Era un sueño mío desde pequeña, al hacer castillitos de arena a la orilla de una playa: pasar unos días en un bello castillo junto al mar. Fue un sueño hecho realidad hace años, y ahora por segunda vez esta primavera con una estadía en The Breakers en Palm Beach, a hora y media por auto de Miami, y uno de los más famosos y lujosos centros vacacionales de Florida, que es la quintaesencia de un castillo junto al Atlántico.
Desde que el viajero llega al recinto de The Breakers, sabe que se encuentra en un sitio especial: una avenida bordeada de palmas reales, bellos jardines y una fuente que parece salida de una plaza italiana le dan la bienvenida, al igual que la vista del hotel, un majestuoso palacio de 538 habitaciones y suites, inspirado en la Villa Medici de Roma, una joya renacentista italiana del Siglo XVI con frescos, murales y grandes jardines. A su vez, por cierto, The Breakers sirvió de inspiración para el Hotel Nacional que abrió en el Malecón de La Habana, Cuba en 1930.
Construir un palacio así en Florida era un proyecto ambicioso que requirió traer a 75 artistas y artesanos de Italia a Palm Beach para decorar los techos de su lobby de 200 pies de largo y los salones públicos del primer piso del hotel. El genio responsable por la creación de este castillo junto al mar fue el magnate industrial Henry Flagler, quien imaginó a la islita barrera de Palm Beach como un nuevo destino para vacacionar y construyó un hotel allí en 1896. Después de dos incendios que causaron daños drásticos a las estructuras y la necesidad de reconstrucción, el hotel presente abrió sus puertas en 1926.
Pronto ricos y famosos se dieron cita en The Breakers, así llamado por las olas del mar que se rompían en su litoral. Su lista de huéspedes incluía realeza europea, presidentes, y la crema y nata de la sociedad de Estados Unidos a principios del Siglo XX: Rockefellers, Vanderbilts, Astors, Carnegies y muchos más. Su reputación, ambiente lujoso y servicio esmerado –ostenta la calificación de Cinco Diamantes de AAA—siguió atrayendo a viajeros exigentes hasta el presente que quieren vacacionar o celebrar una ocasión especial en uno de los puntos más chic de Florida.
Y yo tuve tres gloriosos días para disfrutarlo con mi esposo esta primavera. Después de registrarnos al hotel en el salón de recepción adornado con mobiliario elegante, arañas de luces y arreglos florales nos dirigimos a nuestra habitación, (el hotel ofrece habitaciones con vistas del mar y del resort, con estilo clásico y muebles finos, y colores en tonos de azul y beige en tapicería, cortinas y alfombras para hacer eco a su ubicación junto al Atlántico). Todas las habitaciones cuentan con las comodidades modernas incluyendo televisión de pantalla plana, Wi-Fi gratis, y servicio de comidas las 24 horas al día. El baño cuenta con una ducha adornada en mármol, lociones y jabones de diseño y un televisor en el espejo.
Después de desempacar nos fuimos a pasear por nuestro “castillo,” con sus elegantes logias y salones públicos, patios, y jardines adornados con fuentes y estatutario clásico. Para la cena de los 10 restaurantes del recinto, optamos por el HMF (el nombre viene de las iniciales del fundador del hotel, Henry Morrison Flagler). Antes el Florentine Room del hotel, ahora re-imaginado y modernizado, es uno de los mejores restaurantes de Palm Beach, con menú internacional, música, y una selección de más de 2,000 vinos. Un aperitivo de queso parmesano reggiano, jamón e higos, seguido por una lubina chilena y un pastel de chocolate Gianduja resultaron ser una cena deliciosa y memorable.
La próxima mañana, optamos por un desayuno digno de cualquier castillo europeo (con jugo de naranja recién exprimido, “parfait” de yogur con bayas, tortilla al gusto con patatas crujientes y café). El restaurante, The Circle, donde se sirve el desayuno, es circular con la elegancia del Viejo Mundo, techos de 30 pies de altura adornados con frescos y ocho murales en las paredes con escenas renacentistas de parajes en Roma además de preciosas vistas del mar desde grandes ventanales.
Después del desayuno, decidimos disfrutar lo más posible del parque de recreo o “playground” que es Palm Beach concentrándose en la bella playa privada de The Breakers. Aquí, además de nadar se pueden optar por excursiones de buceo; paseos en bote; canoas tipo kayak y “paddleboard.” Nos conformamos con un rato de natación y descanso junto al mar con el fascinante vaivén de su oleaje. El hotel también cuenta con un “Beach Club” con cuatro piscinas, cinco bañeras de hidromasaje y restaurantes. Para disfrutar al máximo alquilamos un «bungalow» y nos pasamos unas horas en la piscina estilo infinity para adultos.
Tanta agua nos animó a probar una cena de mariscos en el Seafood Bar del hotel. Este restaurante con sus vistas del mar, sus acuarios –¡la barra en sí es un acuario! —y su decorado con toques náuticos, ofrece un menú de mariscos frescos. Los camarones al coco, el salmón con puré de papas, espárragos y mantequilla de limón y cebolla, y tres leches para el postre resultaron deliciosos.
Después de otro delicioso desayuno en The Circle –esta vez con frutas frescas, panqueques y café, teníamos una variedad de pasatiempos: golf en dos campos de campeonato diseñados por Rees Jones, tenis en 10 canchas Har-Tru, bicicletas gratis para explorar la isla y boutiques para las compras.
Demasiado pronto nuestros tres días en The Breakers volaron, y al regreso a casa lo primero que hicimos fue marcar nuestro calendario para regresar el año que viene.