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INDÍGENAS AMAZÓNICOS OBTIENEN RELEVANTE PREMIO INTERNACIONAL

Estos jóvenes, luchadores ambientales, ganaron el Premio Goldman 2022.

Por cuarta ocasión, Ecuador se alza con el Premio Ambiental Goldman 2022, el más importante en el mundo ambiental, que esta vez recayó en los jóvenes Álex Lucinante y Alexandra Narváez del pueblo nativo A’i Cofán, quienes se dieron a conocer por su histórica victoria judicial en favor de la protección de sus territorios amazónicos, de la minería ilegal.

Por la lucha denodada de estos jóvenes en defensa de su entorno ambiental, la justicia ecuatoriana falló a favor su pueblo, al no permitir que 52 concesiones ilegales de extracción de oro den curso esta ingrata tarea; las concesiones fueron otorgadas sin el consentimiento de la comunidad de Sinangoe, ubicada en las afueras del Parque Nacional Cayambe- Coca, al pie de los Andes.

La victoria judicial permite proteger 32.000 hectáreas de selva tropical virgen y biodiversa en las cabeceras del río Aguarico, lugar sagrado  y residencia de este pueblo.

En 2017, los guardianes de la selva  de Sinangoe descubrieron campamentos mineros y madereros, a lo largo de las riberas de los ríos del Parque Nacional, que pretendían explotar maderas, animales y oro, en esta zona.

De ahí que, la comunidad y otras organizaciones aliadas recorrieron y redoblaron el patrullaje a pie y vía fluvial para denunciar la minería, la tala de árboles y la pesca ilegales en su territorio.

Narváez era el encargado de los recorridos de la guardia y era el portavoz de la comunidad. Entre tanto, Lucitane se movía en las áreas legal y mediática, tratando de que organizaciones nacionales e internacionales se adhieran a su causa.

En mayo de 2018, Sinangoe presentó una demanda contra el Estado ecuatoriano por violación de sus derechos comunitarios y el otorgamiento de concesiones mineras sin consulta previa ni consentimiento de la comunidad Cofán. La sentencia a su favor, dejó libre a este pueblo de la extracción de oro, en sus tierras ancestrales, cuya característica es disfrutar de un bosque tropical y biodiverso.

El Cofán es un pueblo con una cultura muy conectada con su entorno natural, especialmente, con la tierra y el agua. Su forma de vida depende de los ríos y bosques, su sobrevivencia está a merced de la agricultura, la caza y la recolección silvestre.

Alex Lucinante, uno de los galardonados, es un activista ambiental, miembro de la Alianza Ceibo, un gremio conformado por varias nacionalidades del noreste de la Amazonía, cuyo objetivo apunta a la defensa y protección de sus tierras, derechos y cultura. Este joven de 22 años y aspirante a ser abogado viene de una familia de sanadores tradicionales.

Su mayor aspiración es que su descendencia siga viviendo como cofanes y que tengan conciencia de que sin territorio, ellos podrían desaparecer.

Alexandra Narváez, de su parte, se ha dedicado a poner freno a las actividades ilegales extractivistas en su territorio, además pertenece a la asociación de mujeres Shamec’co, que diseña estrategias para seguir cuidando sus tierras.

Ella sostiene que desde la década de 1960, la única misión que les motivó a los colonos, recién llegados, fue extraer petróleo y minerales en esta área, por lo que ella no duda en defender lo que es suyo y de sus hijos.

Destaca la galardonada que aún sienten las amenazas del Estado de duplicar la extracción, lo que les produce miedo; sin embargo, los  jóvenes cuentan con el apoyo incondicional y firme de su pueblo, expresado en asambleas que con la consigna “No a la minería, sí a la vida”, no permitirán que el miedo les paralice.

No obstante, de haber alcanzado este galardón, estos jóvenes no piensan dejar su lucha, porque su pueblo siempre se ve amenazado por las grandes empresas mineras transnacionales que, en varias ocasiones, son defendidas por miembros del ejército

Hay que recordar que estos pueblos han vivido milenariamente en la selva, su cosmovisión advierte que la naturaleza es parte de ellos, y a su vez, ellos son parte de ella.

 Los cofanes son hablantes de una lengua aborigen única en su estirpe y que se mantiene viva. Su relación con la naturaleza es armónica, son de la cultura yagé, la planta sagrada medicinal, y protectores y guardianes de la naturaleza, cuidadores de la gente, ejemplo de paz y hermandad.

 Siendo un pueblo de Sabedores, sus Taitas (abuelos) son la máxima autoridad tradicional, reconocidos por su saber medicinal y de plantas capaces de curar enfermedades corporales y espirituales. En cada comunidad hay por lo menos un Taita, y varios discípulos aprendices del conocimiento milenario del yagé, informa el periódico Altablero.

Finalmente, amerita señalar que esta es la cuarta vez que este Premio mundial recae en el país, en 1994 obtuvo Luis Macas, en 2008 Pablo Fajardo y Luis Yanza, y 2020 Nemonte Nenquino.

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