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«No se va a construir ningún túnel hasta su baño»: así fue la primera audiencia del narco mexicano Joaquín “El Chapo” Guzmán en una corte Nueva York tras ser extraditado a EE.UU.

Joaquín «El Chapo» Guzmán pronunció este viernes sus primeras palabras en una corte federal de Nueva York en voz alta, firme pero respetuosamente: «Sí, señor», dijo.

El juez magistrado James Orenstein acababa de preguntarle al reo, acusado de liderar durante años el cartel de Sinaloa -la mayor organización de narcotráfico del planeta- y extraditado sorpresivamente este jueves desde su México natal a Estados Unidos, si él era efectivamente «Mister Guzmán».

La seguridad de la respuesta, que BBC Mundo presenció en vivo dentro de la corte, pudo dar la impresión de que Guzmán piensa luchar contra los 17 cargos criminales que enfrenta, que pueden conllevarle una condena de cadena perpetua.

De hecho, unos minutos más tarde, dentro de la misma sala repleta de una corte federal de Brooklyn con un imponente operativo de seguridad, Guzmán se declaró inocente.

Pero sus breves respuestas a las preguntas formales del juez para abrirle juicio fueron perdiendo gradualmente el tono de firmeza del comienzo.

Y al final, la voz de quien acumuló tanto poder que se fugaba de prisiones mexicanas y fue incluido por la revista Forbes entre los más ricos del planeta, era casi inaudible.

Guzmán está acusado de haber encabezado el cartel de Sinaloa entre 1989 y 2014, organización que según las autoridades estadounidenses envió toneladas de drogas ilícitas a EE.UU. y conspiró para matar personas.

Según los fiscales del caso, esas operaciones ilícitas le permitieron ganar US$14.000 millones, una cantidad que ahora buscan incautar.

«La historia de Guzmán no es una de las buenas, ni un Robin Hood, ni un artista del escape«, sostuvo Robert Capers, fiscal de EE.UU. para el distrito este de Nueva York.

En cambio, dijo que su ascenso en el mundo del crimen fue como «un pequeño tumor cancerígeno que se metastatizó en un completo flagelo».

Pero en la corte de Nueva York, con 59 años, Guzmán estaba lejos de tener la postura amenazante asociada comúnmente a los narcos, ni tampoco el brillo de quien se decía que cargaba un fusil AK-47 bañado en oro.

Por el contrario, vestía un simple uniforme de presidiario, con pantalones y blusa de manga corta azul, sus manos en la espalda mientras respondía de pie ante el juez y la bandera estadounidense.

Su cabello estaba rapado casi a cero y faltaba en su rostro el bigote negro con que fue conocido en otras épocas.

Su baja estatura, la misma que le valió el apodo de «Chapo», era más evidente al lado de los dos agentes de seguridad robustos que lo escoltaban.

Contó con el apoyo de dos defensores federales de Nueva York que suelen asistir a acusados sin recursos suficientes para costearse un abogado, pero se desconoce si para el juicio contratará a otro profesional.

Cuando el magistrado Orenstein le preguntó si entendía de qué se lo acusa, Guzmán respondió primero forma ambigua que «no sabía», a través de una traductora que estaba a su lado vistiendo un chal rojo.

«Quiero estar seguro de que comprende completamente (…) cuáles son las acusaciones en su contra«, insistió Orenstein.

«Sí, señor», respondió entonces Guzmán.

 

«Ningún túnel»

La corte de Brooklyn donde apareció «El Chapo» recibió recientemente otros casos de notoriedad, relacionados por ejemplo con el escándalo de corrupción de la FIFA o con un capo de la mafia de Nueva York.

Pero la cantidad de gente que fue este viernes a la audiencia pública en el cuarto piso del edificio para ver a Guzmán era extraordinaria, según conocedores del lugar.

Y cuando habían entrado unas 150 personas y se anunció que ya no había más lugar, decenas más fueron a seguir la audiencia por monitores en una sala aparte.

La audiencia ocurrió al mismo tiempo que Donald Trump asumía como 45º presidente de EE.UU. en Washington, algo que muchos se han preguntado si fue una mera casualidad o un cálculo político.

Trump ha irritado a México con su idea de construir un muro a lo largo de la frontera binacional y sus insultos a inmigrantes de ese país, calificándolos de violadores y criminales, por lo que algunos creen que la sorpresiva extradición de Guzmán la noche antes de su investidura presidencial buscó evitar darle un trofeo más adelante.

Pero otros, en cambio, creen que pudo ser una señal de buena voluntad de México hacia la nueva administración de Trump.

La fiscalía mexicana negó que la extradición tuviera que ver con el cambio de gobierno en Washington y la estadounidense evitó opinar sobre el asunto, aunque agradecieron por ella al gobierno del país vecino.

EE.UU. estaba detrás de Guzmán desde los años ’90 y en la corte podía notarse la satisfacción en el rostro de los agentes de la agencia antidrogas DEA presentes, incluyendo uno que acompañaba a «El Chapo» cuando bajó del avión con que fue extraditado desde el norte de México a Nueva York en la noche del jueves.

«No se va a construir ningún túnel hasta su baño», dijo a la prensa el agente especial de seguridad interior Ángel Meléndez, aludiendo a la forma cinematográfica en que Guzmán realizó su segundo y último escape de una prisión mexicana.

Fue recapturado seis meses después, en enero de 2016, y ahora enfrenta la posibilidad de pasar el resto de sus días en una cárcel estadounidense.

El pedido de pena de muerte ha sido descartado por la fiscalía por solicitud de México, donde ese castigo está prohibido.

El magistrado Orenstein indicó que, como el caso se presenta «tan complejo», habrá nueva audiencia extra en la corte dentro de dos semanas (el 3 de febrero) para comenzar el juicio.

Cuando le preguntó a Guzmán si estaba dispuesto a conceder ese tiempo, la respuesta del acusado casi no se escuchó desde el fondo de la sala, pero sí la de su intérprete.

«All right», dijo la asistente y Guzmán fue llevado de vuelta a su celda neoyorquina.

 

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