¿Podemos reírnos de todo, incluso en medio de una dolorosa pandemia? Sí, de casi todo, pero depende de cómo. Por una parte, el encierro por el Covid-19 comienza a pasar factura a los «constipados» —como llamo a los rígidos mentales—, cuya capacidad de supervivencia no les permite adaptarse a las nuevas condiciones. Aún no se han enterado de que el mundo cambió y que demoraremos en regresar a la «normalidad», si es que tal cosa existe.
Hay quienes critican la proliferación de memes u otras opciones divertidas, como los shows virtuales, las clases de ejercicios físicos a través de la red o los chistes relacionados con el aislamiento. Cada cual es un mundo y, por supuesto, tiene derecho a opiniones propias.
Mi tesis va en sentido contrario. Resulta admirable nuestra capacidad para reinventarnos, y así lo demuestran las iniciativas por la crisis del coronavirus. Sin dudas, son experiencias que llegaron para quedarse, más allá de la provisionalidad de la catástrofe.
¿Por qué hay que incentivar la risa? Según el Dr. Michael Miller, director del Centro de Cardiología Preventiva de la Universidad de Maryland, se trata de la mejor medicina. Sus investigaciones han demostrado que una buena carcajada es tan efectiva para bajar la presión arterial como un medicamento. Otro estudio con imágenes de resonancia magnética funcional, publicado en la revista «Neurosicología», añade un dato complementario: la sonrisa de otra persona nos hace sentir mejor.
Es cierto que no siempre podemos (ni queremos) sonreír. Todas las emociones básicas —alegría, tristeza, miedo, ira— desempeñan papeles fundamentales para el equilibro. Pero, a veces, más vale forzar una sonrisa para evitar que el cielo se nos venga encima. Provocarla no es mentir ni practicar la hipocresía, sino acudir a la farmacia interior y tomar un remedio contra la adversidad, sin química artificial.
Personalmente, me encantan los memes, sobre todo aquellos que apelan a un sentido del humor sano e inteligente. Lo que no soporto son los bulos virales, que tanto daño hacen a la credibilidad de internet. Contra esa «infodemia» debemos actuar todos, responsablemente. Compartir chistes relaja y salva, pero las noticias falsas, embrutecen y matan. Las redes sociales hacen actualmente un gran esfuerzo para detectar y desmontar las fake news sobre el coronavirus. ¿Qué haremos nosotros ante el próximo «santo remedio» que nos llegue por WhatsApp? Una cosa es reír, y otra intoxicar.
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