Imagina que, de la misma manera que gozamos de Netflix para el entretenimiento, existieran plataformas digitales para la educación. ¡Pues ya no hay que imaginárselo!
Bajo las restricciones impuestas por la crisis de salud que estamos viviendo, la aplicación de la tecnología al ámbito formativo ha llegado para quedarse. Y se está creando un nuevo ecosistema, en el cual la «formación es especializada y la calidad se democratiza con plataformas robustas, donde se pueden mantener actualizadas las competencias, crear ecosistemas de aprendizaje para aprender de los compañeros, aprender del mundo real y de las interacciones sociales», según explicó Alberto de Torres, director de un programa de educación universitaria en línea y gerente general de Nektiu.
No obstante, y paralelamente al advenimiento del nuevo paradigma, la división entre aquellas familias que gozan de óptimos recursos financieros y las que no, es ahora más evidente que nunca. Debido al alto costo de las tecnologías de información y comunicación, la adopción y utilización de estas plataformas es muy desigual. Este fenómeno recibe el nombre de brecha digital.
En el pasado se consideraba la brecha digital como una cuestión principalmente de acceso, pero, con el uso global de teléfonos móviles, la desigualdad actual se plantea entre aquellos que tienen más y menos ancho de banda y más o menos conocimiento para manipular las computadoras.
En un reporte publicado en octubre de 2019 por el Pew Research Center, se encontró que el 40% de los adultos norteamericanos están atrasados con respecto al dominio y entendimiento de medio sociales, tecnología y manejo de datos. En mi experiencia asistiendo a comunidades donde el índice de pobreza es alto, he encontrado que muchos padres son iletrados o cuasi-iletrados en materia digital. Al mismo tiempo, estos son los padres a cargo de educar a sus hijos en casa. ¿Cómo lo están logrando? Esa es la pregunta del siglo.
Muchos distritos escolares carecen de suficientes Chrome books (o cualquier otro instrumento requerido por la escuela) para prestar o regalar uno a cada estudiante. En algunos hogares, ni siquiera hay acceso a WIFI y mucho menos al dinero necesario para comprar una tablet para cada niño.
Así, proponemos que para cerrar la brecha digital se necesitará una suma de voluntades: el gobierno, el sector privado y las comunidades afectadas. Tenemos, entonces, que repensar el diseño y uso de los fondos educativos, así como imaginar nuevas fórmulas que hagan posible la conectividad de hogares de bajos ingresos y maneras de proveer entrenamiento a los padres. De lo contrario, lo que podría ser una magnífica oportunidad para democratizar la educación, puede convertirse en otra manifestación de desigualdad e injusticia social.
@hergit11