Con tal de descubrir si la pareja oculta algo, muchas personas recurren a tomar el celular y revisar todos los mensajes, llamadas y contactos “sospechosos”. Una persecución tras la huella de cualquier pista de infidelidad, mentira o simple curiosidad.
En ocasiones no hay ningún objetivo concreto. Nada específico que develar. En otras, se utiliza para confirmar o desmentir una información. Sin embargo, la forma de hacerlo sería cuestionada por la invasión a la privacidad que significa.
Una estrategia algo arriesgada que sería señal de inseguridad y celos. La acción podría tener un alto precio en la relación. Surgirían discusiones, desconfianzas y la debilitación del romance hasta llevarlo a su fin. Pero ¿qué llevaría a una mujer a espiar el teléfono de su pareja? Aunque en toda relación hay problemas o hechos que alertan de algo extraño, no todas revisan las redes sociales y formas de comunicación del enamorado.
El psicólogo clínico Antonio Godoy, director -junto a su hermana Alejandra- del Centro de la Persona, la Pareja y la Sexualidad (CEPPAS), señala que es normal que de acuerdo a las experiencias de vida las personas puedan contar con estabilidad emocional en unos momentos y con una inseguridad afectiva profunda. La diferencia está en cómo se manejan estos períodos.
Godoy explica que el miedo a la pérdida sumado a cualquier evento que haga cambiar la percepción de la relación transforma la conducta. “Si vemos que nuestra pareja se va a revisar a escondidas su celular pues le llegó un mensaje que le cambió la cara, podemos interpretarlo, desde el miedo, cómo un potencial engaño. Y actuamos, muchas veces sin darnos cuenta de ese miedo, incluso trasgrediendo los espacios del otro, sólo para sentirnos más seguros o para confirmar una traición”, indica.
La desconfianza por un hecho puntual, por otro lado, podría generar una cadena de recriminaciones y agresiones dañinas para la pareja si se convierte en un hábito. En este caso se forjaría una dinámica de relación basada en el control y en la posesión.
Quizás la instancia en que el teléfono está al alcance de la mano y no hay nadie presente en el lugar, facilita la decisión de la mujer de “mirar un poco”. Sin embargo, esto podría reiterarse sólo si la pareja lo permite y no hay definición de espacios.
Sea cual sea la razón, todas podrían demostrar un rasgo enfermizo dependiendo de qué tan incorporada tengan las mujeres la acción de indagar en el celular.
El psicólogo Godoy comenta que también hay que considerar los rasgos de personalidad de la persona y que “estas conductas formen parte de la expresión psicopatológica de la celotipia, o de cuadros paranoides, que tienden a ser muy complejos”.
Cuando la exploración de los mensajes del celular es un hecho puntual, no representa un trastorno en sí mismo. La diferencia se produce cuando es prácticamente una rutina. Se transforma en una forma de completo dominio de la pareja para conocer dónde pasa tu tiempo, con quién se comunica y qué nuevos contactos tiene. Ahí aparece la inseguridad, la obsesión y las acciones explosivas.
Una cosa es revisar el celular y otra muy distinta es qué hacer con la información recogida. Antonio Godoy, sostiene que “lo paradójico es que, si no encuentran pruebas, eso no las tranquiliza más que por un rato. Y si ‘comprueban’ una traición, tampoco tienen muy claro qué hacer después.
Otro de los factores que determina la continuidad o freno de las revisadas de celular, es la reacción del afectado. Se trata de no fomentar el hábito y tampoco de crear un conflicto. Godoy plantea dos alternativas que pueden variar según el tipo de relación.
“A la primera oportunidad que se dé cuenta que esto ocurre, hay que frenarlo inmediatamente, rechazarlo como una forma de relacionarse”, señala el psicólogo, para evitar futuras complicaciones.
En una segunda alternativa “diametralmente opuesta, es pasarle nuestro celular al otro, tranquilamente, ya que no hay nada que ocultarle o porque no se le guardan secretos. Esto puede cortar la inseguridad, al menos como una acción inicial”, complementa Godoy.
Lo fundamental es establecer los límites del espacio de cada uno y negociar la forma de llevar la relación. Es apropiado conversar acerca de cómo enfrentar los problemas de confianza y transparentar los conflictos sin necesidad de trasgredir la esfera privada de la pareja.
También hay que aclarar que si la situación se da tanto en la mujer como en el hombre, se debe ser capaz de comunicar la molestia generada y sus consecuencias. “Por ejemplo, si él le revisó varias veces el celular, ella le puso un límite absoluto donde, si lo vuelve a repetir, dañaría gravemente la relación, incluso provocando un distanciamiento importante”, recomienda Godoy.
Por otro lado, cuando se advierte que la pareja tiene una gran inseguridad, puede considerarse un punto de inicio para incorporarlo en la relación y poder, así, crear espacios de comunicación fluida y confianza.
Con información de Emol.com