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DESCUBRIMIENTO DE AMÉRICA: SALDOS Y REIVINDICACIONES

Estatua de Cristóbal Colón decapitada.

Desde 1992, cuando se cumplieron 500 años del arribo de los españoles a tierras americanas, somos testigos de un sinnúmero de debates respecto a si debemos o no celebrar el “Día de la Hispanidad”, el “Día de la Raza”, o afirmar, de manera radical, que el 12 de Octubre no hay nada que festejar. Estas dos corrientes, cada una con sus argumentos, han entrado en una espiral de enfrentamientos verbales y hasta de hecho, tanto en Ecuador como en otros países Latinoamericanos.

Estos días, los que reniegan celebrar este episodio ya han evidenciado, de forma contundente, su repudio, entre otros hechos, con el ataque a estatuas de los colonizadores españoles. Este año en Quito, altos dirigentes indígenas pintaron la estatua de la reina Isabel la Católica. Desde luego, no es la única que ha sido vandalizada, ya en años anteriores fueron objeto de muestras de resentimientos las estatuas de Sebastián de Benalcázar, el fundador de Quito y la de Cristóbal Colón.

A decir de los protagonistas de estos actos, el encuentro de estas dos culturas no tuvo nada de idílico. Al contrario fue un “encuentro sangriento y genocida” que llevó a la  imposición de una cultura sobre otra, a sangre y fuego. Hubo  codicia extrema de los conquistadores por los recursos naturales de estas tierras con el fin de engordar  las arcas de los países europeos e  impulsar su desarrollo, en menoscabo del nuestro.

Estas diferentes versiones sobre el “Descubrimiento de América”  obedecen a una renovada visión de la historia escrita a partir del mestizaje y no desde los textos del vencedor. En la actualidad, celebrar el “día de la raza” o de la “hispanidad” ha perdido  significado; toda vez que la nueva mirada  histórica pretende reivindicar a las culturas originarias y aniquilar el mito de las razas superiores, en este caso la raza española.

Así, en Ecuador el 12 de Octubre se celebra como el “Día de la Interculturalidad y la Plurinacionalidad”, por decisión política del ex presidente Rafael Correa Delgado; en Argentina la actual vicepresidenta Cristina de Kirchner cambió el “Día de la Raza” por el “Día del Respeto por la Diversidad Cultural; los gobiernos de Daniel Ortega de Nicaragua y Hugo Chávez en Venezuela, lo denominaron como “Día de la Resistencia Indígena”; Evo Morales en Bolivia lo renombró como “Día de la Descolonización”; en Perú celebran el “Día de los Pueblos Originarios y del Diálogo Intercultural”. De ahí que pasa a ser un ingrato recuerdo la celebración de este encuentro trágico que supuso para los pueblos indígenas, a los que despojaron de sus tierras, esclavizaron y asesinaron.

Entre tanto, los defensores de las anteriores celebraciones destacan que con la conquista española, nosotros heredamos el  idioma castellano,  las artes como la pintura y la escultura, la fe religiosa, otras concepciones filosóficas, diferentes formas de vida y costumbres, inventos chinos como el papel, la pólvora, la brújula, la imprenta y decenas de etcéteras. Todo esto y más, se fusionó con lo originario para llegar al mestizaje vigente.

A fin de profundizar y comprender mejor esta temática entrevisté al escritor y analista político- social, Edgar Allan García, quien nos brinda una serie de elementos para reconstruir esta memoria histórica.

1.- ¿Por qué en muchos países de América Latina y El Caribe empieza a tomar cuerpo la idea de que el 12 de octubre, no tenemos nada que celebrar?

Hemos constatado cómo ahora las versiones oficiales se caen o entran a revisión, sobre todo en estos tiempos post modernos que llevan su marca de permanente duda y sospecha en torno a lo que llamamos “la realidad”. Durante años se nos habló de un valiente y esforzado Cristóbal Colón “descubriendo” este continente, se trataba, claro, de la percepción de una España que aún celebra un acontecimiento que la catapultó como el imperio más grande de su época, sin embargo, ahora se ve con más claridad que la misma palabra “descubrimiento” resulta etnocéntrica y que oculta el hecho de que, tras ese 12 de octubre, llegó un período de aplastamiento de las culturas que florecían en este continente, por lo que ahora son cada vez más los que argumentan que no hay nada que celebrar. Son los mismos que cuestionan que se celebre la fundación de Quito o que algunas calles lleven nombres de personajes como Toribio Montes o Melchor de Aymerich, entre algunos otros, que fueron implacables contra los movimientos independentistas. En otras palabras, estamos en un momento en que no solo la historia, sino todo lo que parecía inamovible o sagrado, se ve desde otros ángulos o se cuestiona abiertamente.

2.- De acuerdo con sus palabras, ameritaría recordar cómo fue el encuentro entre estas dos culturas.

