LOS CHILES EN NOGADA DELICIOSO PLATILLO BARROCO ORGULLO DE LA COCINA POBLANA.

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Esta leyenda data del siglo XIX, cuando se consuma la independencia y se establece  el Plan de Iguala, en el cual se instituye la bandera como símbolo nacional, con los colores: blanco, verde y rojo. La primera fue realizada por el sastre. José Magdaleno Ocampo, quien la entrego el 24 de Febrero de 1821.

La leyenda cuenta que eran tres hermanas, hijas de padres españoles, que vivían en una hermosa  residencial en la calle de Micieses, a un costado de la Iglesia de San Agustín. Por ser ricas de abolengo, viajaban constantemente a la capital de la República. El 27 de Septiembre, a la entrada del ejercito trigarante, tres apuestos oficiales quedaron prendados de ellas. En la recepción que se les ofreció fueron presentados y bailaron con las damas toda la noche.

Al cabo de tres días de paseo por la gran metrópoli; regresaron a Puebla, pero las tres bellas damas ya habían quedado  de verse con los apuestos oficiales. Al poco tiempo, Don Agustín de Iturbide tenía que estar en Puebla,  ya que sería la primera ciudad de la nación proclamada libre.

Las tres damas pidieron a sus prometidos la forma de halagar a Don Agustín de Iturbide y uno de ellos dijo que la mejor forma de halagarlo sería preparando uno de los ricos  guisos que en Puebla se hacían, pero que se emplearan los materiales que tuvieran los tres colores de la bandera.

Las hermanas se comprometieron a realizarlo, cosa que no fue fácil, ya que tuvieron que acudir con las madres agustinas del convento de Santa Mónica; entre ellas había magnificas cocineras, las cuales aceptaron la propuesta para halagar a los soldados de Iturbide.

Ya en  el convento las monjas acordaron emplear chiles de tiempo que traerían de San Martin Texmelucan y frutas de temporada que traerían  de lugares cercanos; y así, pensaron en rellenarlos con queso que comprarían en Tlatlauqui, de la sierra de Puebla y picadillo de carne de res y puerco de Cholula; no podían faltar los condimentos como el clavo y la canela, frutas como duraznos de Huejotzingo, manzanas de Zacatlán, peras de las huertas de los carmelitos descalzos, piñones, pasas, almendras.

Después de pensar que le colocarían a los chiles, los capearon con huevos rancheros de Tepeaca, los frieron con mantequilla de Chipilo y los cubrieron con una salsa blanca de nuez licuada con vino. La tarea fue difícil, ya que tuvieron que pelar cientos de chiles, partir y pelar cientos de nueces para cubrir los chiles ya rellenos. Y, finalmente, para que tuvieran los tres colores, esparcieron encima granitos de granada de Tehuacán y hojitas de perejil. Así nació el platillo poblano que desde ese día llamarían “chiles en nogada”.

El 3 de agosto llego a Puebla don Agustín de Iturbide, y fue recibido en la casa de las tres hermanas con un banquete para 150 comensales. Los oficiales se sintieron orgullosos del platillo que sus prometidas habían realizado.

En el festín, el superior de la orden de los Agustinos menciono que ese banquete era el regalo que su orden le daba y que las monjas de la comunidad religiosa habían realizado para Agustín de Iturbide como presidente por su próximo santo el 28 de agosto.

Desde entonces, en la ciudad de Puebla se prepara este platillo, considerado un manjar, cada 28 de agosto.

Del  libro Mitos, Leyendas y Tradiciones de Puebla.

 

 

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