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Cortando por donde no se debe

El presidente Trump ha propuesto cortar $3,000 millones de dólares del presupuesto dedicado a la educación. Esta propuesta puede (o no) ser corroborada por el Congreso. Independientemente de lo pase, cabe mirar al pasado a fin de prevenir el futuro.

¿Qué ha venido ocurriendo con ciertos programas educativos cuando se reduce la inversión en este renglón? Por ejemplo, echemos una ojeada al estado de Oklahoma.

Allí, según sugieren los datos recolectados a través del Departamento Estatal de Educación, las escuelas perdieron unas 1,110 clases de arte en el período comprendido entre 2014-2018; incluyendo teatro, música, artes visuales y bandas. Se estima que el año pasado, cerca del 30% de los niños en escuelas públicas de Oklahoma no recibieron ningún tipo de actividad artística o creativa.

Estas son de vital importancia, ya que los estudiantes que logran expresarse creativamente suelen tener menor incidencia de deserción escolar y les va mejor en la escuela, como explicó Americans for the Arts Action Fund, una organización nacional que aboga por las artes.

De hecho, en 2016, la National Assessment of Educational Progress, encontró que aquellos estudiantes que gozaban de una compresión y apreciación por la música despuntaban asimismo en escritura, matemáticas y ciencias.

La disyuntiva de no valorizar las artes no existe en otros lugares del mundo. En las escuelas de Asia se hace énfasis en el desarrollo del hemisferio cerebral derecho, responsable del lenguaje no verbal, de lo creativo, soñador, intuitivo, sensitivo, artístico y simbólico. De ahí que en las escuelas orientales se estimule el dibujo, el canto, las manualidades y la danza.

Por el contrario, en occidente, y específicamente en Estados Unidos, casi toda la enseñanza entra y es analizada por el hemisferio izquierdo, que está a cargo del lenguaje directo, lineal y lógico. Es decir, del análisis, las matemáticas y el razonamiento.

Los científicos exhortan a que los individuos desarrollemos ambos lados de nuestro cerebro. De ese balance depende que los estudiantes adquieran una mayor capacidad para entender y gozar del mundo, de que puedan mirar las mil tonalidades de grises a su alrededor y no polarizarse.

Considerando la tremenda división en el ámbito de la política en Norteamérica, y ante el triste advenimiento de posibles cortes presupuestarios, hay que abogar para que no se continúe minando los programas de arte en nuestras escuelas gubernamentales, pues de su continuidad depende el mañana.

 

Un mañana de ciudadanos capaces de contribuir con sus logros, creaciones y soluciones a los profundos problemas que nos aquejan. Si queremos que nuestros niños brillen en las escuelas, se necesita lo contrario a una disminución en las inversiones del arte. ¡Es esencial incrementar estos programas! Basta de tirarlos a la basura cada vez que hay que lidiar con un nuevo corte presupuestario.

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