Cuando decidí asistir a la primera fiesta popular del año: “La Diablada Pillareña”, me revestí de entusiasmo e interés. Viajé a Píllaro, ciudad ubicada en el noreste de la provincia de Tungurahua, a 20 minutos de Ambato.
Durante el viaje, lo primero que atrapó mi memoria fueron los sonidos y ritmos de las bandas de pueblo; prácticamente, el alma de una fiesta popular que al son de albazos, pasacalles, sanjuanitos, pasillos, tonadas, yaravíes, provocan desde la suprema alegría hasta grandes nostalgias a quienes la escuchan.
La mayoría de los pueblos de Ecuador tiene su banda conformada por músicos aficionados del lugar que, en un momento dado, dejan sus instrumentos de labranza u otras labores para encender la chispa de la alegría de su pueblo o arrancar lágrimas.
Ellas acompañan a los difuntos y sus familias en el camino a la eterna morada. Están presentes en los momentos más relevantes de la vida de un pueblo. Simplemente porque la música está íntimamente ligada, individual y colectivamente, a la existencia del ser humano. La existencia de las bandas de pueblo es una costumbre muy arraigada; realmente, son parte de las expresiones culturales populares que brota de sus entrañas.
En el trayecto a Píllaro, además, rememoré las vestimentas que lucen los diablos de Píllaro: ropa multicolor en la que predomina el rojo y el negro; ropaje elaborado en tela espejo o satín adornada de flecos. Zapatillas de color negro, medias de color carne, pantalón corto. Algunos lucen capas con mensajes alusivos al demonio o a Lucifer. En una de sus manos llevan el acial o fuete y en la otra animales vivos o disecados.
Y desde luego, el atractivo principal: las máscaras alusivas al diablo, que son obras de laboriosos artesanos del lugar. En su elaboración artesanal se demoran meses, a éstas se les adorna con cuernos de toros u otros animales y se les inserta dientes de chivos, venados, corderos, toros, etc.
La máscara es elaborada con varias capas de papel, empapadas de engrudo o cola blanca que se las coloca sobre un molde de yeso, cemento o cangagua. En la parte superior de la máscara se coloca una coronilla de cartón, otros llevan pelucas hechas con pelaje de animales, cabuya o paja plástica.
Asimismo, en el trayecto iba evocando las diversas versiones que acompañan al significado de esta fiesta: la histórica tiene que ver con la rebeldía del mundo indígena ante la opresión de la religión. Muchos historiadores señalan que la Diablada de Píllaro recrea el levantamiento indígena acaecido en Píllaro y Pelileo, en 1768, encabezado por Julián Tubón, cacique de Guambaló y su gente disfrazados del diablos, (La Diablada Pillareña, 2006, Pedro Reino, 2006).
A esta versión se suma aquella que describe otro historiador Luis Lara: “los indígenas se disfrazaban de diablos el 1 de enero para protestar contra los abusos de los españoles y que tuvo un momento crítico en 1898”.
Otros señalan que en el siglo XVI, el diablo se “aparecía” en Píllaro, por lo que en recordación de ese episodio, sus habitantes se disfrazan de diablos. Además se asegura que nació por la rivalidad entre los caseríos Marcos Espinel y Tunguipamba, los primeros cortejaban a las mujeres del otro sector y los varones usaban máscaras de diablo para asustarlos.
La fiesta consiste en un baile continuo de los “diablos”, durante 8 horas diarias, desde el 1 al 6 de enero. Cada diablada parte desde los diversos caseríos que rodean la ciudad hasta sus calles céntricas, a esto grupos se los llama “partidas”, ellas se esmeran en hacer un buen papel y arrancar el mayor número de aplausos de los turistas nacionales y extranjeros que los asedian para fotografiarlos.
Para intervenir en el desfile no hay prohibiciones de ninguna naturaleza, cualquier persona puede disfrazarse de cabecilla (el que dirige la diablada), diablo, guaricha (hombre o mujer vestidos con camisón de dormir), capariche (barrendero que con una escoba de hierbas va limpiando las calles o los pies de los espectadores) y los danzantes de línea, parejas que al son de la música de la banda de pueblo bailan entre ellos y con el público.
Cuando llegué a Píllaro, me consta que la gente en Píllaro estaba completamente “encendida”, es decir entregada a la “causa”. Personas dedicadas a la venta de comidas típicas: fritada (carne de cerdo frita), hornado (carne de cerdo preparada en horno), choclos tiernos, caldo de gallina, cuyes y conejos asados, tortillas con morcilla, caldo de calavera y empanadas de viento. Prácticamente, el aroma culinario invadía las calles.
De igual manera, por doquier había venta de artesanías que, en su mayoría, consistían en máscaras en miniatura. Y lo más emocionante, escuché con frecuencia el himno popular de la ciudad: “Píllaro Viejo”, canción a la que sus habitantes aman de corazón.
No dejaré de mencionar que en el trayecto hacia Píllaro, me conmovió el hermoso paisaje andino que desfilaba frente a mis ojos. Definitivamente, los paisajes andinos, costeños y amazónicos de Ecuador son como un vendaval de renovación que sosiega el alma.
El viaje lo hice en compañía de mi familia, a quienes les iba comentando sobre Píllaro, cuna del general indígena: Rumiñahui, (cara de piedra) quien según la historia combatió a los españoles con rebeldía y bravura, convirtiéndose en el símbolo de la resistencia indígena en América.
Se dice que escondió los tesoros del Reino Quito en los Llanganates, cordillera oriental cercana a Píllaro, para evitar que los españoles se apoderen. Alrededor de este episodio se han escrito innumerables leyendas que enriquecen el imaginario ecuatoriano.
Píllaro, ciudad con aproximadamente 44.000 habitantes, fue fundada en 1570 por Antonio Clavijo. El nombre de Píllaro tiene dos voces indígenas pre quichuas Pillala que significa rayo o trueno y Aroque que significa Altar, por lo que Píllaro viene a ser el altar del dios Rayo o Trueno
Habría que añadir que en los alrededores de Píllaro hay otros atractivos turísticos para visitar, sobre todo, para aquellos que gustan del contacto con la naturaleza: el Parque Nacional Llanganates, una área protegida por su extensa red de lagunas. La Ruta de los Frailejones, plantas propias del páramo. El Bosque Polylepis, lugar donde habitan los lobos de páramo, osos de anteojos, venados, tapires y otros.
En fin, mi verdadera intención es recordarles a mis paisanos sobre la riqueza cultural de Ecuador y hacerles saber que esta fiesta fue declarada en el 2009, PATRIMONIO CULTURAL INMATERIAL DE ECUADOR.