En Florida, había sobrevivido al huracán Irma con mínimos daños. Sí, estuvimos algunos días sin electricidad y tuvimos que recoger muchas hojas, escombros, etc., pero no se perdió nada que no se pudiera reemplazar.
Llega entonces el 19 de septiembre y comienzo a ver las predicciones del paso del huracán María. Con claridad se veía que se dirigía directamente a Puerto Rico, sin titubear ni desviarse y era inevitable pensar que su paso por la isla iba a generar consecuencias catastróficas. Mi preocupación más grande eran mis padres… desde la distancia no podía hacer nada ya.
El 20 de septiembre, los horribles pronósticos se hicieron realidad. La destrucción de la isla fue algo jamás visto antes; algo para lo que nadie estaba preparado. Mi angustia se convirtió en desesperación y ahí no estaba sola. En un abrir y cerrar de ojos, una isla completa se apagó, quedó a oscuras, incomunicada.
Nuevamente me puse en pie de guerra y decidí que tenía que hacer algo para ayudar a mis padres, a mi gente y a mi isla. Por eso decidí crear un fondo de ayuda, primero que nada con mi aporte. Honestamente, no sabía exactamente qué iba a hacer ni cómo iba a hacerlo, pero estaba segura de que no podía quedarme con los brazos cruzados mientras un pueblo entero, mi pueblo, sufría.
Y así, enviando un mensaje en las redes, comenzó la misión de devolver la luz a mi Puerto Rico querido. Mi esposo y yo hablamos con el corazón en la mano en un sencillo y conciso video grabado en casa. Nuestro mensaje era simple, pero contundente: «¡Queridos ciudadanos del mundo entero, Puerto Rico nos necesita!».
Para nuestra sorpresa las donaciones comenzaron a llegar una tras otra, y en menos de 24 horas alcanzamos nuestra meta inicial. De ese modo hemos seguido subiendo la barra cada vez más y en el proceso, las lecciones de vida han sido muchas.
He aprendido que en las dificultades el ser humano muestra lo mejor y lo peor de sí mismo. He aprendido que muchas veces el que menos tiene, es el que más da. He aprendido que hay algunos a los que solo les importa ayudar al prójimo cuando los están grabando o tomando una foto, mientras que hay otros que dan todo sin esperar absolutamente nada a cambio. He aprendido que en la unión de un pueblo está la fuerza y que el pueblo puertorriqueño no se rinde jamás. He aprendido que si actúas de corazón y haces tu trabajo con pasión, el mundo entero se va a unir a tu misión. He aprendido que recibes mucho más de lo que puedes dar. He aprendido de un niño que, aun en las dificultades, siempre hay una razón para sonreír y ser feliz.
Las lecciones que me dejó el huracán María son muchas, y mi vida jamás volverá a ser la misma. Tengo más claro que nunca que una vida entera puede cambiar completamente de la noche a la mañana. Aprecio cada gota de agua que puedo tomar y cada alimento que llega a mi boca. Agradezco tener un techo, un sofá donde sentarme y una luz que puedo encender cuando anochece.
Aprecio el apoyo sincero e incondicional que he recibido de nuestros familiares y amistades, pero, sobre todo, de los desconocidos que al ayudarme como voluntarios o con donaciones me dicen: «confío en ti», «creo en ti», «estoy contigo», «me identifico con tu dolor, quiero sanarlo» y «estoy aquí para ti».
@PosadaLifeCoach