Es la característica mayor de nuestro planeta, cubriendo 70 millones de millas cuadradas: el Océano Pacífico. Y además de ser el mayor, es también el océano más profundo y sede de la más grande colección de islas.
Mi esposo Humberto y yo lo hemos cruzado varias veces con anterioridad en cruceros alrededor del mundo y a islas de la Polinesia francesa, así que ya conocíamos su inmensidad, pero aún estábamos impresionados cuando lo cruzamos de nuevo este invierno durante la vuelta al mundo del barco Amsterdam de Holland America, navegando por 10 días desde San Antonio (uno de los puertos cercanos a Santiago, Chile) hacia Tahití. Por el camino, hicimos escalas en Isla de Pascua y Pitcairn.
Estábamos listos, después de habernos pasado semanas navegando por la Antártida y los fiordos chilenos, para descansar por varios días de navegación relajante en el Pacífico –¡y eran días de 25 horas como íbamos navegando hacia el oeste, ganando horas al cruzar siete zonas horarias! Y estábamos encantados de poder cambiar los abrigos, guantes y bufandas por ropa ligera, al igual que celebrar el San Valentín en este punto del planeta tan lleno de aventura y romance.
Para acrecentar nuestra apreciación del Pacífico y sus islas la línea de cruceros puso un grupo de seis “embajadores” polineses que nos entretuvieron durante los muchos días en alta mar. Ellos ofrecieron charlas, clases de ukulele y bailes de las islas, sesiones de artes manuales y otras actividades. Todo esto añadió a nuestra admiración de esas culturas y sus antiguos navegantes, quienes con solamente canoas y métodos tradicionales de navegación, navegaron grandes distancias de las Marquesas y Tahití a puntos lejanos como Hawai, Nueva Zelanda e Isla de Pascua. “Sus conocimientos del océano y sus corrientes era tal, que “aunque no podían ver esas islas, ellos sabían que estaban allí,” dijo Kainoa, uno de nuestros “embajadores” durante una de sus charlas. ¡Increíble!
Hicimos dos escalas exóticas en el Pacífico: Isla de Pascua e Isla Pitcairn. La Isla de Pascua, un pedacito de tierra de 63 millas cuadradas en el medio del océano –uno de los sitios habitados más aislados del planeta es siempre memorable.
Anexada por Chile en el Siglo XIX y llamada Isla de Pascua (Easter Island en Inglés), Rapa Nui es su nombre polinés. Los europeos vieron a la isla por primera vez el domingo de Pascua Florida en el 1722, cuando el navegante holandés Jacob Roggeveen vino. Los que han estudiado a la isla calculan que la gente de Rapa Nui llegó alrededor del 700 A.D. viniendo de islas polinesas al este, y que crearon las monumentales esculturas polinesas llamadas “moai” entre el 800 y el 1600 A.D. para honrar a sus antepasados.
Hay cerca de 1,000 “moai” esculpidos de rocas volcánicas. A veces se les llama “cabezas grandes” pues algunas estatuas están enterradas hasta el cuello por siglos de estar expuestas a los elementos. Características de las estatuas incluyen frente prominente, narices largas y labios que parecen estar haciendo pucheros. Algunas estatuas lucen sombreros.
Misterios asociados a las estatuas incluyen como una cultura de la Edad de Piedra las pudo crear y ubicar en sitios alrededor de la isla. Y el misticismo está asociado a ellas –incluyendo la creencia que transmiten cualidades supernaturales o “mana” de los antepasados a los familiares vivientes.
Sitios populares para ver las estatuas incluyen Tahai, un sitio ceremonial en el pueblo principal de Hanga Roa, donde las estatuas están dispuestas en altares llamados ahus, incluyendo una estatua con ojos insertados. Otros sitios incluyen Rano Raraku, el volcán que se convirtió en la cantera para esculpir los “moai.” La cantera tiene unos 400 “moai” –de los cuales la mitad están terminadas y el resto se quedaron sin completar. En los lados de la colina aquí se divisan las famosas “cabezas grandes.”
