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Escuelas que «no pasan de curso»

Si las notas que reciben las escuelas fueran las mismas que se les da a los alumnos, encontraríamos que algunas no pasarían de curso. Tomemos como ejemplo el caso del sistema de estrellas que se usa en algunos estados para categorizar a las escuelas. Según las describe el Departamento de Educación de Nevada, las mejores escuelas merecen cinco estrellas si demuestran «a superior academic performance and growth with no opportunity gap. These schools are recognized for distinguished performance».

Es decir, son escuelas con un rendimiento académico superior y un crecimiento tal que la brecha de oportunidad se ha cerrado. Estas escuelas son reconocidas por su distinguido rendimiento, lo cual ¡suena genial!

Sin embargo, si nos ponemos a indagar un poco más profundamente, descubrimos que una escuela primaria recibe cinco estrellas si el puntaje cae dentro de un rango que oscila de 84-100. O sea que, para sacar una A, un estudiante tiene que estar entre 90-100, pero su escuela recibe el mismo grado si está en los 80. Para merecer cuatro estrellas, el rango es de 67-83. En el caso de las escuelas intermedias, la A se otorga con tan solo alcanzar un 80. Eso, por un lado.

Por el otro, en este mismo estado se decidió hace unos años que un estudiante no necesitaba tener un alto dominio de una materia para poder pasarla. De ahí que, en lugar de aspirar a dominarla con autoridad (mastery), bastaba con ser competente (proficient). Bajando la barra, más niños consiguieron pasar la materia no porque la entendieran mejor, sino porque la nota para lograrlo había sido reducida. De esta forma, los resultados se percibían como más altos.

Con esa misma dulzura se evaluaron a los directores de las escuelas del distrito del condado Clark, que ocupa el quinto lugar como uno de los más grandes en Estados Unidos. En una encuesta realizada hace apenas unas semanas, los resultados dijeron no encontrar ni un solo director(a) cuyo nivel de calidad necesitara alguna mejora. ¿Todos están de maravilla? ¿En serio? Entonces, ¿cómo es posible que por más de una década el distrito escolar de Clark figure en el fondo de todas las listas?

Hablando en serio, será mejor que no sigamos adelante con estas maquilladas apariencias. Debe ser duro admitir ante quienes pagan impuestos que nuestra inversión para subvencionar a la educación no está pagando grandes beneficios; pero mentir, disfrazando los resultados, no es la solución.

No se puede sanar una enfermedad sin un diagnóstico. La admisión honesta de los errores, la transparencia a la hora de reportar, contar la historia tal y como es, en lugar de como quisiéramos que fuese, es un paso saludable hacia la búsqueda de soluciones.

Quitémosle a la educación pública las pestañas postizas, los senos de silicón y las uñas de gelatina. Tal vez así pasemos del artificio a una honrada toma de decisiones que sirva para socorrerla.

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