Es rutinario en cualquier país normal el honrar la memoria de sus primeros presidentes, por ej., Guadalupe Victoria en México y George Washington en EE.UU. Pero en la Cuba gobernada por los hermanos Castro –perpetuados en el poder desde 1959— la memoria del primer presidente cubano electo, Tomás Estrada Palma, ha sido difamada desde los comienzos del régimen auto-titulado “revolucionario”.
Afortunadamente, la doctora Margarita García de Estévez, profesora de psicología en el estado de Nueva Jersey (EE.UU.), repasa su historial vivencial en su reciente libro, Antes de Cuba Libre: El Surgimiento del Primer Presidente Cubano, Tomás Estrada Palma (Madrid: Editorial Betania, 2015). El día 9 del mes de julio en curso (del 2017), se cumplieron 182 años del natalicio de Estrada Palma, por lo que viene bien el repasar su biografía.
Estrada Palma (Bayamo: 9 de julio de 1835—Santiago de Cuba: 4 de noviembre de 1908) se incorporó a los primeros alzamientos anti-coloniales y anti-esclavistas de los cubanos, movimientos que se desarrollaron en la Guerra de los Diez Años (1868-78), durante la cual él llegó a asumir la presidencia de la República en Armas. Capturado por los españoles, fue encarcelado en España y liberado después del armisticio del Zanjón (1878). Ya que rehusó admitir la soberanía española, se le prohibió regresar a Cuba, y tampoco le devolvieron sus propiedades decomisadas por la Corona española (abusos precursores a la práctica de los Castro un siglo más tarde, de robarle bienes, tanto a negocios como a ciudadanos privados, cubanos y extranjeros).
Después de breves estancias en Paris y Nueva York, don Tomás se trasladó a Honduras, invitado por el presidente reformista-liberal Marco Aurelio Soto. Allí organizó los servicios hospitalarios, educacionales y de correo nacionales. Además, se casó con la joven Genoveva Guardiola, hija de un ex presidente hondureño (por cierto, ella, que quizás tuviera algún ancestro indígena, devino en la primera, Primera Dama de Cuba independiente en 1902).
Cuando el gobierno de Soto cayó presionado por los militares, Estrada Palma regresó a Nueva York con su familia, instalándose en Central Valley, al sur del estado de Nueva York, 50 Kms. al norte de Manhattan, en donde residió por 15 años. Allí dirigió una escuela privada y de carácter verdaderamente multicultural. Todavía hoy día varias calles de ese pueblito llevan su nombre. La profesora García organiza «peregrinaciones» anuales allí desde Union City –la capital en New Jersey de los exiliados post-1959– a las cuales he tenido el honor de unirme acompañado de mi padre, cuando ya había él llegado a su centenario.
Ya para los 1890, los exiliados independentistas se habían reorganizado bajo el liderazgo carismático de José Martí. Al caer Martí combatiendo en Cuba en mayo, don Tomás lo sucedió al frente del Partido Revolucionario Cubano, organismo fundado en Nueva York para la liberación de Cuba y Puerto Rico, las dos últimas colonias de España en las Américas. El partido funcionó como un semi-gobierno en el exilio, liderando un portentoso cabildeo diplomático pro Cuba Libre bajo la dirección de Estrada Palma.
En la primavera de 1898, EE.UU. intervino militarmente en Cuba; las tropas estadounidenses encontraron un país devastado y hambriento, oprimido por el gobierno militar español. Los soldados coloniales que reprimían a los criollos provenían típicamente de los sectores más humildes de la sociedad peninsular, quienes calificarían como pertenecientes al «lumpemproletariado» si aplicáramos el criterio marxista adoptado por el dúo de los Castro y sus “fans” en el cómodo extranjero. Entre esos temidos reclutas españoles se encontraba el padre mismo de los Castro: el gallego ángel Castro.
A la controvertida (primera) ocupación estadounidense (1898-1902) se le acredita –objetivamente hablando– el promover el saneamiento nacional y la creación del primer sistema de educación pública, así como de una amplia infraestructura de acueductos, alcantarillados y carreteras. Finalmente, el Gobierno Interventor convocó a elecciones a finales de 1901.
Don Tomás accedió, sí con reservas, a ser candidato presidencial (por el recién creado Partido Nacional Cubano), sobre todo presionado por el domínico-cubano Generalísimo Máximo Gómez, que había sido el Jefe del Ejército Libertador. Oponiéndosele, se presentó el veterano General Bartolomé Masó.
Electo en ausencia, Estrada Palma regresó al país que había dejado atrás en contra de su voluntad un cuarto de siglo atrás. Como bien apunta García, en un gesto caballeroso que contrasta la propagación de injurias y animadversiones divisionistas típicas castro-marxistas, Masó hospedó en su hogar al recién electo presidente a su paso por la ciudad de Manzanillo. El abrazo de don Tomás (el civilista) con Masó (del ala militar) parecía simbolizar el estreno de un nuevo estado esencialmente civilista. Sin embargo, siguiendo el triste patrón latinoamericano post-colonial, los militares intervinieron repetidamente en la vida política republicana, llegando a su máxima expresión precisamente en el ya gastado gobierno “socialista” de los Castro en las seis décadas más recientes que, paradójicamente, convirtió a Cuba en el país más militarizado de la región.