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La porno-inevitabilidad

«Es inevitable que tus hijos miren pornografía», afirmó Elizabeth Schroeder, directora ejecutiva de Answer, una organización dedicada a la educación sexual en la Universidad de Rutgers. En el pasado, los adolescentes solían entrar en contacto con material pornográfico entre los 11-14 años, casi siempre a través de revistas impresas, gráficas y dibujos. En la actualidad, gracias al acceso a internet, se estima que la edad de exposición ha bajado de manera significativa. Los expertos temen que, tan tempranamente como a los ocho años, los niños están explorando contenido sexual explícito.

En muchas ocasiones esto ocurre de manera accidental, navegando en la red o cuando reciben correos electrónicos de direcciones desconocidas. Esto quedó en evidencia en una encuesta, cuya finalidad era estudiar el comportamiento cibernético de los adolescentes. En ella se encontró que el 47% admite abrir emails, aunque no sepa quién los envía.

Es común que los padres conversen con sus hijos sobre amenazas potenciales a su seguridad física: «no hables con extraños, no te montes en el carro de un desconocido, no te separes de mí, no camines solo de noche», les advierten con firmeza. No obstante, cuando se trata de su seguridad psicológica, les faltan palabras y estrategias para proteger a sus menores; aun a sabiendas de que las imágenes pornográficas atentan contra la higiene mental, violan la inocencia, son poco representativas del verdadero acto sexual y asaltan la psiquis de personitas sexualmente inmaduras.

De no ponerse un paro temprano, el apetito por contenido XXX se exacerba a tal punto que desensibiliza al espectador, porque llega un momento que el cerebro deja de estimularse con lo mismo. Entonces, el muchacho(a) empieza a buscar cine cada vez más crudo, incurriendo incluso en el consumo de videos donde se practican actos considerados aberrantes.

Esta uber-estimulación conlleva a su vez a la masturbación excesiva, la promiscuidad y a niveles de enajenación que pueden desembocar en adicción a la pornografía. Por eso, hay que hacer todo lo posible por quitarle la etiqueta de tabú y sentarse a hablar de este tema con los jóvenes. Es posible que cada uno requiera un diálogo particular, pues el acercamiento variará en función de la personalidad y el discernimiento de cada quien. Esta charla debe estar encaminada a orientar, entendiendo que aquél expuesto a la pornografía podría adoptar tratos, rutinas, lenguajes ajenos a la cópula humana y propios de la virtual.

Cuando vayas a tener esta conversación, se aconseja evitar eufemismos del tipo abejitas, gaviotas y cosas por el estilo, exhortándote a usar palabras anatómicamente exactas, tales como pene, vagina, senos, testículos. Así mismo, sugieren los entendidos que no grites, avergüences, humilles o castigues a un hijo(a) sorprendido con las manos en la masa. Por el contrario, te invitan a crear un espacio de confianza, de comprensión y amor en el cual sea posible un diálogo sincero.

Por razones religiosas, culturales, históricas y ¡de todo tipo!, estos diálogos no se están dando tan a menudo como se debiera, pero hacerse de la vista gorda y optar por el silencio no es salida cuando lo que está en riesgo es la integridad y seguridad de la higiene mental de nuestros pequeños.

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