El compositor, acordeonista y organista de música ecuatoriana, Gonzalo Godoy, cumplió el pasado 15 de mayo 90 años de edad, rodeado de su numerosa familia, allegados y amantes de nuestra música, quienes festejaron el cumpleaños del artista, con demostraciones de afecto y reconocimiento por su prolífica vida musical en favor de la cultura del país.
Nació en Sicalpa, provincia de Chimborazo, en 1931. A los 8 años ya era un conocido “maestro de capilla”, de varias iglesias, tanto de Riobamba cuanto de Guayaquil, constituyéndose en un músico precoz de la época, al tocar con talento el armonio.
En Quito, ya en su madurez, fue maestro de capilla de las iglesias de Santo Domingo, El Sagrario y La Compañía. Al parecer sería el último en ejecutar este género musical en esta ciudad.
El Museo del Pasillo en su página institucional da a conocer el recorrido artístico de Godoy y nos cuenta que en 1946 viajó a Colombia, para destacarse como pianista de Radio Pacífico de Cali y varios clubes nocturnos del Puerto de Buenaventura.
En Ecuador, Los Típicos Andinos, Los Condorazos, la orquesta Ángeles del Infierno se preciaron de tener entre sus integrantes al maestro Godoy.
En 1955, integra el marco musical del dúo Aguayo Huayamabe, el conjunto de los Hermanos Castro y de las hermanas López Ron.
A inicios de la década de los setenta participó como acordeonista en la película “Riobamba a colores” y en 2017 estuvo acompañando musicalmente en el documental “Si yo Muero Primero”, dedicado al cantante y compositor Julio Jaramillo.
Lo más destacado del maestro es el haber acompañado a reconocidos intérpretes de nuestra música como Julio Jaramillo Laurido, Fresia Saavedra, Pepe Jaramillo, Mélida Jaramillo, Hnas López Ron, etc; y haber grabado 500 canciones, entre ellas música sacra.
Los ecuatorianos llevamos en la memoria los inolvidables estribillos, en acordeón, de canciones populares que compuso el artista, entre las más conocidas: Chica Linda, El Mendigo, El Regreso, Pasionarias, Golondrinas, Consuelo Amargo, Carmita.
Otro de sus legados son las composiciones que acompañan a las fiestas populares: La Romería, Carnaval de Colta, Carnaval de Gonzalo Godoy, Carnaval de San Andrés, Chimborazo Carnaval, Entierro del Carnaval, Misa de Navidad; los sanjuanitos Juraste Quererme, Morenita Caprichosa, A mi Guambrita, Despedida, Rosita Hermosa, Rumiñahui; los valses Corazón destrozado, Injusticia y Valsecito Inolvidable.
Tras hacer un recuento de sus habilidades artísticas, amerita recordar que él viene de una vena artística importante. Sus 10 hijos también, algunos de ellos han incursionado en el mundo musical como Paco Godoy y el investigador y compositor musical Mario Godoy, que reside en Washington- Estados Unidos.
Mario Godoy primogénito del maestro, ensalza la vida artística de su padre con esta sentida reseña:
Mi padre acordeonista
A Gonzalo Godoy
Al principio era la música…
Llegó el 15 de mayo de 1931,
a un pueblo de solitarias calles,
muy cerca del templo
de «Nuestra Señora llamada de Sicalpa».
Allá, donde los quindes besan la cebada,
donde la oveja hace dúo al viento,
donde la brisa teje totorales.
Allá, donde el sol pinta alfombras en el campo,
donde la luna se esconde en la laguna,
donde las hostias están en las estrellas.
Donde comulgan
el humo del sahumerio y el humo de la leña de eucalipto.
Su abuelo fue maestro de capilla.
Su madre y sus tías, cantoras del templo.
Su padre, trompetista y director de bandas.
Su juguete, el armonio de la Iglesia del pueblo.
Desde el vientre materno
fue acariciado por las letanías,
las misas cantadas, los villancicos,
la retreta, el albazo, las serenatas,
el vuelo de tórtolas y el canto de la lluvia.
Nació músico,
se hizo músico,
creció músico,
regaló música,
enseñó música,
compuso música,
grabó música…
conjugó el sustantivo música,
en todos sus tiempos y contratiempos.
Su abuelo le enseñó a volar
y sus alas, crecieron y crecieron…
Su trino andino resuena
en cóndores y guacamayas.
Y llegó la armonía,
con el nombre de Rosa
y adornan diez retoños
la mesa de su casa.
Con su acordeón
recorre pentagramas de luz.
las fusas, las corcheas,
saltan en las fiestas.
Las negras, las redondas,
se escuchan en el templo.
Las blancas, se escondieron
en el Chimborazo.
Los jóvenes corren
Tras la semifusa.
Su acordeón,
tiene lengua de fuego,
es políglota,
también habla el lenguaje de los niños.
¡Él es un niño!
Juega con los dedos,
salta pulgarcito,
silba don meñique,
el índice canta,
duerme el anular…
¡Descubrí su secreto!
¡Él tiene doble corazón!,
¡por eso su estilo!
¡su magia y generosidad!
En cada canción que ejecuta,
pone el corazón, pone el alma,
pone las dulzuras que le dio el abuelo,
pone los secretos de la pachamama,
y el leve gemido del paisaje andino.
Gonzalo Godoy
teje alfombras de sonidos,
moldea cántaros de arpegios,
Se transfiguran sus canciones
en la fiesta popular,
funde cielos de armonía,
esculpe flores con notas pentafónicas,
regala pan espiritual
y ríos sin tiempo
con sonidos transparentes.
Y así jugando,
regalando canciones,
dando testimonios
en el umbral de la luz y del misterio,
sembró, sembró yaravíes,
tonadas, sanjuanitos,
pasacalles y pasillos…
y la sonora y luminosa tea,
el testigo,
pasó a sus hijos
y a los hijos de sus hijos…
y trascendió su fruto.
Por: Mario Godoy Aguirre. Silver Spring, MD. 29-
30 – XII – 1999.