Las redes sociales nos dan la oportunidad de aprender de otras personas. Cada mañana, interactúo y leo historias de todo tipo. Normalmente, prevalecen debates políticos, bromas o noticias, pero pocas veces tenemos la oportunidad de ayudar, aunque sea de manera virtual, a quienes pasan por un momento difícil.
Mark Zuckerberg dijo en una ocasión: «Al dar a las personas el poder de compartir, hemos hecho del mundo un lugar más transparente». Son razonables las palabras del creador de Facebook, pero al compartir debemos estar atentos, para no perder lo importante entre las distracciones más banales.
Hace poco reparé en una foto desgarradora. En la imagen, un abuelo comía en solitario las hamburguesas que había preparado para sus seis nietos. En Twitter, la única descendiente que acudió a la invitación se mostró asombrada por la actitud del resto de la familia. Horas después, el mundo respondió con más de 150.000 retuits. A estos le siguieron mensajes de personas que habían decidido ir a visitar a sus abuelos.
Observando la imagen recordé a mi abuela Annea, a la que quise con locura y fue como una segunda madre. Ella era una mujer dedicada, amorosa, con fuerte carácter, pero excepcional. Una persona que me ayudó a ser como soy.
Es curioso cómo una foto fue capaz de llegar al sentimiento más profundo de miles de personas y cómo las hizo reflexionar sobre la situación de sus abuelos. Este es un ejemplo de que podemos transformar el mundo con gestos simples, si nuestros objetivos son edificantes.
Un dicho anónimo recuerda: «Los abuelos son maravillosos porque escuchan y muestran un interés genuino en lo que tienes que decir». De su larga experiencia podemos aprender y servirnos de sus consejos si les damos una oportunidad.
Según estadísticas recientes, el 10% de los mayores norteamericanos viven solos. El dato se repite en otros países como España, México o Colombia. Si nuestra aspiración es llegar a la vejez, con salud física, mental y espiritual, estamos obligados a saber que la vida revertirá en nosotros lo que seamos capaces de aportar.
Por cierto, el abuelo viral ya no cena solo. Días después del viral acontecimiento, cientos de personas le acompañaron para comer hamburguesas. ¡Dios es amor, hágase el milagro!