Es difícil ser hombre. Así llamé a una serie de artículos que escribí en los 90. Fue en esa época cuando empecé realmente a entender a los hijos de Adán. Debo agradecer a Walter Rizo, al Dr. Pedro Savage, a la terapia familiar y de parejas, el ámbito de rumbo en mi discurso y metas al comunicar, con el fin de enseñar a la gente y dejar un mejor mundo a mi hija.
Con esta obsesión invadí la televisión dominicana, los periódicos, la radio, el teatro y los musicales. Hice en EEUU espectáculos educativos musicales (“Todo sobre el amor… infidelidad”, en San Juan, y luego en Miami. Después, “Solo para hombres… y también para mujeres” en Miami, República Dominicana y Nueva York. Fue otra manera de llegar a los que no me veían en televisión.
¿Por qué esta obsesión en educar a los hombres y mujeres del mundo sobre la pareja y concientizar sobre la necesidad de una “liberación” masculina, para que la pareja funcione y cambiar la sociedad? Sin este cambio, el mundo seguirá sin rumbo, porque amor = familia, y la suma de familias = a sociedad.
Esto me llevó al salto de pelear con los hombres y con el machismo, sin ser feminista; a defenderlos y a tratar de que la nueva mujer eduque al hombre antiguo, que sigue aparentando ser fuerte, no tener miedo, ser un pene erecto caminando por la vida, tratando de llevar a cabo las tres P que la sociedad le ha impuesto —ser un preñador, proveedor y protector—, cuando casi todos están confundidos, llenos de temores y ante una mujer que no lo entiende. Sin este cambio, no hay futuro.
La sociedad ha impuesto a los hombres una serie de mandatos que él no puede cumplir. No puede ser un pene erecto caminando por el mundo, porque no controla su órgano. Ese señor se erecta cuando le da la gana, aunque él esté deseando profundamente a esa mujer o compañero. No sabe manejar sus emociones, porque nadie le dio permiso para expresarlas.
No olvide la cantaleta con que crecieron: “los hombres no lloran, deben siempre ser fuertes y no tener miedo”.
Hemos sido tan duros con ellos, que no le hemos dado permiso para demostrar amor y ternura con su pareja e hijos. Tampoco para decir “perdóname” o “te amo”. Los hemos convertido en analfabetos emocionales y sexuales. La mayoría cree que hacer el amor sin penetración es un contrasentido. Lo que añade algo muy preocupante: el miedo a la vejez. Esto significa, según ellos, la muerte de su sexualidad (lo cual no es cierto) y tornarse vulnerables, depender de los que ama, entre otras cosas.
Toda edad tiene sus encantos. La sexualidad muere con nosotros, y podemos disfrutar y tener muchísimos orgasmos sin penetración. Para algo Dios nos dio una boca y diez dedos, además de la capacidad para disfrutar sin genitalizar cada encuentro sexual. Rescatemos a nuestros hombres.