Cuando la sociedad machista permitió que la mujer saliera de su casa a trabajar, las estudiantes de la época no contaban con muchas opciones. Así, ciertas áreas se caracterizaron por darles entrada con mayor facilidad. Entre las alternativas más populares de entonces se encontraban ser secretaria, enfermera o maestra. Hoy nos ocuparemos de la última.
En vista de que no podían convertirse en astronautas, cirujanas o gerentes de empresas, las mujeres ocuparon un gran espacio en el mercado laboral de la enseñanza, el cual recibió un flujo masivo de personas brillantes. Esto convirtió el gremio en uno desbordante de talento y, a la sazón, prestigioso. Además, otro aspecto positivo fue la gran variedad de aquellas que se dedicaron a la instrucción: mujeres de las zonas urbanas y rurales, blancas (las más) y negras, de clase media y media-alta, todas aportando su grano de arena.
No obstante, con el paso de los años, la variedad y cantidad mermó. A medida que las mujeres se fueron abriendo camino y destacándose en otros ámbitos, el magisterio fue perdiendo su capacidad de reclutar la crème de la crème. Al vacío que produjo este éxodo, no se la ha encontrado todavía una solución. Por eso, EEUU sufre de un déficit de profesores tal que cada año escolar las escuelas públicas abren sus puertas con un alto número de maestros sustitutos, quienes tratan temporalmente de suplir la demanda y ¡no alcanzan!
No solo el problema es cuantitativo, sino que es también cualitativo.
¿Cómo motivar la gente más capaz a dedicarse a enseñar? Quienes han nacido con la vocación innata de servicio y amor por los niños, se motivan -casi- solos, aunque no son mayoría.
El resto podría animarse si existieran buenos incentivos. ¿Es el salario un buen incentivo? En general, los educadores ganan menos en comparación con los profesionales de otras carreras. Existen algunas excepciones, por supuesto. En lugares como Alaska y New York el sueldo de un maestro es el doble que en Mississippi. Y de ahí que los miembros el sindicado de maestros salieran a protestar contra la práctica de asignarles pobres remuneraciones y se tiraran a la calle vestidos de rojo-ira en Arizona, Virginia, California, Oklahoma, entre otros Estados.
¿Prestigio? En países de Europa y Asia ser maestro escolar es muy respetado. Los colegios de educación escogen a sus candidatos con rigor. Los preparan hasta alcanzar un grado de maestría y, una vez contratados, les pagan jugosamente. En los Estados Unidos, no tanto. Ni tanto rigor ni tanta preparación y ¡de seguro! tampoco mucha compensación.
El problema no es única y exclusivamente un asunto de dinero. Con suerte, al subir los salarios se aplacarán un poco las cosas. Aunque no hay garantía. En Arizona, los maestros recibieron un incremento de un 19% y luego, igual paralizaron la labor, cerrando cientos de escuelas. ¿Por qué? Las razones no son del todo claras.
Lo cierto es que hay una crisis real de falta de educadores, de retención y de valoración de los mismos. Esta crisis no es de ahora, y no mejora. Como sociedad cabe preguntarnos, aparte de huelgas, ¿qué haremos para resolverla?