Basta con mirar a nuestro alrededor para encontrar sobradas evidencias de la juventud que adolece esta nación, cuya historia apenas data de cientos de años.
Sociedades más antiguas, como la japonesa o la latina (que se remonta a los tiempos del imperio romano), poseen la sabiduría de los siglos y han mantenido algunos valores intactos, que son fundamentales para una sociedad sana, como el amor y respeto por las personas mayores. En esas culturas, los abuelos son parte integral de la familia y participan activamente en la crianza y en la educación de las nuevas generaciones.
Estudiando esta interacción, los sociólogos, psicólogos y antropólogos han encontrado que es beneficiosa tanto para el niño como para el anciano. Al último, le transmite alegría de vivir. Y a los chicos, por lo general, les da la oportunidad de aprender de alguien más paciente que sus padres.
En algunos lugares se están llevando a cabo pequeños experimentos donde los abuelos han sido llamados a participar de las hortalizas y jardines escolares, entre otros proyectos. Tal fue el caso de la escuela elemental Crestwood, en Nevada, donde la administración ha entendido el valor que añaden los abuelas al proceso educativo.
Localizada en el corazón de un barrio poblado por familias mexicanas, Crestwood supo capitalizar en la tercera edad. “Muchos de los abuelitos tienen la experiencia de saber trabajar la tierra. Ellos cuidan y mantienen este jardín mejor que nadie”, me decía la directora del plantel. Pero más allá de ayudar como voluntarios para el cuidado de las plantas, “el jardín nos ha servido para reconectar a estos niños con la naturaleza y con el conocimiento que de ella tienen sus ancestros. Además, este espacio nos ofrece una herramienta para enseñar todo tipo de lecciones”, añadió Miss Richardson.
Una de las lecciones más importantes ha sido el planteamiento de una mentalidad de crecimiento. “Los cascos urbanos de muchas ciudades de este país, incluyendo Las Vegas, son junglas de cemento. Nuestros estudiantes están desconectados de la abundancia que ofrecen los campos y bosques. Observar cómo una semillita busca salir por debajo de una roca o cómo el agua busca su curso alrededor de una barrera, muestra el poder de la persistencia, de tener grit. Y cuando estas lecciones son adornadas con anécdotas contadas por las abuelitas, el vínculo afectivo, la historia familiar y la filosofía de superación del currículum escolar se funden para crear una experiencia de aprendizaje rica y profundísima, continuó explicando la directora. A manera de conclusión, las abuelitas son lo mejor que le ha pasado a esta escuela en mucho tiempo, exclamó la emprendedora y entusiasta señora directora.
En esta época de fiestas y re-encuentros familiares, hagamos una pausa para reflexionar sobre el papel de nuestros abuelos y cómo podemos integrarlos más en las rutinas de aprendizaje de nuestros hijos. ¡Quién sabe los frutos que recogeremos de esa cosecha!