Los latinos practicantes de la fe católica llenan nuestras iglesias y es hora de que llenen también nuestras escuelas. Ese fue el mensaje que escuchamos repetidamente los participantes de ¡Adelante!, durante los días que duró esta conferencia anual, organizada por la Universidad de Notre Dame en Indiana. Aquí se dieron cita catedráticos universitarios, religiosos, maestros y administradores de escuelas privadas católicas, con el fin de entender y anticipar las demandas y realidades de un medio ambiente en constante y rápido movimiento.
Los drásticos cambios demográficos que ha experimentado la nación en las últimas décadas, han impactado favorablemente esta denominación religiosa. De hecho, se podría decir que los hispanos somos el tanque de oxígeno que ha vuelto a soplar vida en los pulmones del catolicismo.
No obstante, y a pesar de llenar las misas en español, nuestros niños no están ocupando los asientos de las escuelas manejadas por los hombres y mujeres vestidos de hábito. Es decir, existe una brecha entre los que profesan la fe y aquellos que tienen acceso a dichos servicios académicos. Los consumidores de la educación católica privada son, en su mayoría, anglosajones y de clase media o media/alta.
¿Qué se está haciendo entonces para cerrar la brecha?
Por lo visto, la primera tarea de los líderes de ¡Adelante! es concientizar a los administradores del potencial no cultivado de una población que, hasta ahora, ha sido pasada por alto, por no decir ignorada o menospreciada.
Este proceso de concientización cubrió aspectos financieros, culturales, de percepción y, sobre todo, raciales. Porque, aunque no se dijera explícitamente, the elephant in the room (o sea el tema evidente, pero omitido) fue el racismo subyacente, que ha sido, en gran parte, la causa de la brecha en primer lugar.
Siglos atrás, el beneficio específico de la educación católica era servir como agente de cambio entre los más desposeídos. Sin embargo, con el tiempo, se re-posicionó como un servicio destinado a las élites que pudieran pagarlo. Hoy día, los que pagan no miran con buenos ojos que los niños de tez morena vengan a invadir su espacio.
Y de ahí surge la gran disyuntiva que enfrentan los administradores de los planteles escolares católicos: ¿cómo dar cabida a la creciente ola de niños de padres católicos hispanos y mestizos, sin perder a los padres blancos y sus ingresos?
En estados como California, la respuesta obvia ha sido posesionar el bilingüismo, la diversidad y el multiculturalismo como valores que benefician a la educación integral y académica de los hijos. Desde luego, el californiano posee una idiosincrasia muy particular, lo que permite vender esta idea con menos esfuerzo que en otros estados del sur. No es un secreto que aquí el racismo continúa siendo «una situación» mayor.
Así, el llamado final, después de citar las estadísticas, explicar la supervivencia financiera y aferrarse a la lógica, los curas y académicos cerraron apelando a algo aún más profundo y fundamental: el amor de Dios y por el prójimo.
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