Todos y cada uno de los miembros del equipo pueden contribuir al buen ambiente, pero es responsabilidad de los directivos establecer las bases para que pueda ocurrir. Las políticas empresariales, las prácticas laborales y, sobre todo, los estilos de liderazgo influyen directamente en el ambiente laboral.
El clima de una organización depende de varios factores, como el lugar físico. Por ejemplo, la iluminación, el orden, el aislamiento acústico, la distribución de los espacios de trabajo y de las zonas de descanso tienen relación directa con el ambiente laboral. No se trata de gastar grandes sumas de dinero: todos los sitios, por modestos que sean, pueden reunir condiciones de bienestar para los trabajadores.
Otro punto relevante para crear un buen ambiente es establecer políticas de bienestar que permitan la conciliación de la vida personal y laboral: favorecer la flexibilidad horaria, implementar condiciones de teletrabajo y ofrecer ventajas como seguros médicos, gimnasios, transporte…
Pero, de entre todos los factores que contribuyen al buen clima empresarial, considero que el más determinante es el estilo de liderazgo, algo que no constituye un don innato en las personas, sino que debe ser aprendido.
Para generar un buen ambiente de trabajo es necesario:
Ser amable de verdad. Entrenar las habilidades sociales y educar la gestión de las emociones resulta esencial para crear un buen ambiente en el entorno laboral. El líder debe saludar, sonreír, conocer a la gente, saber de sus problemas e inquietudes, propiciar la comunicación multidireccional y establecer unas relaciones de cercanía verdaderamente humanas. Las personas necesitan saber que son respetadas, escuchadas y valoradas tanto por sus compañeros como por sus jefes.
Resaltar lo positivo. Algunos líderes tienden a decir solo lo que está mal, hablan exclusivamente si tienen que corregir algo, fijan reuniones para reconvenir a sus colaboradores y jamás para felicitar al equipo. Por supuesto que hay que hablar de los errores, pero también asumirlos como una consecuencia inevitable de la iniciativa, la innovación y la actividad empresarial. Los buenos líderes disfrutan más premiando que castigando.
Liderar con igualdad. La empresa debe contar con una política justa que garantice a todos y cada uno de sus miembros que serán tratados con igualdad; sin esta premisa no puede haber bienestar. Y en este concepto se incluyen también las recompensas, porque las personas necesitan saber que su esfuerzo diario será pagado como se merece.
Supervisar con cercanía. Los equipos solo funcionan de forma cohesionada cuando existe un guía que anima a caminar todos juntos en la misma dirección. El buen líder supervisa con cercanía, promueve la autonomía, sí, pero a la vez ofrece presencia, está a mano, es accesible. Sabe motivar y generar confianza.
En definitiva, para crear buen ambiente hay que aplicar, tal vez, esa frase de quien llegó a la cima trabajando junto a otros, el baloncestista Magic Johnson: «No preguntes qué puede hacer por ti el equipo. Pregunta qué puedes hacer tú por él».