Se cuenta que una madre recurrió a Gandhi para que le dijera a su hijo diabético que no tomara azúcar, ya que eso podía matarle y a ella no le hacía caso. El líder pacifista le contestó que volviera transcurridos 15 días. Cuando madre e hijo regresaron, Gandhi le dijo al niño que no comiera azúcar. La madre preguntó por qué no había podido decirle eso mismo la primera vez, a lo que Gandhi respondió: «Porque hace dos semanas yo también tomaba azúcar».
Las palabras no sirven de nada si no se acompañan del ejemplo. Esa es la lección de la vida que nos enseñan incluso los niños pequeños cuando imitan nuestras acciones, con independencia de que les digamos «no hagas esto o haz aquello».
El ejemplo es clave para convencer a los demás. Si queremos conseguir que nuestro equipo se comporte de una determinada manera, la forma de conseguirlo es dar ejemplo. ¡Cuántos jefes piden a sus empleados que acepten recortes y que hagan un esfuerzo mientras ellos mantienen privilegios como viajar en primera clase o cobrar bonos millonarios! El líder ejemplar debe comportarse ejemplarmente, no exigir una cosa mientras envía el mensaje contrario con su actitud.
¿Cómo ser un líder ejemplar?
Si buscamos la excelencia, debemos ser excelentes. No existe otra manera de conseguir nuestros fines.
Mantener un compromiso ético. La honestidad, el sentido de la responsabilidad, la integridad moral… solo pueden reinar en la empresa cuando los líderes encarnan esos valores y los ejemplifican en todos los ámbitos de su vida laboral y personal.
Trabajar junto al equipo. No podemos pedir esfuerzos a los demás si nosotros mismos llegamos tarde, nos vamos pronto y no cumplimos nuestros compromisos. Para liderar hay que trabajar al lado de los demás, hacer la tarea propia y saber delegar, para que todos sientan la satisfacción de aportar y ser parte del equipo.
Respetar a los demás. Eso implica escuchar, estar abiertos a lo que tengan que decirnos, valorar las opiniones de todos, ser comprensivos con las necesidades de conciliación de los trabajadores, no fiscalizar sus tareas y valorarlos como merecen; en definitiva, tratar a los otros como nos gustaría ser tratados.
Emplear el refuerzo positivo. Reconocer el esfuerzo individual y los logros del equipo tiene que ser una actitud integrada en la cultura de la empresa. Solo así se transmite la importancia de todos y cada uno en el éxito empresarial.
Mantener el estado anímico. Todos pasamos por momentos difíciles y situaciones estresantes. Un verdadero líder no dejará que cunda el desánimo o que la crispación se apodere del equipo. Su papel es mantener un ambiente motivador, sin tensiones, donde reine el sentido del humor, el entusiasmo y la satisfacción por los logros obtenidos.
Cuando un líder encarna la forma de trabajar que quiere en su equipo, su equipo se mimetizará con el líder en la misma dirección. Esto se llama eficiencia.
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