Los seres humanos acogemos nuevas creencias con el paso de los años. Estos valores se adaptan a lo que nos impone la sociedad, los amigos o nuestra propia familia.
En algún momento pensamos que dichos hábitos y conductas serían positivos para nuestra vida, porque otros los decidieron para ayudarnos. En alguna ocasión, incluso, estas actitudes pudieron ser útiles, pero a largo plazo han provocado que vivamos en «piloto automático».
El célebre filósofo francés René Descartes aseguraba con razón que «muchas creencias se apoyan en el prejuicio y la tradición».
Sin embargo, en la niñez, la situación es diferente. En esa etapa todavía permanecemos en un estado de inocencia, que aún no ha sido interrumpido por los agentes externos.
Recientemente me conmovió una noticia cuyos protagonistas fueron dos niños de Kentucky, en Estados Unidos. Jax, de cuatro años, pidió a su madre que le cortase el pelo. El pequeño esperaba que, quedándose absolutamente sin cabello, su profesora no sería capaz de distinguirle a él y a su mejor amigo.
Su madre subió la foto a las redes sociales. Bajo la frase «la única diferencia que Jax ve en los dos es el pelo», comprobamos que su mejor amigo es africano, nacido en la República Democrática del Congo, para ser más exactos.
El niño Jax se mantiene fuera de los valores y prejuicios generados por el entorno. La situación nos demuestra cómo las creencias guían nuestros pensamientos, emociones y comportamientos. En unas ocasiones nos limitan, y, en otras, nos empoderan.
Precisamente, un estudio de la Universitat Oberta de Catalunya, de España, asegura que las creencias relacionadas con el género continúan condicionando el futuro académico. Entre los más de 1.500 alumnos que participaron, los investigadores comprobaron que los hombres creen ser mejores en ciencias y tecnología, mientras que las mujeres se infravaloran en estas asignaturas, a pesar de obtener mejores resultados en muchas ocasiones.
El escritor mexicano Carlos Monsiváis señalaba que «somos aquello en lo que creemos, aún sin darnos cuenta». En el proceso de autoconocimiento, debemos repasar las creencias que nos han impuesto en la vida. Si las analizamos, podremos descartar las que se han convertido en límites para nuestras metas.
El escritor Henry Marsh explica en su libro «The breakthrough factor: creating a life of value for success and happiness» que la mejor manera de modificar nuestras creencias es conversando «con uno mismo». Y tú, ¿cuándo fue la última vez que te escuchaste?