, el francés tomó posesión del lado este y el español del oeste. De ahí que los esclavos del oeste, hoy Haití, aprendieron el idioma del patrón y además produjeron el creole. Los del lado oeste, actualmente República Dominicana, aprendieron el español de su señor.
La Hispaniola es una isla de negros donde co-habitan dos repúblicas. Y entre ellas, ahora mismo, existe una tensión racial que está alcanzando puntos extremadamente críticos. ¿Por qué?
Que todo lo blanco es mejor fue una de las premisas más importantes que emplearon los propietarios europeos para socavar la identidad del esclavo: la piel blanca era más bella, su música sinfónica más fina, las estatuas de sus santos más ciertas, sus ropas de encajes más suntuosas, entre una larga lista de valores impuestos como “superiores” sobre los valores del subyugado. No contento con esto, y para evitar la sublevación, el amo aprendió a dividir los esclavos entre sí: el más claro es mejor que el más oscuro, el joven mejor que el viejo, el macho mejor que la hembra, entre muchas otras estrategias de separación. La doctrina de ese sometimiento se encuentra plasmada en la famosa carta de Willie Lynch publicada bajo el título The Making of a Slave.
En los libros de texto dominicanos, como en muchos del mundo, no se enseña la verdad contada desde el negro, sino las diferencias, las guerras por el poder, la narración de un odio mutuo entre hermanos, perpetuando así el racismo entre estas dos naciones. Le toca a la noble gente dominicana desenmascarar la artimaña histórica y reevaluar su posición con respecto a su propia identidad y de cara a sus vecinos. Quisqueyanos, basta de odios. ¡Ya bas