Una cualidad esencial para cualquier persona es la flexibilidad. Resulta útil en las relaciones sociales, de pareja, laborales, familiares… y muy especialmente en las funciones de liderazgo. Nos hace más felices a nosotros mismos y a los demás.
Una persona flexible es capaz de aceptar las diferencias de los demás, su diversidad cultural, política y social. Quien es flexible puede negociar desde la tolerancia, adaptarse a las situaciones adversas que la vida ponga en su camino, empatizar y entender las opiniones contrarias.
La flexibilidad es un rasgo fundamental en el líder, no solo para relacionarse con sus colaboradores, proveedores y clientes, sino también para adaptarse con rapidez a las circunstancias cambiantes de los mercados.
¿Cómo son líderes flexibles?
Hay quien parece tener cualidades innatas de flexibilidad y hay quien no consigue salir de su rigidez. La buena noticia es que, al igual que las emociones, la flexibilidad puede y debe entrenarse. Tomemos nota de lo que hacen los líderes flexibles:
Tienen la mente abierta. Una persona flexible no se encierra en sí misma, sino que está dispuesta a adoptar como propios los pensamientos ajenos que considere valiosos. Carece de ideas preconcebidas, se abre a la escucha y acepta que cualquiera puede aportar soluciones creativas y visiones enriquecedoras.
Reconocen los errores. Los líderes flexibles reconocen sus errores con humildad porque saben que es la mejor fórmula para aprender. Quienes no asumen haberse equivocado, no pueden ver que en los fallos reside la oportunidad de mejorar.
Se rodean de personas flexibles. No desean que la flexibilidad sea una cualidad de unos pocos, sino que buscan convertirla en un valor de la compañía. Premian la creatividad, la iniciativa y la rapidez en adaptarse a los cambios. Para ellos, los robots son útiles en la medida en que hacen aquello para lo que están programados; en cambio, solo las personas saben innovar.
Comparten la toma de decisiones. El líder flexible no busca el individualismo porque no necesita ser protagonista; por el contrario, persigue la participación de todos. Su cultura empresarial es la del compromiso. Así, en el proceso de toma de decisiones, amplía sus fuentes de información, se abre positivamente a las aportaciones creativas y no limita las exposiciones de su equipo por razón del cargo.
Extienden la flexibilidad al ámbito personal. Ejercen un liderazgo situacional que se amolda a los vertiginosos movimientos de la sociedad. Esto genera bienestar en sus colaboradores, que actúan sin miedo a los cambios, sabiendo que, al igual que ellos pueden hacerlo, los demás también se adaptarán a sus necesidades laborales y personales. Permitir la conciliación familiar redunda en un mayor bienestar del equipo y, por lo tanto, mejora la productividad empresarial.
No puedo hablar de flexibilidad sin recordar las sabias palabras de Ismael Cala en su fábula El secreto del bambú. El liderazgo debe tener presente la metáfora que refleja esta sabia planta, capaz de curvarse ante los más feroces temporales sin romperse. Hay que ser flexibles para seguir creciendo.