Encuentro no, como ya lo dijo alguien, este no fue un encuentro sino un encontronazo. Claro, no fue el único encontronazo, décadas antes, cuando los cuzqueños conquistaron a los pueblos del actual Ecuador, estos no vinieron como angelitos, llegaron arrasando a todos los que se le oponían, recordemos sino lo que sucedió con los cañaris o con los que tiñeron con su sangre el lago que sería conocido luego como Yaguarcocha. Los incas, que se creían descendientes del sol, tenían una evidente visión de superioridad sobre los pueblos conquistados, a los que menospreciaban y, cuando se oponían a sus prácticas, se ensañaban con ellos.

3) Sin embargo, en cuanto a crueldad, los españoles no se quedaron atrás.

Claro que no. Estos fueron tanto o más crueles que los cuzqueños o que los aztecas y sus sangrientas guerras floridas. Pero recordemos, para ponerlo en contexto, que la conquista se facilitó porque el Tahuantinsuyu quedó desmembrado por la lucha fratricida entre Huáscar y Atahualpa, pero también por la ayuda que le brindaron a los españoles los pueblos que querían vengarse de los incas, como los mitimaes, arrancados a la fuerza de sus tierras ancestrales, o como los cañaris, que habían sido masacrados por Quis Quis al respaldar estos a Huáscar y que con gusto les sirvieron de guías, espías y vanguardia a los recién llegados. No fueron los únicos, por ejemplo los huaylas y los huancas, junto a los cañaris, salvaron a los españoles cuando fueron cercados en Lima por las tropas de Manco Inca. Y si bien con los pueblos guerreros, como los caribes o los araucanos, los conquistadores españoles fueron inmensamente despiadados, al punto de exterminar a unos y casi exterminar a otros, como en su momento lo denunció Bartolomé de las Casas, con los pueblos que tenían una civilización más estructurada, como los que habitaban estas tierras, si bien cometieron todo tipo de arbitrariedades, también se preocuparon de establecer pactos matrimoniales, casándose con las pallas y las collas de la nobleza inca, por ejemplo, así  como con las hijas de los curacas y los caciques. De esta forma, se hicieron dueños de grandes extensiones de tierra sin tener que guerrear por ellas y, al mismo tiempo, se aprovecharon de la sabiduría de estos pueblos en cuanto a cultivos, manualidades, artesanías, minería, arquitectura y en los ciclos de la naturaleza, en todo lo cual eran unos verdaderos maestros.

3.- Pero más allá de estas alianzas, ese encontronazo entre dos culturas y dos visiones del mundo, fue tremendo para los nativos de estas tierras.

Sin duda alguna y, por desgracia, toda conquista lleva ese signo terrible. El oro, para los indígenas, por su semejanza con la luz del sol, era un elemento sagrado, en tanto que para los europeos era la promesa de que por fin saldrían de su miseria, por lo que los recién llegados, llevados por la codicia y la ceguera religiosa, prefirieron creer que esos indígenas a los que explotaban no eran seres humanos y se ensañaron con ellos. En este sentido, no hay poema que hable mejor de ese ensañamiento y dolor que Boletín y Elegía de las Mitas, de nuestro gran poeta César Dávila Andrade.

4.- ¿Qué simbolismo trae consigo, para nuestros pueblos ancestrales u originarios, celebrar el 12 de Octubre como el Día de la Raza o el Día de la Hispanidad?

Los llamados pueblos ancestrales, salvo los no contactados, también son mestizos, es algo que tenemos tener claro. Si bien se han preservado ritos, creencias y tradiciones anteriores a la conquista, por donde quiera que se mire encontramos la cultura que trajeron los conquistadores. O es que acaso aquí no se celebran misas, navidades, semanas santas, o pases del niño, o es que acaso la mayoría no se comunica en castellano o no nos vestimos desde la Colonia con ropajes impuestos por los conquistadores, o es que acaso no hemos incorporado a nuestra rica gastronomía muchos productos y animales traídos a estas tierras, que ahora son parte de nuestras tradiciones. Los mismos conquistadores tenían sangre mora, visigoda, celta, íbera, etc. Todos somos mestizos, unos más que otros, sin embargo, los que no se sienten así o consideran que en homenaje a nuestros ancestros indígenas, no se debería festejar el encontronazo, tienen todo el derecho de hacerlo.

5.- Lo que no se puede negar es que esa transculturización fue violenta.

Sí, violenta física e ideológicamente en un primer momento, pero poco a poco los paradigmas importados se fueron imponiendo en la cotidianidad de los dominados. La religión católica hizo lo suyo, aliada con los poderes coloniales, ayudó a crear un clima de aceptación y hasta de colaboración manifiesta entre muchos mestizos, pese a que los indígenas ligados a la tierra, hartos de los diezmos y de los impuestos, indignados ante el nivel de explotación imperante, se sublevaron muchas veces contra sus pretendidos amos no solo coloniales sino republicanos, porque los criollos, tan racistas y crueles como sus predecesores, heredaron las mismas prácticas abusivas con los indígenas y los negros, y se dieron modos para dominar mediante constituciones vergonzosas y asonadas infames.

6.-  ¿Entonces cuáles fueron los legados que dejaron las luchas por la independencia del yugo español?

