Gabriele Gravina es un viejo conocido de la industria, y desde hace cuatro años preside la Federación Nacional de Fútbol de Italia. En “Azzurri”, un documental que puedes ver en Netflix, Gravina habla de la belleza para describir la experiencia de máximo desempeño que ha llevado a la selección italiana a ganar el campeonato de Europa, en pasado julio.
Dice Gravina: “En repetidas ocasiones hemos utilizado la palabra belleza en su sentido más amplio. Belleza no solo en el sentido técnico, en el sentido competitivo, en el sentido de un resultado ligado al valor de la competición deportiva, sino en el sentido de estar juntos, de sacrificarse, de ayudarse, de compartir, de exaltarse, de sufrimiento y alegría. Todos estos sentimientos juntos de hecho confluyen en un concepto extraordinario: el concepto de la belleza”.
¿No te parece que la belleza debería ser una característica del alto rendimiento, también de un equipo empresarial? ¿No debería marcar la experiencia que miembros de un equipo tienen en el camino hacia el logro?
Viendo el documental, me pregunté si la belleza, así como la define Gravina, debería ser un valor del alto rendimiento y marcar el ambiente de trabajo. De hecho, la belleza es un valor estético que remite a la excelencia, a una calidad sublime. La belleza eleva, encanta, inspira, porque en ella hay esfuerzo y trabajo, pero no hay tensión, fricción, resistencia. Todo lo contrario, hay un fluir armonioso, sin sufrimiento. Hay gozo en la belleza.
De hecho, el documental, que muestra el camino de la selección nacional italiana hacia el triunfo, muestra un equipo enfocado, trabajador, que, sin embargo, también goza de lo que está haciendo.
Hay seriedad, pero también hay un espíritu goliárdico. Hay concentración, roles y responsabilidad, pero también espontaneidad, ironía, juego. Dice Daniele de Rossi, asistente técnico de la selección: “Ser parte de esta aventura me permitirá vivir otras veladas como Italia-Austria, Italia-Bélgica, y al final también vivimos para esto. Sin embargo, no se trata solo de victorias, de carrera o de lograr algo. Vivimos para vivir momentos, para ser felices con lo que hacemos, y yo me siento feliz aquí”.
La felicidad, entonces, no es solamente por el éxito logrado, sino también es una emoción que te acompaña en el camino. Podríamos pensar que cuando hay gozo, felicidad, belleza, se dan las condiciones de confianza y motivación que vuelven a los miembros de un equipo un cuerpo compacto, una unidad.
Quizás esta belleza y armonía son la obra maestra de un líder. Antes de la final contra Inglaterra, el entrenador Carlo Mancini, un líder sobrio, humilde, de pocas palabras, dio un discurso breve a sus muchachos: “No tengo nada que decir. Ustedes saben quiénes son. No estamos en este momento por casualidad. Somos los dueños de nuestro destino, no el árbitro, ni nuestros oponentes, nadie. ¿Ok? Saben lo que tienen que hacer. Son un equipo fuerte. Buena suerte”. Simplemente bello.