Lituania se enfrenta a China: ¿el tamaño importa?

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Lituania es un pequeño país báltico de 2,8 millones de habitantes, que ya se enfrentó a la Rusia soviética y a la agresiva autocracia de Putin. Ahora ha decidido enfrentar también a la dictadura china. Esta coyuntura no solo refleja coraje y convicción. Es un ejemplo contundente para otras democracias pequeñas y medianas, de ingreso medio y alto, que argumentan que no es posible —o conveniente— enfrentar a potencias autoritarias, porque parte de su prosperidad depende del comercio con éstas.

Los presidentes de las comisiones de asuntos exteriores de los parlamentos de 11 países europeos y Estados Unidos firmaron una fuerte declaración conjunta, el viernes 27 de agosto, en la que condenaron los esfuerzos de China para castigar a Lituania, debido a su acercamiento a Taiwán.

Los legisladores, entre ellos el senador demócrata Bob Menéndez, rechazaron enérgicamente la presión política y económica de Beijing sobre Vilnius. En palabras de la misiva, «la interferencia en los asuntos internos de un Estado de la Unión Europea y la OTAN no es bienvenida ni apropiada».

La valiente actitud lituana los deja en una posición incómoda. No solo se enfrenta con China y reconoce a Taiwán (abriendo una oficina comercial), sino que lo hace situada en la misma frontera con Rusia (en el enclave sur de Kaliningrado). Es decir, no arguye la inexorable necesidad de la neutralidad desde una lejana América del Sur, América Central o África meridional, sino en las narices de la autoritaria Rusia. Además, es miembro de una Unión Europea que se siente demasiado cómoda con el ejercicio de equidistancia hacia China, promovido por Berlín.

Entonces, quién defiende la noble idea de la democracia liberal, amenazada hoy por dictaduras como China y autocracias como Rusia? En tiempos difíciles, donde distintos desafíos atraviesan a EEUU y a la Unión Europea, el coraje de la pequeña Lituania ofrece cierto optimismo.

Pero, más aún, representa un fuerte llamado de atención para los “neutrales”, que repiten (incluso hasta convencerse) que una democracia pequeña o mediana no debe ni puede enfrentarse a una dictadura grande y en ascenso. No comprenden que lo que hoy es costoso, mañana será muy costoso y pasado mañana será muy difícil de modificar.

Lituania y Taiwán nos generan cierto optimismo. No casualmente sus caminos se han encontrado. Son dos ejemplos extraordinarios que demuestran que, para defender a la libertad, el tamaño es importante, pero, en verdad, lo imprescindible son las ideas claras, el coraje y la convicción. La razón y la pasión frente a la fuerza, la amenaza y la violencia. Es un acontecimiento formidable.

* Director ejecutivo del Centro para el Estudio de las Sociedades Abiertas (CESCOS) y miembro del Frente Hemisférico por la Libertad.