Por desgracia, los llamados libertadores, salvo contadas excepciones, solo querían la libertad para los suyos, luchaban por más y mejores privilegios para su misma clase social, no pensaban en liberar del yugo de la esclavitud o del concertaje a los más explotados. Todo el sacrificio que realizó el pueblo llano, no se vio compensado por leyes y acciones de justicia, sino, por el contrario, más de lo mismo. En ese entonces, al igual que en estos días, hubo un permanente “agarra lo que puedas”, valiéndose de los más retorcidos argumentos y recursos. Por otro lado, algunos “libertadores” fueron rápidamente cooptados por la aristocracia criolla, se multiplicaron los casamientos por interés con los nuevos dueños de la república, al tiempo que echaban mano de discursos barrocos para ocultar lo que en verdad sucedía. En otras palabras, la liberación que prometía la independencia quedó inconclusa, o más bien, fue un engaño del que se aprovecharon unos pocos, mientras aquí seguía vigente la Edad Media y continuaban, como hasta hoy, las jerarquías infranqueables y los abusos. Como decía antes, solo unos pocos se dieron cuenta de lo que pasaba y denunciaron y lucharon en contra de todo eso, pero al final se impuso la lógica de los poderosos.

7.- La ideología colonial aún se mantiene en algunas capas sociales latinoamericanas, ¿cuáles son esos atavismos preponderantes?

Esas capas sociales han heredaron las mismas taras racistas que las de sus ancestros, para ellos decir “longo” o “indio” sigue siendo un insulto. El complejo frente a todo lo que viene de afuera es otra gran tara. Las élites, tanto como sus serviles, reproducen el discurso de las élites mundiales, sin querer asumir ni nuestra condición tercermundista, ni nuestro “ethos barroco”, como propone Bolívar Echeverría. Con la llegada del capitalismo se crearon, además, algunos espejismos, como que con trabajo duro se puede llegar a lo más alto de la pirámide social, como si eso fuera así de simple para las grandes mayorías, o como si los pocos que lo logran no se encontraran, a la hora de la verdad, con murallas que separan a las élites de los “cholos con plata”, como los llaman con desprecio.

8.- ¿Se podría entonces hablar de una falta de identidad propia de nuestras sociedades?

Ese es un tema que ha obsesionado a muchos. En los poemas de Adoum, por ejemplo, encontramos esa permanente pregunta: ¿qué somos? Y la probable respuesta es que no debemos buscar una identidad, como quiere el discurso oficial, sino muchas identidades que confluyen en nosotros y que, al mismo tiempo que nos enriquecen, nos conflictúan debido a su diversidad dinámica. Yo, por ejemplo, estoy plenamente consciente de mi condición de mestizo contemporáneo, lo que decir que yo no soy un indígena de hace 500 años y, por lo tanto, no puedo decir que fui “conquistado por los españoles”. Al mirar hacia atrás, lo que veo es abuelos españoles, abuelos indios y abuelos negros. Que hubo atrocidades entre ellos, que hubo injusticias intolerables, es un hecho evidente, pero a todos ellos yo los siento palpitar en mi sangre y me siento orgulloso de su herencia cultural, sin que por eso deje de lamentar lo que costó transitar por este tortuoso camino. Estoy consciente de que nací, estoy vivo y  soy lo que soy como resultado de ese proceso histórico y que todo lo que ahora puedo hacer es vivir intensamente lo que nos ofrecen nuestras culturas, en especial de la cultura popular, tan lúdica como llena de simbolismos, a la que he dedicado buena parte de mi obra literaria y, por otro lado, contar la verdad acerca de lo sucedido, para que no se repita. La historia nos debe servir para aprender todo el daño que causa el fanatismo de todo signo, así como la manipulación y la codicia de los grandes poderes.

9.- Entonces, supongo que no estaría de acuerdo en el derribamiento de estatuas, como ha sucedido últimamente, a propósito del 12 de octubre.

En absoluto, nada se gana derribando estatuas, cuando el enemigo está en otro lado, incluso dentro de nosotros mismos, y cuando los desafíos del presente demandan que nuestra energía se enfoque en otras direcciones. Acaso no sea una exageración decir que si seguimos por este camino, pronto habrá quienes propongan incendiar las iglesias de la Compañía o de San Francisco, bajo el pretexto de que son la evidencia del aplastamiento de las tradiciones religiosas de los indígenas durante la conquista. O que se proponga derrocar el centro colonial de nuestras ciudades. Hay que saber que cuando desde esta orilla se le reclama a los españoles actuales por la conquista de hace 500 años, no reparamos en el hecho de que sus antepasados nunca vinieron a este continente, sino que fueron nuestros antepasados españoles los que desembarcaron en estas orillas. No podemos, por tanto, cortarnos un brazo y una pierna, sino integrarnos, porque somos la suma de esas sangres entreveradas y nuestra labor ahora es derribar injusticias, las mismas que nos asfixian desde hace siglos.

La creatividad e ingenio del pueblo nos ilustra su forma de juzgar la llegada de los españoles. 

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