Quedan pocas semanas para despedir 2020, el año en que la humanidad se puso a prueba. El camino a recorrer es inmenso, para hacer de 2021 el mejor año de nuestras vidas. Es cierto que no podemos incidir en muchos sucesos, pero jamás olvidemos que, si cabe en nuestra mente, cabe en nuestra vida.
Lo tóxico nos afecta, individualmente y como sociedad. Hay problemas que solo cambian cuando nosotros hemos cambiado. Y cruzarnos de brazos no es la opción.
En Estados Unidos, todo parece indicar que Joe Biden asumirá la presidencia. No es mi intención cuestionar el sentido del voto de cada cual, que es legítimo y democrático, sino el estado emocional del país, las preocupantes grietas abiertas entre unos y otros.
¿Conseguirá Biden unir más que separar? Ya se verá. Tras aceptar democráticamente el resultado, lo importante es esforzarse por apartar los rencores exhibidos en el proceso. Como afirmaba el filósofo Jean Paul Sartre, «basta con que un hombre odie a otro, para que el odio vaya corriendo hasta la humanidad entera».
A los que obtuvieron mayoría, les toca construir, proponer, escuchar y cerrar heridas, sin revanchas ni extremismos. A los que no, pasar página, levantarse y andar, reconocer el mérito del otro y plantearse nuevos objetivos. ¡Desde la oposición también se construye país! El fracaso no existe. Extender las turbulencias a 2021 sería fatal para EEUU, y extremadamente tóxico para todos sus habitantes.
En otros lugares, como Venezuela, resulta más complicado por la ausencia de un Estado de Derecho. Las fraudulentas elecciones legislativas meten el dedo en la llaga de la inmensa mayoría, lejos de curar heridas. Uno de los mayores intoxicadores, Diosdado Cabello, ahora amenaza con dejar sin comida a quienes ejerzan el derecho a la abstención.
En Cuba, el año se despide con una inédita y masiva protesta de artistas independientes contra la represión. El Movimiento San Isidro ha puesto en jaque a una estructura que parecía inamovible, mientras el gobierno olvida que la ausencia de diálogo es el camino más corto hacia la confrontación violenta. Un diálogo de verdad no es excluyente, sino generoso.
Y, por último, en Brasil se ha producido una especie de iluminación: los votantes rechazaron a los candidatos de Lula y Bolsonaro, para buscar opciones más centristas en las elecciones municipales. Entonces, ¡hay vida más allá de los extremos!
Ya hemos tenido un año demasiado difícil. Alejémonos de lo tóxico, regalémonos la oportunidad de perdonar, reconozcamos al prójimo y preparémonos, de la mejor manera posible, para recibir 2021. Nuestra salud mental lo agradecerá.
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