“No hay historia muda. Por mucho que la quemen, por mucho que la rompan, por mucho que la mientan, la historia humana se niega a callarse la boca”. Eduardo Galeano.
Admiro profundamente a ese genio español que es Pedro Almodóvar. Lo vi crecer, y también vi crecer a su lado al maravilloso actor Antonio Banderas y a la excelente actriz Penélope Cruz. Almodóvar se enfrentó a la sociedad española con sus películas sobre sexo, bastantes crudas, fuertes y con endiablado ritmo, excelentes guiones y un gran etcétera. Lo confieso. Soy fan de Almodóvar y admiro su valentía y talento sin límites.
Pero hoy, viendo en el cine su estreno “Madres paralelas”, me sorprendió positivamente. Sin olvidarse de las mujeres, nos entiende mejor que muchos y nos presenta como somos y sentimos. Se metió en el pasado triste de la historia española, los terribles años de la dictadura de Franco. Pero no se equivoque, lo trató muy a “lo Almodóvar”, sin perder su estilo y forma de decir las cosas.
La primera parte narra una historia común: dos mujeres embarazadas por relaciones sin compromiso o bajo efecto de drogas y alcohol o abuso sexual. Como no me canso de decir, al mundo hay que bajarle mucho la hipersexualidad generalizada, que en este caso tiene como consecuencia el nacimiento de dos niñas. Una madre ni sabía quién la embarazó.
La sexualidad es algo demasiado importante y serio. Primero, mueve el mundo. Segundo, crea la vida de un ser humano indefenso, que depende de sus padres para sobrevivir y tener futuro. Un nuevo ser humano que deje un gran legado al mundo, solo crece en familias que funcionan. Si usted se va a la cama con cualquiera, ese cualquiera la embaraza y lo tendrá que aguantar toda la vida influyendo en el futuro emocional, sexual y familiar de su hijo. Quiera o no, él tendrá el sello de ese “cualquiera”.
El cineasta maneja muy bien el conflicto de las dos madres, y cómo ellas lo resuelven sin afectar a las niñas. Los hijos ya pagan bastante lo que sus padres son y cómo los criaron, para también sufrir los problemas de los adultos. Sacrificaron su deseo de mantener al lado a su hija, la niña pudo tener el amor de las dos…
Pero el final lo vale todo. Lo que venía sucediendo era, desde el principio, el deseo del personaje representado por Penélope Cruz de que en su pueblo se encontraran los restos de sus abuelos, bisabuelos o padres, que habían sido terriblemente asesinados y tirados como animales en una fosa común.
Las emociones, los sufrimientos de estas familias, la viejita que no quiere irse, a pesar de estar casi muriendo, sin que sus familiares puedan ser enterrados junto a ella. La familia es una unidad emocional, y aquí lo podemos sentir y palpar.
Salí del cine cantando versos de grandes poetas españoles, en las cosas hermosas que hizo Serrat al convertirlas en canciones. Y pensando en cómo el franquismo fusiló a Federico García Lorca.