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Emociones, metas y equipos de trabajo

Los encargados de recursos humanos saben que un buen currículo no lo es todo. Las personas idóneas para trabajar en equipo son las que saben manejar sus emociones; es decir, las que son capaces de comunicarse abierta y sinceramente, expresar adecuadamente sus disgustos y desacuerdos, controlar la ira y la frustración, cooperar y no rivalizar…; en definitiva, las que consiguen generar un ambiente positivo a su alrededor enfocado hacia el objetivo común. Los reclutadores buscan gente así para sus organizaciones.

La formación profesional es una pequeña parte de lo que nos conforma. Son las habilidades emocionales las que contribuyen decisivamente al desempeño laboral y a la buena marcha de las empresas. Para trabajar junto a otros en busca de una meta, los equipos deben estar compuestos por personas que tengan…

  1. Autoestima. Los individuos que han desarrollado un sentimiento de autoestima se relacionan bien con los demás. Por un lado, no tienen un ego desmedido ni son narcisistas, de manera que aceptan que no siempre tienen razón y están abiertos a escuchar ideas y opiniones. Tampoco creen que valgan menos que los otros, por lo que no sufren envidias ni gastan sus energías en rivalizar. Cuando hemos trabajado nuestro autoconcepto, sabemos aceptarnos, tenemos seguridad en nosotros mismos y sentimos satisfacción por mejorar.
  2. Empatía. Quienes se entienden a sí mismos, entienden a los demás. Si escuchamos nuestras emociones y las reconocemos, sabremos también cómo se sienten los otros, incluso aunque no lo expresen con palabras. Las personas empáticas son capaces de crear un buen clima en donde reine el respeto a los sentimientos ajenos.
  3. Adaptación al cambio. Una buena salud emocional implica no tener miedo a salir de la zona de confort. El mundo está en permanente cambio y las corporaciones que no avanzan se quedan atrás. Hay gente que se asusta ante lo nuevo, que se siente insegura cuando cambian sus rutinas. Para trabajar de manera óptima hay que interiorizar que los cambios están en nuestro ADN y que representan la única forma de evolucionar.
  4. Gestión del enfado. Crear un buen ambiente en el equipo no significa callarse ante lo que nos enfada; al contrario, el silencio provoca resentimiento, una emoción que puede lastrar cualquier grupo de trabajo. Lo importante es aprender a gestionar nuestros enfados de manera constructiva. Ya he escrito sobre este tema tan importante y que abordo siempre en las Escuelas de Emociones. Resulta inevitable que surjan roces en los equipos de trabajo, pero cuando están formados por personas que saben gestionar sus emociones, la comunicación nunca se interrumpe.
  5. Pasión. No hace falta tener un trabajo apasionante para apasionarse por él. La pasión es una emoción que puede y debe educarse, tiene que ver con la automotivación. Las personas motivadas experimentan entusiasmo por alcanzar objetivos y les gusta enfrentar retos.

Cuando los equipos están compuestos por personas así, el éxito está asegurado. Pelé, reconocido como el mejor jugador de fútbol de la historia, lejos de hablar de sus méritos, sentenció: «Ningún individuo puede ganar un partido por sí mismo».

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