Y la Playa Anakena, con linda arena rosada, es magnífica para pasar unas horas de sol y mar, y también cuenta con varios “moai.”
En Pitcairn Island, la otra isla que divisamos durante el cruce del Pacífico, hicimos navegación escénica, sin bajarnos: probablemente los más de 1,000 pasajeros de nuestro barco abrumarían a los menos de 50 habitantes de la islita. Un grupo de cuatro islotes: Pitcairn, Henderson, Ducie y Oeno, es una reserva marina protegida y el último territorio británico en el Pacífico. Los menos de 50 habitantes, de nueve familias son la menos poblada jurisdicción en el mundo, aunque no son una nación soberana.
Algunos de los residentes vinieron en lancha a nuestro barco y vendieron camisetas deportivas, tallados, sellos, postales, miel local y otra mercancía junto a la piscina.
Hablamos con uno de ellos, Bradley Christian, 19, quien acababa de regresar de sus estudios de bachillerato en Nueva Zelanda y estaba vendiendo sus tallados en nuestro barco. “Mi padre me enseñó,” Bradley dijo de sus tallados. Parecía muy orgulloso y un tanto tímido lidiando con la muchedumbre de pasajeros del barco.
Más tarde esta mañana otra residente, Melba Warren, que trabaja para promover el turismo a Pitcairn, ofreció una charla sobre la isla.
Esta islita fue el sitio en el que Fletcher Christian y otros amotinados del barco británico HMS Bounty se asentaron después del motín en contra de su capitán, William Bligh, en el Siglo XVIII. Quemaron su barco en la bahía, ahora llamada Bounty Bay, para evitar que barcos que pudieran pasar por allí lo vieran.Cada año, los habitantes de Pitcairn queman una réplica del barco en la bahía el 23 de enero en memoria del evento de hace siglos.
El ancla del HMS Bounty, Melba dijo, está en frente del salón comunitario en Adamstown, la villa de la isla, nombrada en honor de uno de los colonos originales. El pequeño museo de la villa tiene la Biblia de Fletcher Christian y el cañón del Bounty. Melba dijo que Pitcairn recibe visitas de unos 18 cruceros cada año, lo que representa el 50 por ciento de la economía de la isla. La vida en Pitcairn es sencilla. Hay una escuela con tres alumnos; una clínica; un doctor; una iglesia; un café, de Steve y Olive Christian (un nombre común en la islita); una tienda que recibe mercancía de Nueva Zelanda cuatro veces al año, y un cementerio.
La vida es buena en este paraíso de agua azul, Melba dijo: plátanos, piñas y otras frutas y vegetales se cultivan bien y hay buena pesca y langostas. Ellos recogen el agua de lluvia que es suficiente para las necesidades de la villa. Pero están ocupados, Melba añadió, y hay que trabajar mucho para mantener a la isla en buenas condiciones y crear los souvenirs que venden a los barcos que pasan. “No tenemos mucha gente,” ella dijo. “Necesitamos gente.”
Nada más hay dos mujeres de edad para tener niños y una tuvo dos y probablemente no tendrá más, y la otra no tiene pareja. Así que la ayuda tiene que venir de afuera. Puede que le interese a alguien: no hay impuestos; no hay tierra privada, así que los que quieran venir solamente tienen que pagar para construir su casa. Y las playas en la cercana islita de Oeno, donde la gente de Pitcairn, van “para alejarse de todo,” como dijo Melba, son idílicas. ¿Te interesa?
Algunos superlativos del cruce del Pacífico rumbo a nuestro próximo puerto, Tahití: Lo más exótico: Isla de Pascua. Lo más raro: Pitcairn. Actividad más popular a bordo del barco: sesiones de artes manuales polinesas. Lo más delicioso: el souffle de vainilla de la cena de San Valentín y las brochetas de pescado fresco durante la cena de Isla de Pascua. Más singular decoración del restaurante del barco: los centros de mesa de “moai.”
Informes sobre Isla de Pascua: https://www.visitchile.com/es/; sobre Pitcairn: www.visitpitcairn.pn; sobre Holland America: www.hollandamerica.com.